Entrevista
El andaluz que pasó de pedir comida a gestionar millones: «El mundo es injusto, pero nunca hay que rendirse»
El empresario Curro Rodríguez cuenta en 'El aprendedor' (LID) su paso del abismo a la cima: «Abrí la mente a aprender de todo el mundo»
Del abismo a la cima. De pedir cheques de comida a gestionar miles de millones de euros. Esta es, en pocas palabras y muy resumida, la emocionante historia vital y profesional de Curro Rodríguez.
El empresario malagueño ha plasmado en las páginas de 'El aprendedor' (LID Editorial) esta travesía, que le llevó desde lo más humilde, vendiendo caracoles, a triunfar en el negocio del agua envasada, con su compañía Ly Company Group, y a fundar otras 30 empresas por todo el mundo.
Todo ello le hace acreedor de haberse convertido en una de esas voces que apetece leer y escuchar. El día que mantuvimos esta entrevista con él, salía de su Málaga natal dirección a Murcia, donde precisamente había sido requerido para dar una conferencia.
–¿Por qué el título de ‘El aprendedor’?
–Cuando uno lo pasa tan mal, en una situación en la que parece que nada sale adelante, te embarga la sensación del rencor y la envidia, y todo lo justificas en la mala suerte. Cuando me empezó a ir bien, me desprendí de todo ello porque había abierto la mente a aprender de todo el mundo. Fui como una esponja. Un círculo virtuoso que cada vez me daba más rédito. Así pasé de emprendedor a aprendedor.
–Compaginó la actividad empresarial con 20 años de trabajo en los equipos médicos del 061, donde eras especialista en desastres y ayuda humanitaria. ¿Qué lección podemos sacar de lo ocurrido tras la DANA?
–Mi especialidad era las catástrofes con múltiples víctimas. Al final, un desastre natural es impredecible, no hay ningún tipo de recurso que lo evite. Eso por delante. Otra cosa es la capacidad de respuesta. Por ello existen tanto el mapa de riesgos como el catálogo de recursos, que son instrumentos que se utilizan en catástrofes. El problema, sin querer entrar en política, es que la respuesta ha parecido tardía ante algo que nadie se esperaba que fuera tan fuerte. Sin una respuesta rápida, no evitas las consecuencias finales. Y eso es lo que ha faltado.
–Ha pasado de pedir cheques de comida a gestionar millones de euros. ¿Qué es lo mejor de lo primero y lo peor de lo segundo?
–Lo mejor de pedir cheques de comida es nada. Cuando me preguntan si ha merecido la pena, siempre respondo que no. Es una época que no deseo a nadie. Cada día tiene su incertidumbre y sus miedos, bien, pero cuando estas abajo, la autoestima además se te cae por los suelos y llegas a los pensamientos más oscuros, como suicidarte, robar y cosas por el estilo. Lo peor de gestionar mucho patrimonio es la responsabilidad. Cuando vienes de una experiencia como la mía, tienes muchas heridas que te hacen siempre tener miedo a volver a caer.
–¿Qué virtud le permitió cambiar la situación?
–Mi experiencia en el 061 me ha dado mucha resiliencia. El convivir con situaciones complicadas te permite relativizar en situaciones normales. Mi umbral del fracaso está alto, eso yo creo que te hace mejorar en la toma de decisiones y sobre todo, te permite quitarle importancia a otras cosas que en verdad no la tienen.
–Para mucha gente que ahora lo ha perdido todo en la DANA, es interesante que se lo diga alguien como usted que también vivió como su familia lo perdía todo tras unas inundaciones….
–Ahora se cumplen 35 años. Un 14 de noviembre del año 89 se desbordaron los ríos y se inundaron muchos barrios. Mi padre tenía tiendas de ropa. Le iba bien, pero un día lo perdimos todo. 'Gracias' al Parkinson que sufrió posteriormente, la pensión de invalidez que recibió nos permitió salir adelante. Ahora hay gente que desgraciadamente se ve en una situación parecida por una catástrofe. A mí esto me pilló con 14 años. El lema es no rendirse nunca. Nadie te va a sacar. Has de pedir ayuda, sí, pero necesitas el propósito. El mundo no es justo, pero si le pones las herramientas para salir de ahí, será más fácil.
–¿Qué le viste al negocio de las granjas de caracoles para involucrarse en él?
–Al principio fue un hobby. Tenía mis guardias del 061 y luego descansaba cuatro o cinco días. Aunque aquello no fue bien, pude descubrir el mundo de los negocios y fue lo que me impulsó a seguir. Me ofreció diversas experiencias, como salir a comprar el género a Marruecos. Y a partir de ahí, empecé a buscarme la vida pero ya empresarialmente.
–¿Por qué demanda la gente charlas de este tipo como las que da o libros como el que ha escrito? ¿Andamos perdidos sobre hacia dónde enfocar nuestra vida? ¿Nos falta educación empresarial?
–El acceso al conocimiento ahora es fácil, antes el conocimiento estaba en manos de muy poca gente, y no siempre se comunicaba. Ahora eso se ha transformado. Eso es una baza importante para el que tiene ganas. Existe el error de creer que vamos a aprender todo en un podcast o en un libro y no, porque luego interfieren demasiadas variables, pero sí es un buen punto de partida para lanzarse.
–¿Ha sufrido eso que se llama ‘síndrome del impostor’?
–Con ello es una lucha continúa. Pero el reconocimiento ayuda mucho. Sube tu ego, pero a la vez va matando ese síndrome. Es una batalla entre ambas cosas. Lo mejor de este síndrome es que cuanto más subes, te das cuenta que muchos aquellos que están arriba y tú tenías por unos 'cracks', no lo son tanto. Y otros con los que has trabajado toda la vida, sí que lo son. En las multinacionales suele haber dos tipos de persona, los que hacen a la multinacional grande, y los que se creen grandes porque tienen una tarjeta de esa multinacional.