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18 de mayo de 2024

Rosa Díez

Y de Navarra, ¿qué?

Bildu estará (o no) en el Gobierno de Navarra, según acuerden entre ambos qué resulta lo más útil para alcanzar su objetivo final, eso es, demoler el sistema del 78 y facilitarle la lehendakaritza a Otegi en el 2024 y el caudillaje a Sánchez por otros cuatro años

Actualizada 19:37

Bueno, pues han pasado tan solo cuatro días desde que se cerraron las urnas y los socialistas y asimilados y/o cómplices mediáticos y políticos, ya le han dado la vuelta al resultado: las elecciones las ha ganado «la izquierda» capitaneada por Pedro Sánchez.
Es verdad que ha ayudado mucho a pervertir el sentido de la realidad el hecho de que en la misma noche electoral, cuando la portavoz del Gobierno y el ministro del Interior aún no habían dado los resultados (que comunicaron falsificando groseramente las imágenes y poniendo la raya roja –votos del PSOE– y la raya rosa –votos de Yolanda– más altas que las del PP y de Vox respectivamente) ya comenzó a falsificarse la idea de quien había ganado, pues el primero que salió a «celebrar el triunfo» fue Pedro Sánchez. Feijóo, al rebufo y a la defensiva , «(Haré lo posible para… Ofreceré un pacto al PSOE… Tendrán que responder…)» le cedió la iniciativa. Y así, deslizándonos por esa cuesta, hemos continuado. ¿Cómo se explica que quien ha ganado las elecciones parezca el noqueado y que los perdedores estén exultantes? A mi juicio es sencillo: los perdedores tienen un plan, una estrategia común que llevan a cabo milimétricamente y nunca, nunca, nunca, la discuten en público. Porque ya se sabe que cuando se explicita la estrategia, esta deja de serlo. Y ya, ni te cuento, si ni siquiera se tiene una… Por eso, porque tienen un plan a largo plazo – carente de todo límite que no sea hacer lo preciso para obtener el poder– siguen adelante como si hubieran ganado. Lo que les permite ganar ante la opinión pública y en los despachos –políticos o mediáticos– lo que han perdido en las urnas.
Pues sí, los malos –déjenme que lo diga así, por su nombre verdadero porque, a mi juicio, quienes provocan la ruptura y la confrontación entre españoles y buscan la demolición de la España constitucional y democrática son los malos, así de sencillo…– tienen un plan.
A estas alturas todos debiéramos de ser plenamente conscientes de que todo lo que ocurre forma parte de un plan que pergeñó e inició Zapatero y que se viene desarrollando con total precisión desde que Sánchez llegó al poder al grito de Tara («A dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre…») . Esa es pulsión que le mueve para hacer todo lo necesario para mantenerse en el poder («Busco votos hasta debajo de las piedras…»)… Todo para cumplir programa de máximos, –como se le llamaba antes a los objetivos ideológicos y finales de los partidos marxistas– del que no retroceden ni un paso: ejerceré el poder como un auténtico caudillo, sin ningún tipo de contrapoder democrático. Y eso pasa indefectiblemente por demoler el sistema democrático apoyándose para ello en quienes llevan en su ideario derrocar la Monarquía Parlamentaria y romper la unidad de la Nación de ciudadanos libres e iguales.
El drama para España es que hay ocho millones de españoles sectarizados hasta el extremo de que les parezca más «feminista» y más «progresista» votar a quien ha hecho una ley para soltar violadores que votar a un partido que cuestiona la ideología de género; el drama es que hay más de ocho millones de españoles que creen que España «avanza» votando a quien ha gobernado durante cinco años amparado por golpistas y terroristas irredentos. Y el drama se convierte en tragedia si frente a los malos tenemos a unos partidos políticos que, lejos de defender con uñas y dientes la España constitucional y democrática, van a lo suyo y aparecen como incapaces de ponerse de acuerdo para sacar a los españoles de esta dramática situación en la que nuestro destino como sociedad plural y democrática está en manos de aquellos que quieren destruirla, o bien porque es el objetivo totalitario en cuyo nombre asesinaron a más de ochocientos de nuestros conciudadanos o bien porque es el instrumento necesario para que el caudillo cumpla con su objetivo de no volver a pasar hambre…
Y, por si alguien tiene alguna duda, vean lo que está ocurriendo en el post electoral: PP y Vox siguen debatiendo públicamente sobre sus pactos autonómicos mientras que en Navarra se cierra –en silencio– el acuerdo entre los de Otegi (cuarenta y siete terroristas en las listas de las que salió el gobierno autonómico que van a constituir) y los de Sánchez. Bildu estará (o no) en el Gobierno de Navarra según acuerden entre ambos qué resulta lo más útil para alcanzar su objetivo final, eso es, demoler el sistema del 78 y facilitarle la lehendakaritza a Otegi en el 2024 y el caudillaje a Sánchez por otros cuatro años. No importa la apariencia, importa el objetivo. Y Bildu seguirá mandando en Navarra, transformando esa Comunidad en un apéndice del País Vasco mientras Sánchez va ejecutando, paso a paso, su plan.
Y mientras tanto, la sociedad va «normalizando» la idea de que España va a tener un gobierno sostenido por y en delincuentes condenados y en prófugos de la justicia. Entre esa izquierda que parece que ha ganado las elecciones está el PNV (de izquierdas de toda la vida), los antiguos CIU (ahora Junts), muy izquierdosos ellos desde siempre y, por supuesto «la izquierda» capitaneada por Otegi y por Junqueras, conocidos por sus hechos: terrorismo y golpismo, que ya se sabe que son dos ideologías «muy de izquierdas». En la España de Sánchez, para al menos los ocho millones largos de ciudadanos que han cogido la papeleta del PSOE, el racismo y la xenofobia, son la izquierda. Y quien pacta con ellos para mantenerse en el poder, es «progresista».
Lo que yo me pregunto es si los que seguimos defendiendo la sociedad plural y democrática, los que creemos que este modelo que parece se va a implantar en España es una anomalía en Europa y en cualquier país democrático del mundo, tendremos a alguien que nos escuche y esté dispuesto a trazar un plan y levantar la bandera.
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