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29 de abril de 2024

Numerosos etarras con crímenes de sangre han sido homenajeados en los últimos meses

Numerosos etarras con crímenes de sangre han sido homenajeados en los últimos meses

El reguero de sangre de los etarras excarcelados por Pedro Sánchez

La política penitenciaria desde 2018 ha facilitado la liberación de treinta y cinco terroristas, muchos con decenas de asesinatos a sus espaldas

El intento de rendir en Mondragón a Henri Parot un homenaje explícito, en plena vía pública, supuso para la opinión pública de España, en todas sus Comunidades Autónomas, País Vasco incluido, un shock que desbordó el espacio de las víctimas del terrorismo. Este etarra de origen francés, sentenciado en firme por 39 asesinatos, incluidas cinco niñas y dos menores de edad, permanece tras los barrotes desde hace 31 años gracias a la legislación actual, que eleva a cuatro decenios el tiempo de permanencia en prisión para delitos de especial gravedad.
El entorno proetarra, pese a las numerosas muestras de rechazo, finalmente sí encontró un subterfugio para celebrar en treinta pueblos del País Vasco actos «contra la cadena perpetua encubierta». En lenguaje claro, para exigir la liberación de terroristas como Parot. A ello se suma la política penitenciaria puesta en marcha por Pedro Sánchez, que ha facilitado desde 2018 la excarcelación de treinta y cinco presos de ETA, muchos con delitos de sangre.
El escándalo Parot ha permitido visualizar que ETA no forma parte de ningún arcaico pasado. La banda comenzó a asesinar en 1968 y dejó de hacerlo en 2011. Varios de sus fundadores y la inmensa mayoría de sus verdugos están vivos. Muchos disfrutan hoy de la libertad gracias a ese Estado de Derecho que tanto detestan. El Código Penal de 1973, por el que muchos han sido condenados, contempla un máximo de permanencia en prisión de 30 años.
Es la situación, por ejemplo, de Agustín Almaraz, que salió a la calle en agosto de 2021 tras pasar veinticinco años en prisión —tres cuartos de su condena— por tres asesinatos: un guardia civil y dos policías. Almaraz fue recibido como un héroe, con víctores y txistularis, por grupos anticonstitucionales en el barrio bilbaíno de Santuxtu, muy cerca de las mismas vías y travesías donde descerrajó tiros en la nuca. Sortu prorrumpió con ovaciones digitales desde Twitter.
Similar recibimiento en Bilbao —en este caso, en el barrio de Uriberri— encontró Joseba Enbeita Ortuondo, puesto en libertad en 2018 tras pasar veintitrés años en prisión por su colaboración necesaria con el llamado Comando Vizcaya, que asesinó al ciudadano de origen vasco y sargento mayor de la Ertzainza, Joseba Goikoetxea. En su currículo criminal incluye la jefatura de la KAS, Koordinadora Abertzale Sozialista, la organizadora de los movimientos políticos, sindicalistas y terroristas de la izquierda abertzale.

30 años por 40 asesinatos

Ese mismo año el histórico etarra Santiago Arrozpide Sarasola, alias Santi Potros, salía de la cárcel tras cumplir treinta años de una sentencia original de 70. Los tribunales demostraron que Potros, desde su responsabilidad en el organigrama de la banda, fue el inductor necesario de cuarenta asesinatos, incluidos cuatro niños.
Un año más tarde, en 2019, las puertas del penal se abrían para Xabier Ugarte, uno de los responsables del secuestro de José Ortega Lara. El ongi etorri —‘bienvenida’ en euskera— que recibió en su localidad natal de Oñate, Guipúzcoa, celebró aquellos mismos delitos por los que pasó entre rejas veintidós del total de doscientos años de su condena. Ugarte cometió dos asesinatos, dejó trece heridos y estuvo implicado en un secuestro y una retención. Nunca ha pagado a sus víctimas los 224.000 euros de indemnización civil por los que también fue condenado.
Sin llegar a mostrar nunca arrepentimiento, Francisco Múgica Garmendia, alias Pakito, cumplió treinta y tres años —diecisiete de ellos en cárceles españolas— de su condena de dos mil trescientos cincuenta y cuatro. Como miembro de la cúpula de ETA en el momento de máximo terror, Pakito ordenó el ataque contra la casa-cuartel de Zaragoza —el atentado lo ejecutó Parot— en el que murieron once personas, cinco de ellas niñas. En 2004 Pakito firmó una carta junto con otros cuatro etarras en la que solicitaba a la dirección de ETA que finalizase los atentados «por resultar contraproducentes para los objetivos políticos» de la banda. La carta se filtró a la prensa y ETA lo expulsó de la organización. No tuvo ongi etorri. Salió de prisión en diciembre de 2020.

Existen arrepentidos

Antonio Troitiño es otro etarra que por «razones humanitarias y de dignidad personal» ha quedado en libertad en enero de 2021 ante la enfermedad incurable y terminal que padece. Troitiño, autor de veintidós asesinatos dentro del Comando Madrid, ha cumplido veinticuatro años de cárcel de sus tres mil de condena. Las muertes por él causadas con tiros en la nuca y bombas lapa, en cambio, nunca admitieron apelación ni reducción.
Merece la pena mencionar a José Luis Álvarez Santacristina, alias Txelis, un caso singular en la historia de ETA. Experimentó durante sus veintitrés años en prisión una profunda conversión religiosa que le llevó a desvincularse de la banda, pedir perdón de forma expresa a las víctimas, resarcirlas económicamente y liderar la Vía Nanclares, que implica beneficios penitenciarios para los terroristas que se desligan de la organización. Quedó en libertad condicional en 2015.
Mención aparte merece Iñaki de Juana Chaos. Condenado a tres mil años de prisión por veinticinco asesinatos, solo cumplió veintiuno por error en el cómputo. Está fugado de la justicia desde 2008, y es un hecho conocido por los Servicios de Inteligencia españoles que desde 2015 regenta una licorería en Chichirivite, un pueblo de Venezuela. De Juana ha mostrado tan poco remordimiento como José Javier Zabaleta Elosegi, alias Baldo, el número dos de ETA en el momento de su detención en 1990. Quedó en libertad en 2019, tras pasar veintinueve años entre rejas. Sus simpatizantes en el crimen le ofrecieron la correspondiente bienvenida.
La sangre del inocente resulta difícil de borrar. Recordemos a Lady Macbeth: «¡Fuera, maldita mancha! ¡Fuera digo! (…) ¿Por qué temer que se conozca si nadie nos puede pedir cuentas? Mas, ¿quién iba a pensar que el viejo tuviera tanta sangre?». Ante la violencia de los Partidos Únicos, que intentan imponer sus ideologías por cualquier medio, ilícito o no, la sociedad reclama justicia. 378 asesinatos de ETA continúan sin resolver. 
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