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27 de abril de 2024

Imagen del yihadista de Algeciras

Imagen del yihadista de Algeciras

La Policía posee una grabación completa de tres minutos que muestra el ensañamiento del yihadista con el sacristán

La Policía ha recuperado las imágenes de las cámaras de seguridad: el crimen de sacristán está grabado entero. Son tres minutos de aterrador video

Son las 18.40. Un joven estudiante de bachillerato sale de su casa. Camina hacia el centro de Algeciras. Al llegar a una zona de escaleras, se encuentra con otro individuo, un poco mayor que él. Se miran a los ojos fijamente durante un par de segundos: no intercambian palabra alguna. El joven sigue su camino, pero escucha como el tipo con el que se había cruzado, vestido con chilaba gris y negra, comienza a seguirlo. A la altura de la Plaza Alta se gira para comprobarlo. El otro se acerca y le da un puñetazo en el lateral de la cabeza. Le rompe las gafas y con el metal se corta a la altura de la ceja.
El individuo es el asesino de Algeciras: Yassin Kanjaa, de 25 años. Le señala y le increpa con algo así como: «Trabajas para Jesús y María». El adolescente no sabe qué decir. El agresor le deja en paz y sigue su camino.
Son las 19.00. Kanjaa camina rápido, se dirige a la iglesia de San Isidro. En la puerta se topa con una feligresa. Intercambian unas palabras. «¿Cristiana?», le pregunta. «Sí», le contesta la señora. «Alá u Abhá», le dice. Significa Dios es el más glorioso. «Mejor Islam. Conviértete». La mujer no se calla: «A mí déjame en paz de conversiones». La feligresa le da la espalda y entra en la iglesia. Kanjaa se va.

En busca del machete

La Policía Nacional cree que en ese momento acude a su casa, una infravivienda cerca del lugar donde minutos después cometería los ataques. Sube, saca el machete de la funda, esconde la funda en una especie de falso techo de madera y baja a la calle con el arma. Regresa de nuevo a la iglesia de San isidro. En el interior hay gente y está el párroco. Se acerca por detrás, saca el machete y le lanza un tajo al cuello. Se oyen gritos. El cura se lleva la mano al cuello y huye como puede. Extrañamente, Kanjaa no busca ajusticiarle. Grupos de gente salen corriendo de la iglesia. Otros se esconden detrás de las columnas.
Son las 19.08. Kanjaa lleva el machete a la vista, va mirándolo todo y hablando solo. Recorre los 300 metros que separan la iglesia de San Isidro, donde ha dejado un rastro de violencia, caos, miedo y sangre, de otra plaza cercana, la Plaza Alta. Allí está la iglesia Nuestra Señora de La Palma.
Son las 19.10. Entra en iglesia. Comienza a tirar cirios, rompe alguna iconografía cristina, y trata de dañar el altar. El estruendo llama la atención del sacristán que le reprende a gritos: «¿Pero qué estás haciendo? ¡Para por Dios!». Los investigadores creen que cuando lo hizo no se había dado cuenta de que Kanjaa llevaba un machete de grandes dimensiones. El agresor se le aproxima con ganas de sangre. Levanta el arma. El sacristán huye de la iglesia y le implora: «¡No me haga daño, por favor!». Lo repite varias veces. Sale al exterior corriendo. Detrás Kanjaa, con el machete en alto, va gritando: «Alá u Abhá». Repite una y otra vez. Cuando está cerca del sacristán le da un machetazo por la espalda, justo en el cuello. La víctima avanza unos metros más, pero se desestabilizada y cae al suelo. Su agresor levanta el machete y le se lo clava en la cabeza. Muere al instante. El inmigrante magrebí lo deja tirado, se da la vuelta y levanta el machete en dirección al cielo en señal de triunfo. Se gira y mientras no deja de hablar en voz alta, aunque los paseantes que hay cerca no se enteran bien de qué dice. La secuencia entera está grabada por las cámaras. Son tres minutos de video aterrador.

Se entrega a la Policía

Son las 19.13. El asesino magrebí se dirige a la capilla de Europa. Le cierran la puerta para que no pueda entrar. Golpea la puerta dos o tres veces: patadas. Aburrido sigue caminando. Transita por una calle aledaña, concretamente la calle Murillo, cuando ve a dos agentes de la policía local de Algeciras. Cruza la mirada con ellos que se llevan la mano al cinto. Kanjaa tira el machete al suelo, levanta las manos y se deja detener sin resistencia: «¡Alá u Ahbá!». Los agentes le esposan, le registran, pero está indocumentado. Llega la Policía Nacional. Lo trasladan a comisaría. Allí lo identifican.
Un rato después. Con una orden judicial de urgencia de entrada y registro, los agentes se presentan en su casa. Comienza el registro. Encuentran varios dispositivos: pen drives. Los embolsan. La funda del machete en el falso techo. La embolsan. Decenas de medicamentos de muchos tipos, entre ellos ansiolíticos. Los embolsan. No hay más armas, ni elementos que demuestren su radicalización.
Mientras tanto. Ningún policía acaba su turno. Todos saben que la noche va a ser larga. Logran averiguar que tiene un perfil falso en Facebook. Los revisan y ven que en los últimos meses ha demostrado su radicalización. Se había entregado al yijadismo. En calabozos no dice nada. Solo sonríe. Algeciras llora y trata de recuperarse del terror. España llora la muerte del sacristán y clama por vivir en paz. Los políticos discuten. La Policía lamenta no haber podido hacer más: faltan efectivos. Casi todas las energías dedicadas a esta investigación y a determinar si se trataba de una célula o un lobo solitario. En el estrecho hay menos vigilancia. Imaginen los narcos. Haciendo su agosto en enero.

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