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La educación en la encrucijadafrancisco lópez rupérez

Una mirada estratégica para la educación española

Si de lo que se trata es de hacer avanzar la educación española hacia un futuro mejor, apoyar las políticas en evidencias constituye una recomendación básica e ineludible en el mundo actual

La reflexión sobre el sistema educativo y sobre su futuro nos enfrenta, necesariamente, con el dinamismo del contexto y con su complejidad. Y es que los desafíos económicos globales afectan de un modo inevitable a la educación, por efecto de esa complejidad subyacente en la que proliferan las interdependencias y emergen fenómenos inesperados. Una especie de «efecto mariposa» atraviesa los diferentes sectores de la sociedad; y esta propagación transectorial de una influencia amplificada termina por alcanzar, de lleno, a la educación.

La intensificación de la carga de conocimiento del empleo, por efecto de la revolución digital, el impacto asociado a los avances en inteligencia artificial, o la globalización del mercado del trabajo intensivo en conocimiento, a través tanto de una movilidad acentuada, como a consecuencia de lo que se ha dado en llamar «inteligencia remota», inciden sobre los sistemas de educación y formación y ponen sobre el tapete nuevos desafíos.

Pero, además, las finalidades básicas de la educación se ven igualmente afectadas y sus interdependencias se hacen, si cabe, aún más evidentes. Por ejemplo, a consecuencia de los profundos cambios que vivimos, los cuatro principios del conocido Informe Delors –aprender a saber, aprender a saber hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos– se muestran como un ovillo causal en el cual el «aprender a saber» se vincula, de un modo sustantivo, con el «aprender a saber hacer», y ambos con el «saber ser», sin el cual ni la aplicación de los dos anteriores principios será socialmente efectiva, ni el «aprender a vivir juntos» se logrará de un modo equilibrado y estable.

En estas circunstancias, el calificativo «estratégico» –que alude a la preparación del futuro de una empresa, de una organización, o de un país, mediante el aprovechamiento de las oportunidades que el entorno pone a su disposición– se convierte en una suerte de interpelación.

Comprometidos con la reflexión académica sobre la calidad de la gobernanza de nuestro sistema educativo y sobre su futuro, el pasado año concluimos y publicamos un análisis DAFO: Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades. Como es sabido, es esta una de las herramientas habituales en el análisis estratégico de las organizaciones. Pero, en este caso, presentaba la novedad no solo de ser aplicada a todo un sistema educativo, sino, además, de venir acompañada de un sofisticado estudio cuantitativo, apoyado en una técnica de jerarquía analítica que permite, de entre todos los factores del DAFO identificados previamente, hacer una selección, basada en datos, de aquellos más relevantes.

En 2010, la reputada consultora internacional McKinsey & Co. publicó un estudio titulado «Cómo continúan mejorando los sistemas educativos de mayor progreso en el mundo», que constituye la culminación de su informe precedente de 2007 sobre las características que tienen en común los mejores sistemas educativos del mundo. Se trataba, en este nuevo trabajo, de «comprender qué intervenciones ocurrieron en cada sistema educativo y cuándo, así como el modo en que estas intervenciones interactuaron entre sí en un contexto más amplio del sistema para producir mejores resultados para los alumnos». Mediante una metodología rigurosa, que combinaba lo cuantitativo con lo cualitativo, culminaron una investigación que posee un indiscutible valor estratégico.

Son muchas e interesantes las lecciones que se derivan de ese informe, pero quizás lo más curioso sea que cada etapa de avance de un sistema educativo –de un estadio de mejora hacia el siguiente– está «asociada con un grupo de intervenciones, independientemente de la geografía, la cultura o el régimen político (…). Si bien el contexto influye en el énfasis y la combinación de las intervenciones que el sistema elige de ese grupo, el modelo de intervención es notablemente uniforme entre los sistemas que aspiran a resultados similares».

Cuando se comparan las intervenciones recomendadas para el grupo de rendimiento en el que se encuentra España con las resultantes de nuestro estudio DAFO, se aprecia que, a pesar de tratarse de investigaciones independientes, apoyadas en supuestos distintos y con metodologías completamente diferentes, los resultados aplicables a las políticas para la mejora de nuestro sistema educativo, en lo esencial, coinciden.

Recurriendo, por cortesía, a las descripciones literales de aquellas actuaciones del estudio de McKinsey que coinciden con las del nuestro, se obtienen las siguientes políticas prioritarias para la mejora del sistema educativo español: (1) fortalecer el desarrollo profesional para docentes y directores, nuevos y titulados; (2) evaluar alumnos a nivel regional o nacional en diversos grados y temas; (3) recopilar, analizar e intercambiar datos sobre el desempeño del sistema (escuelas, alumnos, educadores, zonas geográficas) y usar los datos como herramienta para orientar la asignación de los apoyos; (4) definir qué deben saber los alumnos, qué deben comprender y qué deben ser capaces de hacer, y crear el contenido de enseñanza correspondiente; (5) introducir nuevos esquemas de recompensas para el buen desempeño, y estructurar la remuneración de docentes y directores de acuerdo con el papel que desempeñan; y, finalmente, (6) facilitar el trayecto de mejora articulando en las leyes las aspiraciones, los objetivos y las prioridades del programa de reforma.

Si de lo que se trata es de hacer avanzar la educación española hacia un futuro mejor, apoyar las políticas en evidencias constituye una recomendación básica e ineludible en el mundo actual. La coincidencia de las recomendaciones principales que emergen de las dos investigaciones independientes, más arriba descritas, refuerza su consistencia empírica. Ambas señalan con claridad a los poderes públicos el camino a seguir.

Francisco López Rupérez es director de la Cátedra de Políticas Educativas de la UCJC y expresidente del Consejo Escolar del Estado