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El veneno del resentimiento contra los ricos: lo que cientos de miles de españoles deben a Juan Roig y Amancio Ortega

Bajo la óptica de la suma cero, estos empresarios serían unos villanos que han amasado fortunas a costa de explotar a trabajadores y consumidores, pero la realidad es la contraria

Act. 31 ago. 2025 - 10:38

El presidente de Mercadona, Juan Roig, en una imagen de archivo

El presidente de Mercadona, Juan Roig, en una imagen de archivoEuropa Press / Rober Solsona

Hay una teoría intuitiva, pero engañosa que concibe la vida económica como un juego en el que las ganancias de unos se explican por las pérdidas de otros. Dicho de otro modo, si alguien prospera, necesariamente lo hace a costa de empobrecer a los demás: es la falacia de la suma cero.

La falacia de la suma cero es seductora por su simplicidad. Consiste en que el mundo sería como un pastel de tamaño fijo que hay que repartir, y cada ración servida a alguien equivale a menos porciones para el resto. Bajo esta perspectiva, la desigualdad se explica como explotación, y la riqueza de unos sería como consecuencia de la pobreza de otros. Este marco mental alimenta el resentimiento, legitima discursos populistas y ofrece la coartada perfecta para políticas de redistribución agresiva.

La suma positiva

Pero el mundo real demuestra lo contrario: la cooperación humana, enmarcada en instituciones sólidas, genera juegos de suma positiva, un progreso económico donde todos salen ganando.

En un simple intercambio comercial, ambas partes esperan salir ganando. El comprador recibe un bien que valora más que el dinero que entrega, y el vendedor obtiene a cambio un precio que le compensa. Lo mismo sucede a gran escala: las empresas prosperan en la medida en que generan valor para sus clientes, empleados y proveedores.

Tomemos dos ejemplos españoles: Mercadona e Inditex. Bajo la óptica de la suma cero, Juan Roig y Amancio Ortega serían unos villanos que han amasado fortunas a costa de explotar a trabajadores y consumidores. La realidad es la contraria. Si no hubieran existido esos líderes empresariales, cientos de miles de españoles carecerían hoy de empleo estable y de acceso a productos antes reservados a minorías.

La falacia de la suma cero invita a la envidia. En lugar de reconocer que el éxito de un empresario se puede traducir en bienestar compartido, se cultiva la sospecha de que la riqueza privada es necesariamente el reflejo de una injusticia colectiva

Mercadona ha creado más de 100.000 puestos de trabajo directos, y su red de proveedores genera decenas de miles más. Inditex no solo ha situado a España como referencia mundial en el sector textil. También da trabajo a miles de personas en Asia, lo que, con frecuencia, ha supuesto una mejora frente a la pobreza y a la economía informal. Que millones de consumidores en todo el planeta puedan vestir con calidad a precios accesibles es otra muestra de riqueza creada, no arrebatada.

La envidia

La falacia de la suma cero invita a la envidia. En lugar de reconocer que el éxito de un empresario se puede traducir en bienestar compartido, se cultiva la sospecha de que la riqueza privada es necesariamente el reflejo de una injusticia colectiva. De ahí nace el resentimiento y también las políticas de castigar el éxito: impuestos confiscatorios, redistribuciones ciegas, subsidios que perpetúan la dependencia. El resultado sería que la riqueza dejaría de crearse, y lo que quedaría es una redistribución menguante de un pastel cada vez más pequeño.

La misma lógica ha impregnado muchas políticas de ayuda al Tercer Mundo. Durante décadas, Europa y Estados Unidos han entregado miles de millones en transferencias, como una «compensación» por el expolio colonial. Pero el efecto ha sido perverso: élites corruptas en el Tercer Mundo se han perpetuado en el poder y sociedades enteras quedaron atrapadas en una relación de dependencia respecto a los países ricos. El mensaje implícito es devastador: somos pobres porque vosotros sois ricos. Una vez más, la falacia de la suma cero.

Cómo salir de la pobreza

China no salió de la pobreza gracias a la ayuda occidental. Sino a un proceso de transformación que combinó la introducción de mecanismos de mercado con una apertura económica al exterior, expresada en la atracción de inversión extranjera y en una estrategia exportadora sostenida. A ello se sumó el esfuerzo de cientos de millones de personas que migraron a las ciudades, donde se incorporaron a la producción, el comercio y el aprendizaje, convirtiéndose en la base humana que sostiene el crecimiento económico del país.

Mercadona, Inditex, la India o China son ejemplos de que el progreso nace del esfuerzo organizado, no de transferencias forzadas ni de discursos igualitaristas

India, con sus contradicciones, está repitiendo el proceso, atrayendo capital e integrándose en los flujos de innovación. En África, países como Botsuana han demostrado que la estabilidad institucional y la apertura al mercado generan prosperidad sin necesidad de victimismos. Al mismo tiempo, otros Estados que han recibido ingentes sumas en ayuda internacional siguen atrapados en la miseria.

Mercadona, Inditex, la India o China son ejemplos de que el progreso nace del esfuerzo organizado, no de transferencias forzadas ni de discursos igualitaristas.

Si queremos un mundo más justo, deberíamos abandonar la visión de la suma cero y entender que el éxito ajeno no nos perjudica. Sino que es una oportunidad para cooperar y prosperar también nosotros. Como advirtió el filósofo británico Roger Scruton, la riqueza no es un botín fijo que hay que repartir, sino un proceso continuo de creación que florece cuando existen las condiciones adecuadas para la cooperación y la confianza.

Rafael Pampillón Olmedo, Catedrático en la Universidad CEU San Pablo y en el IE Business School.

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