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27 de abril de 2024

María Soledad Iparraguirre, Anboto (ETA)

EFE

Soledad Iparraguirre ‘Anboto’, la asesina que pisó todos los escalones de ETA

La vida de la mujer más alto llegó organización terrorista es la historia de la propia banda asesina

Soledad Iparraguirre, ‘Anboto’, ha sido juzgada este jueves por el atentado que el 6 de agosto de 1987 costó la vida a dos policías nacionales en el alto de Armentia, muy cerca de Vitoria. Sin ni siquiera molestarse en lanzar un alegato para justificarse, la asesina ha aceptado los 70 años de prisión que solicitaba la Fiscalía. Con esta condena, acumulará ya 400 años de condena.
Aquel día de 1987, la misma ‘Anboto’ según ha reconocido, apretó el botón de un mando a distancia que hizo explotar los 36 kilos de amonal y 40 de metralla del interior de un vehículo aparcado en la cuneta a la espera del paso de dos coches de la Policía Nacional.

Desde su nacimiento

El mando a distancia, después del tiro en la nuca, es el método más empleado por la banda terrorista ETA en la comisión de sus atentados. ‘Anboto’ lo conocía bien. Casi se puede decir que Soledad Iparraguirre nació ya dentro de ETA. En su caserío natal su padre albergaba tanto a terroristas como explosivos.
Casi desde la adolescencia, ‘Anboto’ siguió los pasos familiares y se involucró en la actividad terrorista en todos los sentidos personal y sentimentalmente. Su primer novio, José Ariztimuño ‘Pana’, murió en un enfrentamiento con la Policía en Vitoria en 1982. A raíz de aquel suceso huyó a Francia y solo regresó para integrarse en el Comando Araba, uno de los más sanguinarios de los años 80. Allí participó, presuntamente, en el atentado por el que se le juzga este jueves y que acabó con la vida de Antonio Ligero y Rafael Mucientes. También está acusada de provocar otros cuatro asesinatos en Vitoria y Bilbao.

Juró odio eterno a la Policía y a la Guardia CivilMatías Antolín

Dicen de Soledad Iparraguirre que se le consideraba una etarra «muy radical y peligrosa pues juró odio eterno a la policía y a la guardia civil», según describía hace unos años el periodista Matías Antolín.
Y ese odio le llevó a ir escalando posiciones dentro de la organización terrorista y en 1992 se integró en el comando más cruel y despiadado, el Comando Madrid. Allí, en 1993, la banda terrorista cometió el atentado de la calle López de Hoyos que provocó la muerte de siete trabajadores del Estado Mayor de la Defensa.
Dicen las fichas policiales de la época que le gustaba mostrarse como una mujer «elegante y con buena presencia» y que frecuentaba «ambientes selectos de la capital». Pero tan solo unos meses después, fue llamada a Francia para ingresar en la cúpula de los asesinos y hacerse cargo de los comandos legales de ETA, aquellos compuestos por terroristas todavía no identificados. Y en 1998 pasó a encargarse de las finanzas de la banda terrorista, es decir, tanto de gestionar el dinero que llegaban a los comandos como del cobro del «impuesto revolucionario».

Operación Santuario

Como integrante de la máxima dirección de ETA, conoció al número 1, a Mikel Albisu ‘Mikel Antza’, se enamoraron hasta el punto que fueron a vivir juntos a una pequeña localidad muy cerca de la ciudad francesa de Pau, donde fueron detenidos en 2004, en la Operación Santuario, según fuentes policiales, “la más importante de las desarrolladas contra ETA", por los detenidos y por toda la documentación y material interceptados.
Desde entonces cumplió prisión en Francia. ‘Mikel Antza’ quedó en libertad al no tener causas pendientes en España, pero ‘Anboto’ fue extraditada. A ella le constan hasta 12 procesos judiciales por el asesinato de 14 personas. Desde entonces, acumula ya condenas de 329 años a los que hay que sumar, cuando sea firme, los 70 años que ha aceptado hoy.
Soledad Iparraguirre ‘Anboto’ nunca se ha arrepentido, nunca ha renegado de sus actos terroristas, ni tan siquiera, según se está viendo en los juicios a los que está siendo sometida, ha intentado justificar sus actos. Simplemente, los cometía. Así, con esa sangre fría, se convirtió en la segunda mujer en llegar a la cúpula de ETA, solo después de Yoyes, que fue asesinada en 1986 por querer desvincularse de los terroristas. Esa pertenencia a la cúpula también le puede llevar a ser juzgada por los atentados que aprobó desde Francia como parte de las distintas cúpulas etarras tras los procesos abiertos por la asociación Dignidad y Justicia contra los autores intelectuales de los atentados terroristas.
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