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29 de marzo de 2024

Juan Rallo durante la entrevista de El Debate

Juan Rallo durante la entrevista de El DebateJorge Ruiz

Entrevista

Juan Ramón Rallo: «La política es el arte de la manipulación, y en eso Sánchez es un maestro»

Hablamos con uno de los economistas más influyentes de los últimos años sobre las cuestiones más actuales de la economía española

Juan Ramón Rallo (Benicarló, 1984) acaba de publicar Anti-Marx, una crítica de la política económica marxista de nada menos que 1.700 páginas. Lo más sorprendente no es la extensión de la obra, sino cómo ha sido capaz de elaborarla con la cantidad de tareas que desempeña. Como saben, entre otras tareas, Rallo analiza a diario la actualidad de la economía con su perspectiva liberal para sus más de 380.000 seguidores de Twitter y 420.000 suscriptores en YouTube, aparece con frecuencia en cadenas de televisión y, como doctor en Economía, da clases en lugares como IE University.
–La política económica del Gobierno actual tiene algunos tics marxistas o de otros totalitarismos: los impuestos a los ricos, la okupación, la demonización de los empresarios y banqueros, los controles de precios… ¿Cuáles le preocupan más?
–Desde luego las ideas de Marx han sido muy influyentes y siguen permeando nuestras sociedades. No tenemos un Estado marxista ni creo que vayamos hacia él en el sentido de un Estado que supere el capitalismo, abandone el mercado, planifique, centralice la economía… No lo permite la Constitución española y no lo permitiría la Unión Europea, pero eso no significa que no vayamos hacia un Estado más intervencionista y más agresivo contra la libertad individual. En cuanto a los precios, nos proporcionan información muy valiosa sobre qué es lo relativamente más escaso y lo relativamente más importante. Si los regulas, en lugar de acelerar la resolución de algún problema, como puede ser la escasez temporal de algún bien, puedes estar agravándolo. Se transmite a la sociedad el mensaje de que el sistema de precios es discrecionalmente manipulable por el poder político, y que si un precio no nos gusta, lo único que tenemos que hacer es regularlo, cuando el problema de fondo es la falta de competencia.

Vamos hacia un Estado más intervencionista y agresivo contra la libertad individual

–Algunos partidos y políticos en España aún se definen marxistas.
–El ministro Garzón dice en ocasiones que se considera marxista. Desde luego no ejerce como tal, o no lo hace de una manera reconocible. No tiene mucho poder y no puede hacer muchas cosas. Las políticas que adopta son liberticidas, intervencionistas en muchos casos, pero no marxistas.
–¿En qué le parece que ha retrocedido la libertad económica en España desde que llegó Pedro Sánchez al Gobierno?
–El principal retroceso ha sido un aumento muy fuerte del tamaño del Estado. Se utilizó la pandemia para disparar el gasto público. En 2020 a lo mejor tenía una justificación: fue un año de crisis sanitaria, de suspensión de la actividad económica por mandato gubernamental, y en ese contexto es prácticamente inevitable que no suba el gasto público. Debería haber tenido un carácter extraordinario y limitarse temporalmente a las circunstancias excepcionales que vivimos, pero no sucedió así. Era previsible que pasara. La historia nos demuestra que cuando los políticos aprovechan crisis de cualquier tipo para aumentar el tamaño del Estado, luego ya no retroceden. En literatura económica se llama efecto trinquete: son mecanismos que van hacia delante, pero no hacia atrás.
–Y ese aumento hay que pagarlo.
–El Gobierno saca pecho del aumento del Estado. Para financiarlo necesitas una maquinaria fiscal más agresiva. La recaudación se está disparando en una pequeña parte por los impuestos que se han subido, que no tienen un gran potencial recaudatorio, y en gran medida por la inflación, sin que se hayan ajustado los impuestos de facto para corregir esa inflación. Hay un cierto mercantilismo de robar a mucha gente, aunque sea un poquito, para obtener una masa de ganancias o de dinero extraordinario que en este caso va a parar al Gobierno, que lo distribuye como sea para generar redes clientelares que maximicen sus probabilidades de reelección. Es un modelo muy extendido. El caso probablemente más desarrollado y paradigmático es Argentina. Es un país con el que el Gobierno, al menos desde el lado de Podemos, quiere mantener muy buenas relaciones y se le coloca incluso como un ejemplo al que seguir. Desde luego es un ejemplo de estancamiento económico y social de un país. Para la clase política probablemente sea un muy buen ejemplo al que seguir: consolida una casta política a lo largo de generaciones que es capaz de mantenerse incluso de manera dinástica a costa de empobrecer al ciudadano.

El Gobierno, especialmente Podemos, pone a Argentina como modelo cuando consolida la casta política a costa de empobrecer a los ciudadanos

–Ya se ve que no tiene muy buena concepción de los políticos.
–Es verdad que en política entran personas honestas, idealistas, que quieren mejorar su país, pero no son las que llegan al poder. La política es el arte del engaño, de la manipulación. Una persona honesta que no quiera engañar, recurrir a la demagogia, crispar, tiene una clara desventaja competitiva frente a quienes están dispuestos a hacerlo. Quien gana las elecciones es quien manipula mejor a la población. Quien llega a liderar un partido es quien internamente ha acreditado una mayor capacidad para manipular a los suyos y descabezar alternativas que puedan hacerle sombra. En eso Sánchez es un maestro.
–Hace poco decía Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, que la estabilidad de las instituciones es básica para la buena marcha de las instituciones. ¿Qué le parece lo que está ocurriendo en España con entidades como el CGPJ o el Tribunal Constitucional?
–En España no tenemos unas instituciones liberales en el sentido estricto del término. No lo son en el sentido de situar a la persona y sus derechos en el centro del ordenamiento jurídico y someter el Estado a esos derechos individuales. En realidad, es el individuo quien se somete a la voluntad y a la autoridad política del Estado. En España estamos viendo un claro proceso de degeneración institucional a partir del cual el Estado obtiene más poder para hacer más cosas arbitrariamente, sin ningún tipo de cortapisa, sin los pesos y contrapesos que suelen establecerse para evitar el despotismo. Si eliminas los pesos y contrapesos, los colonizas. La Ley se convierte en la voluntad de un solo hombre, y eso se llama tiranía.

En España estamos viviendo un claro proceso de degeneración institucional. La Ley se convierte en la voluntad de un solo hombre, y eso se llama tiranía

–Volviendo a las cuestiones económicas y a los controles de precios, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, quiere seguir subiendo el salario mínimo profesional (SMI). ¿Qué le parece?
–El salario mínimo en España puede tener cierto sentido. Tenemos una legislación muy poco competitiva. Condena a mucha gente al desempleo, y eso otorga al empresario un poder de mercado significativo, al menos en determinados tramos y determinadas profesiones, a la hora de negociar con el trabajador. El problema está en que el SMI destruye empleo o ralentiza su creación. Incluso el informe que encargó el Ministerio de Trabajo, y que estuvo bloqueando durante meses para que no conociéramos los resultados, cifró en casi 30.000 la destrucción de empleos por la subida del SMI en 2019. El SMI no soluciona la destrucción de empleo, que es el gran problema. Puede tener cierta lógica desde la perspectiva de aquellos que se benefician de la subida, pero el inconveniente está en lo que no se ve: quienes no encuentran empleo o lo pierden como consecuencia de esa subida. Es un debate que no se tiene en España: si liberalizamos el mercado para fomentar la creación de empleo, para reducir las cifras de desempleados y el poder de mercado del empresario y nos acercamos a un mercado competitivo en el que los salarios aumentan conforme a la productividad, o perpetuamos el modelo que tenemos, que es una máquina de obstaculizar la creación de empleo.
–Hay quien se siente cómodo viviendo del Estado.
–El marco institucional que se está diseñando en España y Europa en gran medida alía la incentivación del parasitismo entre los ciudadanos con la conquista y retención del poder político por parte de quienes dan o alimentan esa capacidad parasitaria. Se fomentan coaliciones electorales en las que se reclama a los políticos mayor capacidad de apropiación de lo ajeno, y el político incluso lo azuza para recibir esos votos y mantenerse en el poder.
–¿Es de los que piensa que hay trampa en la reducción de las cifras del paro de las que se habla?
–En términos generales, un trabajador está mejor con un contrato fijo discontinuo que con uno temporal. El tránsito hacia un fijo discontinuo mejora en muchos casos la situación inicial de los temporales, lo cual no significa que sean fijos en el sentido tradicional del término. Aquí es donde puede existir el problema o la trampa. El contrato fijo ha cambiado después de la reforma laboral. Antes el contrato fijo tenía una duración prolongada y una cierta continuidad en las horas, meses y semanas trabajadas. Ahora una parte de lo que se contabiliza como fijo no entraba antes en esa categoría. Las series actuales no son comparables con las de antes.

Escrivá ha sido una gran decepción. No solo no ha hecho nada: ha empeorado la situación de partida

–Otro de los temas económicos de los que se está hablando y se va a hablar mucho es el de las pensiones. ¿Qué le parece el trabajo que está desarrollando el ministro José Luis Escrivá?
–Escrivá ha sido una gran decepción. No ha solucionado ninguno de los problemas estructurales del sistema de pensiones a largo plazo; más bien los ha agravado al indexar las pensiones al IPC. Todo lo ha hecho mintiendo a la población sobre cuáles iban a ser las consecuencias. Ahora hemos visto que las consecuencias son subir las cotizaciones sociales sin aumentar las pensiones en la misma medida y alargar el periodo de cálculo: habrá trabajadores en activo que pagarán más y muchos pensionistas futuros que al jubilarse cobrarán menos, pero ya ni siquiera esa es la cuestión; la cuestión es que estos ajustes no serán previsiblemente suficientes para cuadrar el desequilibrio que en gran medida ha generado el propio Escrivá, un ministro que conocía y conoce muy bien las cuentas y la estructura de la Seguridad Social. No solo no ha hecho nada: ha empeorado la situación de partida. Tendremos que seguir lidiando con este problema sobre la marcha, como hemos hecho en los últimos cuarenta años. No hay ninguna voluntad de planificar ni de ajustar el sistema a largo plazo, sino de pasarle el marrón a los próximos ministros y a los próximos gobiernos. La mochila austriaca es una buena solución para un mercado laboral como el español. Tiene un coste inicial importante y podría tener sentido destinar a ello fondos europeos, como sugirió el Banco de España, pero no parece que esté en la voluntad del Gobierno. No es algo que genere redes clientelares. Se trata es de repartir el dinero entre aquellos lobbies mejor colocados o más cercanos al poder político, o de comprar votos.
El economista Juan Rallo, en un momento de la entrevista.

El economista Juan Rallo, en un momento de la entrevista.Jorge Ruiz

–A menudo le critican que su principal receta es bajar impuestos. ¿Cómo ve su evolución en España y en particular el impuesto a las llamadas grandes fortunas?
–Siempre que hablamos de impuestos hay que hablar también de reducir gasto público. Van muy de la mano, especialmente en un país tan endeudado como España. Muchas veces se plantean bajadas de impuestos que a mí ideológicamente me parecen bien, pero si no van aparejadas de un recorte en el gasto, es una política con las patas muy cortas. En cuanto al impuesto de las grandes fortunas, es un ataque a la descentralización y a la autonomía fiscal en España. El impuesto se anuncia cuando Andalucía decide suprimir el impuesto sobre patrimonio. Es como decir al candidato que acaba de ganar las elecciones por mayoría absoluta que no le vas a permitir que haga lo que quiere hacer. Significa tomar el control del patrimonio por la puerta de atrás. Estamos asistiendo a una recentralización fiscal que me parece negativa porque alimenta la subida de impuestos. Si hay menos competencia fiscal, el incentivo es subirlos, como ocurre con los cárteles de empresas.
–¿Por qué no se deflacta el IRPF (ajustar el pago de impuestos a la subida de la inflación) de manera generalizada?
–Debería hacerse de modo generalizado y automatizado. Ni siquiera el poder político debería decidirlo cada año. Los tramos del IRPF podrían actualizarse como las pensiones, en función del promedio de inflación de cada año. Madrid es una excepción bastante satisfactoria en este terreno. En términos generales, los políticos quieren extraer más impuestos y más recursos a los ciudadanos, y hacerlo al menor coste político posible que supone pasarlos por el Parlamento. La subida de impuestos tiene un coste electoral claro, sobre todo si afecta a mucha gente. Si es para los ricos, a ellos no les gustará, pero al conjunto de la población le dará igual. El IRPF es un impuesto que pagamos prácticamente todos, sobre todo muchos ciudadanos de renta media y media-baja. Entonces el Gobierno, en lugar de subir ese impuesto en el Parlamento y buscarse la enemistad de muchísimos ciudadanos, lo sube por la puerta de atrás sin pasar por el Parlamento, no deflactando el IRPF.
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