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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la visita a unas obras.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la visita a unas obras.EP

Las infraestructuras, al borde del colapso tras siete años de sanchismo

El caos ferroviario, las carreteras en estado crítico y la red eléctrica saturada evidencian la falta de inversión a pesar de la mejora económica de la que presume el Gobierno

El discurso triunfalista del Gobierno en materia económica contrasta con la realidad de nuestras infraestructuras. Siete años después de la llegada de Pedro Sánchez, España sufre un preocupante caos ferroviario que se une a unas carreteras en estado crítico y una red eléctrica saturada. Y todo ello, con una inversión civil que apenas llega a los 63 céntimos por cada 100 euros de gasto público.

El panorama es desolador. Desde 2018, el Estado ha gastado 4,26 billones de euros, pero solo 26.915 millones se han destinado a inversión civil. En términos relativos, eso significa 63 céntimos por cada 100 euros de gasto público y apenas 29 céntimos por cada 100 euros de PIB generado. Una dejadez inversora que explica el deterioro de servicios clave: un sistema ferroviario convertido en enfermo terminal, unas carreteras que acumulan baches y grietas como en los años noventa y una red eléctrica incapaz de absorber la creciente demanda.

El caso más evidente es el del sistema ferroviario. En los últimos años, el número de incidencias se ha multiplicado exponencialmente. Fallos informáticos, caídas de catenarias o problemas en el material rodante han sido la tónica habitual en los últimos dos veranos. Además, las imágenes de cientos de pasajeros atrapados en trenes sin luz ni aire acondicionado han dado la vuelta al mundo.

Los propios trabajadores de Renfe y Adif señalan un mantenimiento deficiente, con limitaciones de velocidad que se prolongan durante años por falta de intervención. Mientras tanto, los fondos se han concentrado en nuevas líneas de alta velocidad, dejando a la red convencional en segundo plano.

Sin embargo, el ministro de Transportes, Óscar Puente, sigue empeñado a afirmar que el tren vive «el mejor momento de su historia» a pesar de que indicadores clave, como la tasa de puntualidad, ha caído en veinte puntos en apenas dos años.

Carreteras en estado crítico

Si el ferrocarril está enfermo, las carreteras no gozan de mejor salud. El último informe de la Asociación Española de la Carretera revela que más de la mitad de la red presenta deterioros graves y que 34.000 kilómetros necesitan una reconstrucción urgente. El déficit de conservación supera ya los 13.400 millones de euros, lo que convierte a la red viaria española en la peor de las últimas tres décadas.

Las consecuencias van más allá de la comodidad de los conductores. Circular por carreteras deterioradas incrementa hasta un 12 % el consumo de combustible, lo que este verano supuso un sobrecoste superior a 270 millones de euros en desplazamientos de largo recorrido. También afecta a la competitividad: los camiones y autobuses tardan más en cubrir sus trayectos, encareciendo los costes logísticos y, en última instancia, los precios de los productos.

La patronal del sector reclama un plan estable de financiación que combine recursos públicos, fondos europeos y colaboración privada. Pero, de momento, los presupuestos apenas cubren el mantenimiento básico.

Una red eléctrica saturada

Otro frente que preocupe es el de la red eléctrica, que a finales de abril sufrió un cero absoluto que dejó sin luz a 60 millones de personas en la península ibérica. Según los mapas de capacidad publicados por las distribuidoras, el 83,4 % de los nudos de la red de distribución ya están saturados, lo que impide conectar la nueva demanda de hogares, empresas o vehículos eléctricos.

La saturación responde al fuerte crecimiento de las solicitudes de acceso, pero también a la falta de inversiones en digitalización y refuerzo de la red. Las eléctricas advierten de que, sin un marco regulatorio estable que incentive las inversiones, España corre el riesgo de desaprovechar el potencial de las energías renovables y frenar la electrificación de la economía.

Caída de la inversión

La falta de inversión es compartida por carreteras, ferrocarriles y electricidad. España destina hoy a obra civil menos de la mitad de lo que dedicaba en 2009, en plena crisis financiera. Desde entonces, la inversión pública ha caído en picado, y ni siquiera los fondos europeos han logrado revertir la tendencia.

La paradoja es que este retroceso coincide con una etapa de crecimiento económico sostenido. Entre 2021 y 2024, el PIB español creció un 20 % acumulado, pero la inversión en infraestructuras no acompañó ese ritmo y a España se le empiezan a ver las costuras.

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