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09 de mayo de 2024

diego barceló

Estanflación, un fenómeno estatal

Pretender acertar el tipo de interés correcto es tan ridículo como lo era intentar adivinar el número de automóviles o de neveras que había que fabricar en tiempos de la Unión Soviética

Actualizada 04:02

Estanflación es una situación en la que una economía sufre inflación alta (o que se acelera) y al mismo tiempo el PIB se estanca o, incluso, se contrae. La inflación en la eurozona se viene acelerando desde comienzos de 2021 (de 0,9 % en febrero de ese año a 5,8 % en febrero último). Desatada la guerra en Ucrania, materias primas claves han disparado su precio, por lo que la aceleración inflacionaria aún irá más lejos.
La misma guerra multiplicó la incertidumbre, como reflejan los mercados de bonos y acciones. Eso quiere decir que es muy probable que se posterguen nuevas decisiones de inversión y consumo. A eso se añade el efecto contractivo de la mayor inflación, que carcome el poder de compra de salarios, pensiones y ahorros, y contrae los márgenes empresariales, que no pueden trasladar totalmente a sus precios de venta los mayores costes.
Uniendo uno y otro elemento, es claro que Europa tiene una amenaza de estanflación. Que se materialice o no dependerá de la duración de la guerra, de si se expande más allá del escenario ucraniano y de otros factores. No pretendo hacer un pronóstico; si eso es de por sí difícil, lo es más en este caso, en que gran parte de lo que ocurra depende de la decisión de una sola persona (Putin).
Lo que quiero destacar es por qué la economía europea ha sido colocada en esta situación de debilidad. Y la razón fundamental es la política monetaria autodestructiva que viene siguiendo el Banco Central Europeo (BCE). El caso particular español es aún peor: a los malos efectos de esa política monetaria, común a toda la eurozona, se suma una política fiscal imprudente, subidas de impuestos y contrarreformas económicas. Lo opuesto de lo que habría que hacer.
El BCE estuvo desde 2013 tomando medidas para acelerar la inflación, porque su objetivo era situarla «por debajo, pero cerca, del 2 %». Procedieron como si los modelos predictivos, en lugar de arrojar solo referencias, pudieran anticipar exactamente el futuro. A fuerza de insistir, el BCE despertó al monstruo inflacionario; ahora se da cuenta de que se parece más a un león que a un dócil gato.
Claro que tiene excusas: primero fueron los cuellos de botella; luego, que la inflación sería algo solo temporal, y ahora que la guerra tiene la culpa. Pero la verdad es que, sin la creación masiva de dinero del BCE, no podrían acelerarse a la vez todos los precios: unos subirían y otros bajarían. Además, la política de tipos de interés negativos propició la expansión del gasto público, pues los gobiernos venían ganando dinero emitiendo deuda.
Ahora el escenario económico se complica, pero no hay tipo de interés que bajar y la UE ya está embarcada en el mayor programa de gasto público de la historia (los famosos fondos europeos). De ahí que tanto el BCE como los gobiernos recen para un pronto final de la guerra en Ucrania: saben que se han quedado sin munición, porque la usaron toda soñando un futuro óptimo. Fueron temerarios e irresponsables.
De producirse, la estanflación tendrá un padre indiscutible: el BCE, que es el único que puede generar inflación. El estancamiento no sería totalmente su culpa, pero carga con un pecado mayor: haber posibilitado un aumento de la deuda pública hasta niveles peligrosos, cosa evidente en el caso de España.
La estanflación, por lo tanto, sería el resultado de la manipulación de los tipos de interés. Lo que en el caso de la Unión Soviética casi todos ven con claridad (planificar la economía centralmente conduce al colapso), permitimos que ocurra a escala continental en la esfera de la economía monetaria. Pretender acertar qué cantidad de automóviles o neveras deben fabricarse (como hacían en la URSS) es tan ridículo como intentar acertar cuál es el tipo de interés correcto para toda la eurozona (la quimera del BCE).
La estanflación, en suma, es un fenómeno estatal (supraestatal, en el caso del BCE). Por cierto, exactamente lo mismo que la guerra.
Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)
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