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26 de abril de 2024

Pedro Sánchez y Adriana Lastra con su Peugeot

Pedro Sánchez y Adriana Lastra con su Peugeot en el año 2016Twitter Pedro Sánchez

Pedro Sánchez

Sánchez: del repudio socialista a la presidencia de un Gobierno de cuentas pendientes

El presidente ha ganado enemigos tanto fuera de su partido como entre los socialistas

«El lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar». Estas fueron las palabras que Pedro Sánchez pronunció tras su dimisión como diputado y secretario general socialista tras dos batacazos electorales, su característico ‘no es no’ y la posterior dimisión en bloque de su Ejecutiva Federal. Era el año 2016. Sólo dos años después se convertiría en presidente del Gobierno.
La historia del líder socialista ha estado marcada por los golpes: unos de suerte y otros, no tan gratificantes, le han llegado desde su propio partido. Su entrada a las instituciones se produjo en el 2004 tras la renuncia de Elena Amedo a su escaño en el Ayuntamiento de Madrid. No fue hasta el año 2009 cuando ocuparía un puesto en el Congreso de los Diputados. De nuevo tras una dimisión, en este caso de Pedro Solbes.
Sánchez aprovechó esta época para ganar fuerza a nivel interno llegando a vencer en unas primarias en 2014 que le convirtieron en secretario general. El ya líder socialista ganó con el 48% de los votos frente al 36% que consiguió Eduardo Madina. El tercer puesto lo ocupó José Antonio Pérez Tapias. Entre aplausos y vítores, incluso de los que más tarde se convertirían en sus enemigos, se proclamó líder de los socialistas para enfrentarse a unas elecciones generales que precipitaron su defenestración tras cosechar los peores resultados históricos socialistas y la primera investidura fallida de la democracia española.

El fracaso del «No es no»

Sumido en su primera gran crisis, la repetición de elecciones nacionales en 2016 fue la puntilla. El miedo a unos terceros comicios y su negativa a abandonar el ‘no es no’ aumentó el malestar entre los militantes socialistas. Especialmente, entre los todopoderosos barones que se quejaban públicamente del escaso talante negociador de Sánchez. Entre los partidarios de la abstención se encontraba su contrincante en las primarias, Eduardo Madina, cuya mala relación aumentó cuando éste rechazó formar parte de la Ejecutiva del secretario general.
El propio Rajoy afeó al líder del PSOE su actitud con una frase que muchos han repetido con distintas palabras durante los últimos años: «Ha puesto usted las instituciones al fondo de su supervivencia», le espetó desde tribuna del Congreso.
Sánchez tuvo que enfrentarse entonces a sus peores días dentro del partido: la dimisión en bloque de la parte andaluza de su Ejecutiva y el fracaso de su intención de celebrar unas primarias donde los militantes le reeligieran como líder. La imposibilidad de primarias fue provocada por la votación negativa y a mano alzada de su Comité Federal que presionó así para la salida del líder socialista que había quedado completamente desautorizado.
Sendas derrotas provocaron su dimisión inmediata como secretario general y su renuncia al acta de diputado unas semanas más tarde.

Gira por España

Tras tocar fondo y siendo conocedor del poder que aún podía ejercer sobre las bases socialistas, Sánchez emprendió un viaje por toda España en el que visitó a la militancia de todo el país para escuchar sus peticiones y convencerles de ser la salvación del partido.
Por aquel entonces no disponía de su helicóptero Super Puma y tuvo que hacerlo en su Peugeot 407. Su gira duró seis meses y suscitó tanto interés entre la militancia que la mayoría de los recintos elegidos para los actos se quedaron pequeños.
Con el trabajo de campo hecho se postuló de nuevo como secretario general. En las primarias se enfrentó a Susana Díaz y Patxi López en una campaña feroz. Las encuestas y las corrientes internas de la formación daban por vencedora a Díaz. La gira con la militancia dio sus frutos y Sánchez ganó las primarias a pesar de tener en su contra al aparato del partido.

Llegada a la presidencia

La suerte parecía comenzar a sonreírle a la vez que la sombra de Caso Gürtel volvía para amenazar al Gobierno de Rajoy con una sentencia de la Audiencia Nacional. El 1 de junio de 2018, Sánchez consiguió sacar adelante una moción de censura apoyado por el que es hoy su socio de Gobierno, Podemos. Apenas dos años después de haber sido repudiado por los suyos, Pedro se convirtió en presidente de España.
Tras llegar al pico de la montaña rusa, el carruaje de Sánchez comenzó de nuevo su descenso al fracasar la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Las cuentas de Rajoy continuarían prorrogadas. Dos días después, el presidente comparecía ante los medios para anunciar un adelanto electoral.
Las elecciones de abril de 2019 desencadenaron un tira y afloja de los socialistas con el resto de fuerzas parlamentarias. Pero ni la primera ni la segunda votación dio como resultado un nuevo presidente del Gobierno.
A la tercera fue la vencida y Sánchez consiguió su puesto como líder del Ejecutivo en noviembre del mismo año. Las negociaciones que no habían cuajado en los anteriores comicios lo hacían ahora. Sánchez pasó de asegurar que no «dormiría con Podemos en el Gobierno» a convertir a Pablo Iglesias en su vicepresidente en un Ejecutivo con número récord de ministros.
La conjunción de PSOE con Podemos ha generado una época de inestabilidad política en una España a la que Europa ha tenido que vigilar con lupa. Además de sus polémicas decisiones durante la pandemia y el pago de las rentas a sus socios comunistas e independentistas, Sánchez ha sido fuertemente criticado por su gestión de la pandemia.

Crisis de Gobierno

Cuando el coronavirus comenzaba a remitir tímidamente, llegaron las elecciones a la Comunidad de Madrid. El vicepresidente Iglesias decidió abandonar su cargo en el Gobierno para concurrir como candidato logrando unos tímidos datos que le hicieron renunciar al escaño que había logrado en la Asamblea. Fue sustituido por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.
La tensión continua en el seno del Gobierno provocó una crisis en el Ejecutivo este mes de julio que tuvo como resultado un terremoto político en el que Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Arancha González Laya, Juan Carlos Campo, Isabel Celaá, Pedro Duque y José Manuel Rodríguez Uribes se quedaron sin silla en el Consejo de Ministros. Junto al cambio radical en los ministerios llegó uno de los más inesperados: el relevo de su mano derecha y jefe de gabinete, Iván Redondo. Las carteras de Podemos quedaron intactas.
Tras un verano convulso, el nuevo curso político parece haberse dulcificado para Sánchez. La relación con su socio de Gobierno ha mejorado notablemente desde la dimisión de Iglesias como vicepresidente. A pesar de ello, Sánchez no espera navegar en aguas calmadas y no olvida que lidera un Gobierno que cuenta aún con muchas cuentas pendientes con los partidos en los que se ha visto respaldado. 

Las falsas promesas de Sánchez

«Los partidos deben dejar de proponer candidatos para el CGPJ», 2016. A pesar de sus promesas, Sánchez impulsó una reforma en la que retiraba competencias al órgano judicial pero donde el nombramiento de los miembros continúa ligado a los políticos.

«Necesitamos una ley educativa consensuada», 2016. El presidente se comprometió a elaborar una ley de educación que pudiese perdurar en el tiempo a pesar de los cambios de Gobierno. Sin embargo, el equipo de Sánchez aprobó la llamada Ley Celáa en la que no contó con la opinión ni de la oposición ni de la sociedad civil.

«Lo primero que hará el PSOE será derogar la reforma laboral de Rajoy», 2014. Sánchez se mostraba así de tajante sobre la intención de su formación de derogar la reforma laboral. Esta es, además, una de las grandes promesas incumplidas a su socio Gobierno, Podemos. 
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