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13 de mayo de 2024

Pedro Sánchez y Santos Cerdán

Pedro Sánchez y Santos CerdánEP

Días de mucha tensión

El PSOE es un manojo de nervios: Sánchez ordena a Cerdán que no vuelva sin el sí de Puigdemont

Los socialistas ya descartan la evidencia: no habrá investidura tampoco esta semana, y quién sabe si la que viene. Nadie quiere oír hablar de repetición electoral, pero la amenaza está ahí

La semana que se suponía que iba a empezar con la investidura de Pedro Sánchez y a terminar con su aclamación en el Congreso del Partido Europeo en Málaga se ha ido al traste. Los socialistas ya reconocen a estas alturas que Sánchez terminará esta semana como la empezó, y como lleva empezando todas desde el lunes 24 de julio: siendo presidente en funciones de un Gobierno también en funciones, con su capacidad de maniobra y decisión muy limitadas. Es decir, no habrá investidura en el corto plazo.
Aún hay tiempo hasta el 27 de noviembre, pero cada vez menos. Y Carles Puigdemont no termina de dar su brazo a torcer. Ello ha hecho que la ansiedad se apodere de los socialistas, a pesar de los públicos llamamientos a la calma. Nadie quiere ponerse en el escenario de que el líder de Junts dinamite el acuerdo en el último suspiro y acabe condenando a Sánchez a presentarse a unas nuevas elecciones ante los españoles después de haber llevado tan lejos sus cesiones. Ahí sí habría indirectamente el referéndum sobre la amnistía que este martes pedía el exministro socialista Jordi Sevilla.
Por lo pronto, el líder de los socialistas ha ordenado al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, que no vuelva a Madrid sin tener el «sí» de Puigdemont. Cerdán ha tenido que ir ampliando su estancia en el céntrico hotel Sofitel de Bruselas, como contó El Debate, para estar plenamente disponible para el vecino más famoso de Waterloo.
Desde Junts no dejan de jactarse de que la prisa la tiene el PSOE, no ellos. También la presión. Las exigencias de Puigdemont se lo están poniendo muy cuesta arriba a Sánchez. El eurodiputado quiere que el presidente le garantice que los jueces no se interpondrán en el camino de la amnistía, pero ni siquiera Sánchez puede garantizarle eso.
No puede garantizarle que el Tribunal Supremo no vaya a presentar, en su momento, una cuestión de inconstitucionalidad contra la futura ley de amnistía que obligue al Tribunal Constitucional a pronunciarse con celeridad. Tampoco puede garantizarle que la Audiencia Nacional no vaya a presentar una cuestión prejudicial ante el Tribunal de Justicia de la UE. Ambos movimientos se dan por descontados en el futuro, y no serán los únicos.
El auto del juez Manuel García Castellón provocó el lunes una fuerte marejada en la negociación, cuyos efectos aún duran. Este miércoles, uno de los imputados en la causa que instruye el magistrado de la Audiencia Nacional, el empresario Oriol Soler, presentó un incidente de recusación contra García Castellón para apartarlo. Con el argumento de que en octubre se pronunció contra la amnistía durante una conferencia.
La mañana después de los altercados en Madrid, que se saldaron con 30 policías heridos y seis detenidos, tras una nueva concentración en Ferraz contra la amnistía, Sánchez se personó en la sede de su partido para dar ánimos a los suyos. «Atacan los valores constitucionales y la democracia que dicen defender y que no dejan de violentar. Unos con sus actos. Otros, con su silencio cómplice. En el pasado ya intentaron callarnos. Ni entonces ni ahora, los intolerantes conseguirán amedrentar a un partido con 144 años de historia. Ánimo, compañeros y compañeras. Los demócratas somos más», escribió.
Los socialistas dicen sentir miedo por su integridad, mientras exigen al PP una y otra vez que condene una violencia que el PP y Alberto Núñez Feijóo ya han condenado. «Yo estoy preocupado, desde luego. De los desórdenes públicos a las agresiones hay muy poquito», señaló este miércoles el líder del PSOE en Madrid, Juan Lobato, en la Asamblea de Madrid.
Desde que Sánchez está al frente, el PSOE se ha convertido en un partido ciclotímico, de extremos: los socialistas tan pronto están eufóricos como deprimidos. Una montaña rusa anímica que las negociaciones con Junts han intensificado estos días. Y ni siquiera tienen la certeza absoluta de que vaya a acabar bien.
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