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08 de mayo de 2024

El ex ministro de Trabajo y autor de La venganza del campo, Manuel Pimentel

El ex ministro de Trabajo y autor de La venganza del campo, Manuel Pimentel

Manuel Pimentel: «Esperaba la explosión de los agricultores. Su situación era insostenible»

El exministro, que publicó en noviembre el libro La venganza del campo, se muestra sorprendido por la intensidad y espontaneidad de las protestas

Manuel Pimentel, exministro de Trabajo con José María Aznar durante los años 1999 y 2000, compatibiliza con otras muchas tareas su labor en la dirección de la Editorial Almuzara y su desempeño como abogado of counsel de Baker & McKenzie. Entre esas otras tareas está la de escritor. En noviembre publicó La venganza del campo, en la que anticipa en buena medida las revueltas que están protagonizando los agricultores. Hablamos con él sobre ello.
–¿Esperaba que la movilización de los agricultores fuera de esta magnitud?
–Yo era consciente de lo que pasaba. Venía anunciando que el mundo agrario en su conjunto, no solamente los agricultores, el entorno agrario, se sentía muy dolido, despreciado y no solamente por una rentabilidad muy baja. Tenía un malestar profundo porque la sociedad los despreciaba, los acusaba de ser enemigos del medio ambiente. Le han aplicado una PAC (Política Agraria Común) que desconfía de ellos y los controla a través de un cuaderno digital. Había un caldo de cultivo muy explosivo que veníamos denunciando y del que nadie hacía caso. Sabía que había material inflamable. Dicho eso, cuando la revuelta estalló en Francia, lo normal era que llegara aquí. Me ha sorprendido la intensidad y el carácter espontáneo que ha tenido. Ha sido una sorpresa parcial. Esperaba que explotara porque la situación no era sostenible, pero la forma espontánea y la intensidad me han sorprendido.

Los agricultores se sienten despreciados y dolidos

–¿Tiene solución?
–Como todo en la vida, nada es fácil de solucionar. Todo es complejo. No hay varitas mágicas, pero se puede mejorar mucho la situación. El debate gordo está en Europa, y es un debate de política agraria y de visión del campo por parte de la sociedad urbana. El día en que la sociedad europea asimile que la despensa europea es importante para nosotros, se empezarán a solucionar los problemas, porque ese día cambiará el enfoque de toda la norma. Hasta ahora, toda la política agraria, de la PAC, ha tenido una sola variable: la ambiental. El agricultor se consideraba enemigo del medio ambiente y toda la PAC iba a controlarlo y limitarlo. Esa era la PAC. Mi tesis es que hace falta una estrategia alimentaria europea que contemple la sostenibilidad y el tema ambiental, por supuesto, pero también la renta de los agricultores y el derecho de los ciudadanos europeos a tener una cesta de la compra variada sana, rica, sostenible y a un precio razonable. Entonces la PAC que va a salir es totalmente distinta a aquella otra. Y ahí sí que podemos encontrar puntos de acuerdo donde se garantice la despensa de los europeos, por una parte, y se garantice también una renta. Eso no va a pasar mañana. La sociedad urbana todavía no comprende qué está pasando. Ahora acusan a la distribución. Acusan a Marruecos, como los franceses acusan los españoles. Es una explosión que recoge un malestar muy profundo, pero todavía no se abordan las grandes cuestiones de fondo. Y la gran cuestión de fondo es que nos estamos quedando sin producción agraria en Europa, porque en parte así lo hemos decidido los europeos y hemos perseguido a los agricultores, y hay un problema de oferta. Producimos menos alimentos de los que consumimos, y eso al final no es sostenible, y es hasta peligroso.

En Europa nos estamos quedando sin producción agraria porque los europeos lo hemos decidido así

–¿Cómo puede ser que Europa ponga en riesgo su autoabastecimiento?
–Fíjese de qué forma más irresponsable hemos decidido los europeos que el campo europeo es para pasear y que los alimentos los produzcan otros. Eso es lo que viene a decir el inconsciente colectivo que se expresa a través del conjunto de normas. Es una irresponsabilidad. Siempre lo es dejar la llave a otro. Pero ahora mismo, en un tiempo de globalización, conflicto geopolítico y guerra, dejar la llave de la despensa a un tercero es la forma más segura y dolorosa de suicidarte. No podemos hacerlo. Es una irresponsabilidad. Por tanto, una y otra vez tenemos que hacer una estrategia alimentaria europea. La normativa está aplastando la producción. Por eso yo llevaba tiempo acuñando el concepto de la venganza del campo. Al final, lo de fuera es mucho más caro, y lo de dentro no se produce, luego la cesta de la compra va a seguir subiendo. Ojalá la sociedad comprenda esto. Si no cambiamos la estrategia, la cesta de la compra va a seguir subiendo. Antes o después se tendrán que volver los ojos al campo, a que tenemos que producir alimentos, tiene que haber infraestructura agraria, hidráulica, y tenemos que hacer una gestión que llevamos décadas olvidándonos de ella. Mientras reaccionamos o no, seguirá llegando el castigo en los carros de la compra.

Si no cambiamos de estrategia, la cesta de la compra va a seguir subiendo

-Ha llegado usted a decir que la cesta de la compra puede subir hasta los 500 euros...
–No sé dónde va a llegar el precio de la cesta de la compra, pero sí que va a crecer. Tenemos que concienciar a la gente de que esto no ha hecho más que comenzar. Si no hay tomate, el tomate sube; si no hay pepino, el pepino sube. Si estamos cerrando los invernaderos, los trasvases, si creamos cada vez más limitaciones, restricciones y encarecimiento de una y otra forma, va a subir. Tenemos que decidir como sociedad si queremos que en España y en Europa se produzca agricultura o no. ¿Hasta cuánto puede subir la cesta de la compra? Ya ha subido mucho: hasta 125 euros, 250, como precios medios. Es una subida importante, y hay que ir al híper dos veces al mes. Si la cesta sube mucho, la sociedad dará mucha importancia a la agricultura y a los agricultores. Ojalá no tenga que llegar ese castigo del campo para que garanticemos la producción y llegue el momento en el que la sociedad urbana perciba que quien le garantiza una alimentación sana, variada y a un precio razonable es el agricultor: que el agricultor es parte de la solución y no del problema. Por otro lado, las manifestaciones están muy justificadas, pero hay que pedir que, como todas las manifestaciones, se hagan desde un orden; que no haya violencia, porque estropearía la simpatía que los agricultores están recogiendo ahora mismo de la sociedad. Los cuatro conatos de violencia que ha habido no hace mucho no les favorecen para nada.
–¿Cuál es el problema que hay en Bruselas para que hayamos llegado a esta situación? ¿No saben de agricultura?
–Hay otras prioridades sociales. Es sociología pura. Ha pasado en todos los países occidentales, más aún en los del Norte de Europa, que mandan más que España. Gracias a la globalización y al poder muy fuerte de las distribuidoras, de las cadenas de supermercados, que deprimían los precios, la alimentación llegó a ser tan barata entre los años 2000 al 2020 que desapareció como problema de las sociedades europeas. Ni una sola encuesta lo recogía: se olvidó. Simultáneamente aparecieron nuevos valores que son muy positivos y que hay que defender y mantener, como el medio ambiente, la sostenibilidad, etcétera. ¿Y en una sociedad donde preocupa mucho el medio ambiente y no preocupa la alimentación, qué tipo de normas aparece? Normas puramente ambientalistas. Como no le preocupa la alimentación, la limita para favorecer el medio ambiente, y la sociedad empieza a considerar al agricultor como un enemigo. Ha ocurrido con políticos de todo signo. Ahora por ejemplo hay un gobierno en Irlanda con cierta presencia de conservadores que quiere matar 120.000 vacas. Como a la sociedad no le preocupa la alimentación, al político tampoco, aunque la situación está cambiando. El empujón de las manifestaciones en Europa ha sido muy importante. Es un aldabonazo muy potente. Ya venía viéndose que el modelo que llevábamos era insostenible. Por eso soy optimista, y creo que ahora es cuando tenemos que hablar de una estrategia alimentaria europea. El político a partir de ahora se va a dar cuenta, y si no se da cuenta pronto, cuando la cesta de la compra pase de los 300 o 350 euros, será la propia sociedad la que se lo exija. Ahora estamos en la fase de negación e ira, cuando los políticos le echarán la culpa a la distribución, a los agricultores, a los fondos… Siempre buscarán un chivo expiatorio. Pero esto es más sencillo, la verdad. El problema de la subida de precios es de oferta y demanda. Hemos restringido la producción en un momento en que se está globalizando el mundo. Por tanto, menos producto significa más precio. Eso es lo que está debajo de todo lo que vamos a vivir.
–Unai Sordo dijo que quienes se manifiestan son los empresarios del campo. ¿Es cierto?
–Hay de todo, y representan una parte muy importante de la economía. Hay autónomos, trabajadores a los que hay que respetar, como a todos. Para mí ha sido una sorpresa, porque es verdad que hay organizaciones profesionales agrarias de diversa naturaleza como la UPA, COAG, Asaja. Algunas tienen más simpatía por los sindicatos. Creo que el mundo sindical no debe posicionarse en contra de la manifestación de muchos pequeños agricultores. Los que salen no son los grandes: son los pequeños, los autónomos. Todos se están jugando muchísimo. Hay que tenerles muchísimo respeto y hay que llevarlo todo con mucha delicadeza porque hay mucha ira acumulada. Se sienten muy despreciados y hay que tratar todo esto con mucha delicadeza y no echar gasolina al fuego. Esas declaraciones no son de las que atemperan. Les presenta como culpables, y eso no es buena cosa.

Las declaraciones de Unai Sordo no son de las que atemperan, y las de Ségolène Royal, han sido pura demagogia

–¿Qué le parecieron las declaraciones de Ségolène Royal, Royal hablando de los «incomibles» tomates españoles?
–Mucho peor. Sabe de lo que está hablando. Es pura demagogia. Es buscar un chivo expiatorio y no asumir la verdad. Bueno, nosotros también estamos echando la culpa a Marruecos. Aquí va a haber que buscar un chivo expiatorio. Los fáciles son el otro y los distribuidores. Pero ese no es el problema de fondo, de verdad. Lo de Royal ha sido un error, pura demagogia, que ha sido matizada afortunadamente, por el propio ministro de Agricultura francés.
-Entre todas las reivindicaciones de los agricultores (burocracia excesiva, dejar de vender a pérdidas, competencia extranjera desleal...), ¿le da más peso a alguna que a otra?
–Estamos asistiendo a una explosión de hartazgo, de desesperanza, y se proponen muchas cosas. Más que de las propuestas, habría que tomar nota de la realidad, de los motivos de la explosión de ira, y empezar a construir a partir de ahí. Atención a las soluciones que los gobiernos van a plantear. En la fase de negación en la que entramos, van a echar la culpa a la distribución y a lo que sea. Es de manual. Y si la respuesta es poner aranceles, los precios, la cesta de la compra, va a seguir subiendo. A nosotros nos interesan las fronteras abiertas, pero que se juegue con las mismas reglas de juego para todos. Es decir, lo que no es de recibo es que recibamos mercancía que no haya sido producida con el mismo nivel de control fitosanitario. Compitamos con transparencia y con las mismas reglas de juego. Personalmente creo que, si entramos en política de aranceles, más un país exportador como España, exportador neto de alimentos, sería pegarnos un tiro en el pie a nuestra economía y supondría encarecer la cesta de la compra del ciudadano. No soy partidario de los aranceles, sí del control de las materias. Es mucho más importante el diseño de la estrategia global que el ir tomando medidas actuales. Creo que los gobiernos van a tomar dos medidas: aranceles, algo que creo que en estos momentos tiene mucho riesgo, y cierta intervención en la distribución. Pero los problemas son mucho más profundos que las medidas demagógicas que estoy oyendo. Lo que hay en el fondo es un sistema de oferta y demanda y que la producción europea está agonizando porque la estamos matando. Eso es lo que tenemos que abordar.

Poner aranceles subiría los precios

–A menudo se culpa a la distribución. ¿Es la culpable de la subida de precios?
–La distribución ha abusado de su poder de compra porque ha tenido mucho poder, y durante décadas ha apretado al agricultor a punto de ruina. Son cómplices necesarios de la venganza del campo. Pero una vez dicho eso, se le puede achacar que deprime el precio, no que lo suba. La distribución hasta ahora ha sido deflacionaria porque ha apretado y apretado al agricultor para tener precio. Ellos de alguna forma compiten por el punto más barato. Hay quien plantea si la distribución es buena o mala, pero es igual ahora que la de hace seis años, y hace seis años los supermercados era muy baratos y ahora son muy caros. Por tanto, el problema no está en la cadena de intermediación. El diferencial es que hay menos oferta de productos y suben los precios. Lo que pasa es que es mucho más fácil y demagógico apuntar a la distribución como culpable, y es verdad que ellos son culpables de apretar al agricultor.

La distribución ha abusado de su poder de compra porque ha tenido mucho poder, y durante décadas ha apretado al agricultor a punto de ruina

–¿Cómo puede resolverse el problema de la sequía?
–España siempre ha tenido periodos de sequía, y va a seguir teniéndolos. España es un país que tiene, por ejemplo, más biometría que Israel y otros países muy avanzados. Llevamos ya décadas que no se acomete inversión hidráulica alguna. No entiendo muy bien por qué no, pero se decidió no hacerla, con lo cual, pues es lógico: no se invierte, no mejora la optimización, el almacenaje, la eficiencia, las conducciones, el ahorro... Además de saber que la alimentación y el agua van muy vinculados, se pueden hacer muchísimas cosas. Israel o California lo hacen mucho mejor que nosotros, siendo exquisitos con el medio ambiente, con mucha mejor eficiencia de la gestión de agua. Venimos de un periodo donde las ideas, las grandes palabras, los ideales, han estado por encima de la gestión. Se nos llena la boca de grandes palabras, pero no vamos a intentar gestionar los recursos naturales. Las grandes ideas son las que nos mueven, pero también tenemos que hablar de las cosas. Como decía Ortega en Buenos Aires, argentinos, a las cosas. Pues aquí también hay que ir a las cosas. Hablemos de gestión, de cómo optimizar. No tiene sentido que Cataluña tenga restricción de suministro. Los Pirineos tienen agua de sobra. El problema es que hace décadas que no invertimos.
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