Fundado en 1910

27 de abril de 2024

Arturo Bris ve mal a la economía española.

Arturo Bris ve mal a la economía española.

Entrevista

Arturo Bris: «Si vemos los datos comprobamos que la economía española está bastante mal»

El director del Centro de Competitividad Mundial habla sobre los problemas y retos de la economía española y global, y sobre sus posibles soluciones

Arturo Bris (Guadalajara, 1967) es director del Centro de Competitividad Mundial de IMD Business School. Esta escuela de negocios suiza elabora cada año un ranking de competitividad global que da mucho que hablar en el mundo, y en el que España no sale últimamente bien parada. El año pasado descendió al puesto 39 entre las 64 economías analizadas. El ranking de este año se publicará en junio, y es difícil decir cuál será la posición de España. Lo que está claro es que nuestro país sigue sin mejorar en aspectos esenciales y sin acometer reformas necesarias. Desde su perspectiva global, y comparando nuestra evolución con la de otros países que conoce bien, Arturo Bris nos cuenta cuáles son nuestros principales problemas y en dónde piensa que tenemos que mejorar.
–Cuando le entrevistamos el pasado mes de octubre, mucho antes de la invasión de Ucrania, incidía en los problemas de España con su enorme sector público, la educación y los salarios bajos, entre otras cuestiones. ¿Hemos mejorado en algo?
–Estos problemas nos han hecho más débiles en la coyuntura actual. Los periodos de cambios bruscos como los actuales son propicios para acometer transformaciones más radicales. En España no se ha hecho. La reforma educativa que se ha puesto en marcha no es tal reforma, y nos va a dejar entre los peores países de Europa. La próxima reforma no podrá acometerse hasta dentro de una o dos generaciones.
–¿Hasta qué punto es clave esa reforma educativa?
–La primera medida que hay que tomar para que una economía sea más competitiva es reformar su educación: enfocarla más al mercado laboral, a la mejora de la productividad... Hay que pensar en el futuro, no en el pasado, y en el empleo que se va a necesitar. Nuestros parámetros actuales son desoladores.
–¿Qué diferencia le preocupa más entre nuestro modo de afrontar la crisis y el de otros países?
–Seguimos siendo demasiado inconsecuentes. Hay una diferencia brutal entre lo que decimos y lo que hacemos. Nos creemos lo que decimos y lo que nos dicen. Sostenemos que tenemos la mejor sanidad del mundo cuando hemos tenido más muertes en la pandemia que cualquier país europeo; que no somos racistas cuando no estamos precisamente entre los países más tolerantes; que somos un país innovador cuando no lo somos tanto como Israel ni tenemos tantos unicornios (empresas tecnológicas con valoraciones superiores a 1.000 millones de dólares) como Estonia. Es nuestro mayor defecto, y la educación debería resolver esa falta de sentido autocrítico.
–¿En qué ve que se traduce en un campo más económico?
–Durante la pandemia se han subido las pensiones y los sueldos de los funcionarios porque se consideraba que se lo habían ganado, ya que eran los que estaban en los hospitales y los colegios, pero los funcionarios son muchos más de los que están en esas tareas. Es irresponsable subir las pensiones y los sueldos de los funcionarios cuando estás en una recesión. Un Gobierno responsable no debería hacerlo. Hay que ser capaces de analizar los datos y los hechos. Tenemos que hacer las cosas mucho mejor. Aquí seguimos ignorando los datos. Si los vemos, comprobamos que la economía española está bastante mal. Debería llevarnos a todos a una reflexión.
–El próximo 16 de junio desvelan su nuevo informe de competitividad global. ¿Cómo quedará España tras su descenso del año pasado?
–No puedo revelar nada todavía, pero hay que tener varios datos que influirán en el ranking: Rusia y Ucrania no han sido incluidos este año, y 2022 es un año de recuperación. En España habrá un efecto rebote. La transformación digital y la regulación ha sido admirable en España. Las medidas del plan de recuperación son muy mejorables en comparación con las tomadas en países como Italia. La reducción de la deuda es más complicada cuando se toman ciertas decisiones. Lo que está claro es que no tiene sentido un plan de recuperación en el que se suban los impuestos en un periodo de recesión o de crisis.
–El sector público sigue siendo el gran problema.
–El sector público español es elefantiásico. Toca todos los sectores económicos y los subvenciona a todos. Los taxistas, los farmacéuticos, los arquitectos, los profesores... Todos son funcionarios públicos, lo quieran o no, porque trabajan en sectores muy regulados. España tiene una economía subvencionada que desincentiva al sector privado. Confiar más en el sector privado mejoraría mucho nuestra competitividad. Hay que liberalizar y privatizar mucho más.
–No es precisamente lo que se está haciendo.
–En España se confunde mucho la política social con la protección real de los trabajadores. Cerrar los comercios los domingos limita una libertad que generaría competitividad. Sobre el gasto público, hace falta un liderazgo que decida quién paga el pato de esta crisis. No podemos salir todos bien parados, y eso implica que los más protegidos (funcionarios y pensionistas) deberían pagar más.
–Los salarios en España siguen siendo bajos.
–Lo son porque tenemos un sector público dopado. Al atraer profesionales con trabajos garantizados y subidas de salarios, se produce una transferencia de talento desde el sector privado sin que mejore la productividad ni aumenten los sueldos. El mecanismo debería ser el contrario: que el sector público tirara del privado incentivando la competencia. No se puede contentar a todo el mundo y luego decir que no tienes la culpa de que los salarios sean bajos.
–Tampoco pueden subirse los salarios por decreto.
–No sin exigir algo a cambio. En Singapur los funcionarios tienen salarios iguales o superiores a los trabajadores del sector privado. Atraen a los mejores, pero a cambio tienen las mismas presiones del sector privado: por ejemplo, han de dar cuenta de sus resultados, y sus salarios están relacionados con los objetivos. Si garantizamos puestos de por vida sin exigir nada a cambio, no hay ningún interés en innovar ni en trabajar en el sector privado.
–El desajuste entre oferta y demanda laboral es otro de nuestros principales problemas.
–La nueva reforma de la formación profesional es muy bienvenida y necesaria. En España se crea empleo en sectores que no son de un excesivo valor añadido, de modo que hace falta más FP y menos licenciados. El sistema de educación primaria y secundaria español no prepara el talento que se necesita. El terciario y universitario no tiene estudios empleables. En Suiza, por ejemplo, la educación secundaria y terciaria es plenamente empleable. No se trata de hacer una reforma regulatoria, sino de ajustar la oferta.
–¿Cómo ve las subidas de impuestos que se plantean en España?
–Cuando el motor de la recuperación es el consumo privado, no puedes subir los impuestos. Al mismo tiempo, no puedes no subir los impuestos en un sistema que depende de las subvenciones o transferencias públicas: el Estado cambia el dinero de un bolsillo a otro. La subida de impuestos no la ha hecho ningún país. Suiza marca en su constitución no tener déficit público. Estudia cómo bajar impuestos sin que afecte al déficit público. Los baja a pesar de no tener ninguna necesidad de hacerlo.
–La energía es otro de los problemas globales en el que habrá visto distintos modos de actuar entre los países.
–Se plantea abandonar el suministro de Rusia, y va a ser muy costoso. Hay un problema muy grande, y es que vamos a necesitar una independencia energética que va a depender de dos bloques, con una división nueva. Los que votaron contra Rusia en la reunión de la ONU fueron más del 50 %, pero hubo unos pocos que no lo hicieron: los grandes productores de petróleo de Oriente Medio, China, Kazajistán... La independencia de Europa va a depender del bloque de las Américas: Estados Unidos y los países que votaron contra Rusia, entre los que no estaban Brasil ni Venezuela. Habrá por tanto dos grandes bloques en los próximos años: las democracias contra las no democracias. Vamos a depender mucho de nuestros aliados, y va a ser costoso. Estamos en un nuevo tipo de guerra mundial: no enviamos a los hijos al frente, pero pagamos el coste.
–¿Cómo ve las perspectivas de los próximos meses?
–Estamos en la era de la ignorancia. La guerra puede acabar mañana o Putin puede apretar el botón rojo. Es imposible decir qué va a pasar dentro de tres meses. Los horizontes de inversión han dejado atrás el largo plazo. Las empresas planifican su estrategia como mucho a tres años, cuando antes lo hacían a cinco o a diez. Este escenario tampoco es bueno para el empleo.
–La inflación es otro fenómeno global sobre el que habrá visto actuaciones diferentes.
–La política monetaria no puede ser un arma, porque la dirige el Banco Central Europeo y ya ha utilizado todo su arsenal. Se van a retirar fondos, pero no es suficiente. En ese contexto, la única política que quedaría sería restringir los salarios. Sería el coste que habría que pagar, pero también es pegarse un tiro en el pie si el consumo privado ha de ser el motor de la recuperación. Además vamos hacia una estanflación, con estancamiento del crecimiento por la invasión de Ucrania e inflación alta por la disrupción de las cadenas de valor. En este escenario, las políticas pueden hacer poco. En el contexto de una guerra larga, solo hemos visto el principio de los problemas. La escasez de las materias primas va a ser considerable. Al rehacerse las cadenas de valor por lo ocurrido en China, los países miran más hacia dentro y cada vez van a restringir más los flujos de bienes y servicios. En una economía como la española expuesta al exterior, pone el panorama más difícil.
–¿Se acabó la globalización?
–Europa ya se ha reorganizado para no estar expuesta a riesgos como los de las cadenas de suministro de China. Hay una nueva globalización que lleva a relacionarse con países más cercanos. No podemos cerrar las fronteras, pero en lugar de traer el acero de Corea del Sur, vendrá de otro país.
–¿Cómo ve el futuro de Rusia?
–Hay que desmitificar a Rusia. Siendo como es miembro del Comité de Seguridad de la ONU, su poderío es básicamente militar. Su renta per cápita es como la de Portugal, que es un país normal. Rusia no es comparable económicamente a China, Francia, Reino Unido o Estados Unidos. El PIB ruso es como el holandés. Hay empresas que están más expuestas que otras a la situación de Rusia, pero ni se va a producir un daño económico que nos destroce ni se va a solucionar la vida de ninguna empresa o país en caso de que el conflicto se arregle pronto.
–¿Y el papel de China?
–Es crítico. El futuro del mundo depende de hacia dónde se mueva. Es el único país que podría acabar ahora mismo con la guerra o utilizarla para obtener más ventaja. Puede apoyar a Rusia y convertirse en el gran magnate de la región. Deberíamos buscar incentivos para que se pusiese de nuestro lado. Si el coste que hay que pagar es que se haga con nuestras empresas, entre en nuestros mercados, y se convierta en el Estados Unidos de los años 50-60, por mí, bienvenido sea.
–¿Ve a Estados Unidos en decadencia?
–Ha pasado del puesto 1 al 12 de nuestro ranking de competitividad en muy poco tiempo. Es una economía sujeta a muchos factores de incertidumbre: su fragmentación política interna, su falta de dominio geopolítico en el mundo... Le mantiene el tamaño de su mercado, que es muy grande, pero está perdiendo diferenciación. Ya no es la parte del mundo más innovadora: China está llegando a los mismos niveles; Dinamarca y Estonia muestran un mayor poderío digital. Está perdiendo fuelle y relevancia internacional, y esta guerra lo hace todo mucho peor. Le aísla. Oriente Medio ya no está con Estados Unidos como estaba antes, por ejemplo.
–¿Cómo ve a Europa?
–Siempre he reivindicado a Europa. Tanto en la pandemia como en la invasión de Ucrania, se ha comportado como una potencia mundial. Ha sido el eje de equilibrio entre dos superpotencias, a pesar de la falta de fe en ella y los ataques externos. Está siendo modélica en políticas, en consensos, es rey de la sostenibilidad mundial... Su reacción ante la invasión de Ucrania ha sorprendido a Putin. Las crisis han mejorado a Europa desde un punto de vista político y económico, y sigue siendo un centro del futuro del mundo.
–¿Qué opina de la gestión de los fondos europeos?
–No son dinero gratis. Es una transferencia brutal de las generaciones futuras a las presentes. Pensamos que Holanda es muy generosa y nos está financiando, pero los fondos europeos no son una transferencia internacional, sino intergeneracional. Hay que utilizarlos bien para que las generaciones futuras, que son quienes los van a pagar, se puedan beneficiar de ellos.
Comentarios
tracking