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27 de abril de 2024

Plano de la casa de Benito y las evidencias más importantes

Plano de la casa de Benito y las evidencias más importantesEl Debate

Defender tu casa de ladrones puede costarte la cárcel si no eres especialista en Derecho penal

Un jurado declara culpable de homicidio a un sexagenario que mató al ladrón que entró en su casa. La fiscalía pedía 6 años de prisión y una acusación particular hasta 22 años.

Si el juez hace caso a la fiscal, Benito, un sexagenario sordo del oído izquierdo y tuerto, ingresará en prisión. La representante del ministerio público ha pedido para él dos años y medio de prisión (al principio solicitó 6) y a partir de dos años y un día, hay que entrar a cumplir sí o sí. La pena no se suspende. ¿Qué culpa tuvo Antonio? Su culpa fue tener una casa atractiva para un ladrón que forzó un acceso para robarle en plena madrugada. Eso, y no ser abogado especialista en derecho penal. Enseguida lo entenderán.
A Benito, de 64 años, lo embistió un camión cuando era joven. Él iba en moto. Salvó la vida de milagro, pero tuvo muchas secuelas: medio hemisferio cerebral quedó inutilizado y en el otro le tuvieron que instalar una válvula para que no colapsase. Quedó ciego y sordo del lado izquierdo. Con el tiempo el oído derecho y la visión de ese lado también comenzaron a menguar.
Leyenda con las evidencias más importantes encontradas en la casa

Leyenda con las evidencias más importantes encontradas en la casaEl Debate

Cuando todavía vivía su mujer, Lina, él se acostumbró a dormir del lado derecho. ¿Por qué? Porque ella usaba una máquina de oxígeno muy ruidosa toda la noche, por eso Benito amortiguaba ese sonido apoyando la oreja derecha en la almohada y dejando al descubierto el oído por el que no escuchaba nada.

Descubre la puerta abierta

Otra de sus manías, cerrar la puerta de la habitación. Siempre lo hacía al irse a acostar. Así durante años. Desgraciadamente Lina falleció y él quedó viudo: más triste y solo, pero con las mismas costumbres. El 20 de mayo de 2018, Benito cerró la puerta de la habitación y se acostó como todos los días, del lado derecho. Tomaba muchas pastillas y apenas conseguía dormir unas pocas horas seguidas, porque hay edades en las que la vejiga manda.
Se levantó en mitad de la madrugada del día 21 de mayo. Trató de encender la luz de la mesilla, pero no funcionaba. Le dio a la luz de baño que había dentro de su habitación y tampoco. Estaba todo a oscuras, pero era su casa y sabía caminar en la oscuridad sin tropezarse. En estas, que al ir a salir de su cuarto para comprobar el cuadro de luces, se dio cuenta de que la puerta de la habitación estaba abierta.
Supo que alguien la había tocado y eso implicaba que alguien había entrado en su casa. Estaba aterrado. Hacía años que no lo utilizaba, pero se acordó que tenía un cuchillo de caza en la mesilla de noche. Caminó en la oscuridad hasta allí y lo cogió. Sólo pretendía defenderse. Según salió de la habitación, recibió un golpe fuerte y seco en la cabeza. Se tambaleó y casi se cae. Él pensó que le habían dado con un florero, pero todo apunta a que le agredieron con una barra de hierro de metro y medio de longitud. «Me pegó un montón de veces», explicó Benito a Su Señoría cuando todavía podía hablar, porque ya se ha quedado sin habla.

«Si no me defiendo, estoy muerto»

¿Qué hubiera hecho cualquiera que tuviese en la mano un cuchillo en ese momento? Defenderse. Así lo hizo Benito: «Si no me llego a defender ahora estaría muerto», aseguró delante de la jueza. En la oscuridad, aterrado, temiendo por su vida, y como no era experto en derecho penal, tiró cuchilladas a diestro y siniestro. Ninguna de las que le dio al ladrón fue mortal. Hablamos de 22 heridas, de las que la mayoría eran cortes superficiales, salvo cuatro que sí tienen una profundidad de poco más de tres centímetros. Y lo más importante, ninguna en la espalda del ladrón.
Benito le podría haber rematado o clavado el cuchillo de 27 centímetros de longitud en el pecho hasta el mango. Pero no lo hizo, en cuanto pudo se alejó del peligro, abandonó la refriega y se encerró en la cocina. Puso una mesa para bloquear la puerta y evitar que el ladrón le persiguiera. Después abrió la ventana y comenzó a gritar enloquecido que llamasen a una ambulancia y a la Guardia Civil.
El ladrón murió desangrado: de un shock hipovolémico. A Benito lo han juzgado esta semana por esa muerte. La fiscalía ha convencido al jurado popular de que Benito actuó mal: no fue proporcional su actuación respecto a la agresión sufrida, (barra de hierro contra defenderse con un cuchillo), y que tampoco lo fue las 22 heridas que le provocó. Es decir, le tenía que haber dicho al ladrón: «Un segundito. ¿Qué llevas una barra? Aguanta un momento y ahora me sigues pegando y robando, pero si salvo la vida, para que no me condenen, voy a buscar otra barra como la tuya».
No solo se trataba de la igualdad entre armas, si no que su defensa no fue proporcional. Entonces, ¿cuántas veces puedes herir al ladrón que entre en tu casa para salvarte de la cárcel? Benito, que no es abogado penalista, no pensó ni en una cosa ni en la otra. Defendió su vida como pudo de un intruso que sin ningún derecho había irrumpido en su domicilio. Por cierto, Benito, como cualquiera en esa situación, estaba aterrado, pero para el jurado popular, no lo suficiente. Tenía miedo, pero no tanto. De una escala entre el 1, poco aterrado y el 3 pánico absoluto, dijeron 2, miedo a medias. Así que le conceden las atenuantes de legítima defensa y miedo insuperable, pero sólo un poco. Si hubieran sido completas, le habrían absuelto, pero no. Pero claro, si su actuación no es de legítima defensa, ¿cuándo lo es?
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