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18 de abril de 2024

Las imágenes de las cámaras de seguridad han despertado las sospechas policiales

Las imágenes de las cámaras de seguridad han despertado las sospechas policialesEl Debate

Crónica negra

Este es el momento en el que la Policía cree que la sindicalista manipuló la croqueta para envenenar a su marido

El Debate accede a las imágenes de las cámaras de seguridad del bar donde supuestamente una mujer intoxicó a su exmarido para robarle casi 27.000 euros

Hace unos meses, los dueños del bar El Junco, en Zaragoza, de nacionalidad china, instalaron varias cámaras de seguridad para evitar los robos que estaban sufriendo: tres muy seguidos. Colocaron ocho cámaras para cubrir todo el perímetro y así disuadir a los ladrones. Son personas muy amables, pero no compraron las cámaras de más alta resolución que hay en el mercado. Por eso las imágenes salen algo borrosas. Aún así se observa con claridad el momento en el que Marta L. G., una destacadísima dirigente de CC.OO. en Aragón, envía a Juan Carlos, su exesposo, a la barra a cambiar su consumición.
La mesa que eligió la pareja para sentarse se sitúa en una esquina del local. Una zona oscura pegada a una cristalera. Marta se colocó en una posición desde la que podía vigilar la barra. Junto a ella, apoyado en su propia silla, un paraguas. De hecho, los dos, en un primer momento, se habían sentado en el exterior, en la terraza, donde no había cámaras. Sobre la acera hay una docena de mesas de metal negro, pero una más que inoportuna lluvia hizo que se tuvieran que trasladar al interior, donde sí las había.

La mesa más alejada

Se sentaron en la mesa más alejada de la barra, quizá porque Marta quería que su expareja tardase más en ir y volver y tener tiempo para presuntamente desarrollar su plan. Una vez que se sentaron, la sindicalista le colocó la tapa de croqueta delante, pero antes de que pudiera disfrutarla, le envió a pedir un vaso de cristal.
El hombre, del que el entorno de ambos asegura que no se tiene de lo bueno que es, acudió servicial a la barra. La camarera apenas tardó unos segundos en atenderle. Los investigadores creen que la escasez de tiempo hizo que Marta, presuntamente, no tuviera tiempo en el primer intento para introducir las benzodiacepinas en el interior de la croqueta.
Esa es la razón por la que, según los responsables de las pesquisas, le envió otra vez, en esta ocasión para cambiar la consumición que ella había pedido por otra. En su segunda visita a la barra Juan Carlos tardó un poco más. En las imágenes a las que ha tenido acceso El Debate se observa cómo la mujer le mira mientras se dirige a la barra y cómo tiene la mano derecha sobre la mesa, donde solo está la tapa de croqueta.
Imagen de Marta L. G., presunta autora del envenenamiento de su marido

Imagen de Marta L. G., presunta autora del envenenamiento de su maridoEl Debate

Un agujero en la croqueta

Los investigadores creen que, probablemente, tuvo que hacer un pequeño orificio e introducir una masa de pastillas machacadas previamente. Si hubiese sido líquido, la croqueta habría chorreado, lo que habría desconcertado a su exmarido.
El hombre se sintió mal casi enseguida. Recuerda que la croqueta estaba amarga, pero tenía hambre. Minutos después perdió la memoria. Sería las once de la noche pasadas. A las 23:17 desde el móvil de Juan Carlos se hace una trasferencia a la cuenta de su mujer por un importe de 4.301,99 euros; dos minutos después otra de 5.000 euros; a las 23:31 una tercera de 2.501,99; y sólo cinco minutos después una cuarta por un importe de 15.000 euros, esta vez a la cuenta de la hija de ambos.
En Zaragoza no se habla de otra cosa, un matrimonio de abogados, ella especialmente conocida por su trabajo en CC.OO.: una mujer alta, rubia y muy aparente. Nadie se puede creer que haya tratado de intoxicar a su marido. Sin embargo, las imágenes, sumadas a las transferencias y a los análisis de sangre en el hospital Miguel Servet, se antojan definitivos.
Marta ha desaparecido de la capital aragonesa y no responde al teléfono. A última hora de ayer cerró su perfil de Twitter y no ha regresado a su chalé. «Ya hay algo más terrorífico que decir cocreta», comenta jocoso un paisano frente al bar El Junco, «envenenar a tu expareja con una de bacalao».

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