Recreación de la Torre 'Catar' del Puerto de Málaga
Málaga
La ansiada Torre del Puerto de Málaga se decide en Madrid: cronología de una polémica
El proyecto de lujo de Chipperfield supera el primer filtro portuario, pero su futuro se decide ahora entre los tribunales y el Gobierno central
La silueta de Málaga podría cambiar (por fin) para siempre. El anhelado y a la vez polémico rascacielos de la Torre del Puerto, un hotel de lujo de 144 metros diseñado por el arquitecto estrella David Chipperfield, acaba de superar una crucial barrera. La Autoridad Portuaria ha dado su visto bueno tras un exhaustivo análisis de seis meses. «Hemos comprobado el cumplimiento de todos los aspectos», anunció con satisfacción su presidente, Carlos Rubio.
El largo camino de un gigante
Este no es un proyecto cualquiera. Nace de la ambición de un fondo catarí (por eso también se le llama Torre Catar) y de Hoteles Hesperia, que encargaron al premio Pritzker británico la creación de un icono. No solo se trata de un hotel; incluye un centro de convenciones y otros usos que buscan transformar por completo el dique de Levante. La idea lleva años gestándose, generando una mezcla de expectación y profundo rechazo.
Recreación del rascacielos desde lejos
Sin embargo, la batalla está lejos de terminar. Y es que el expediente viaja ahora a Madrid, a los despachos de Puertos del Estado. Ellos serán los siguientes en examinar con lupa si la iniciativa se ajusta a la ley. Su informe jurídico es el paso previo e indispensable para que el proyecto llegue, finalmente, al Consejo de Ministros. La pelota está en el tejado del Gobierno central.
Un horizonte en disputa
Mientras, en Málaga, la polémica hierve. Por un lado, sus defensores lo ven como un imán para el turismo de alto poder adquisitivo y un símbolo de modernidad. Por otro, la plataforma ciudadana 'Defendamos nuestro horizonte''' y la Academia de Bellas Artes de San Telmo libran una batalla legal. Han presentado recursos contencioso-administrativos que paralizan todo avance.
La Farola de Málaga y al fondo la Torre del Puerto
Ambos argumentan que el magno edificio supone una «agresión» al skyline malagueño y a su patrimonio natural. Alegan que se privatiza un espacio público de enorme valor simbólico, el dique de Levante, para un proyecto de lujo que solo beneficiará a unos pocos. Su preocupación central, explican, es que la mole de 144 metros fracturará para siempre la relación de la ciudad con su mar, convirtiendo un horizonte abierto en un paisaje dominado por el cristal y el hormigón. «No estamos en contra del progreso, sino contra la desmesura», es una de las consignas que repiten. Para ellos, se prioriza un supuesto impacto económico sobre el bien común y la identidad costera de Málaga, un tesoro que consideran irrenunciable.
El propio ministro de Transportes, Óscar Puente, lo dejó claro en un foro en julio: no habrá trámites hasta que la justicia se pronuncie. Esta advertencia ensombrece el optimismo portuario y alarga un proceso que ya se antoja interminable. Los tribunales, y no la urgencia urbanística, marcarán el ritmo de los próximos meses, quizá años.
La verdad es que esta torre representa mucho más que cemento y cristal. Se ha convertido en el símbolo de un desencuentro: la pugna entre una visión de Málaga como metrópoli internacional y la defensa a ultranza de su paisaje costero. El devenir del proyecto, ahora en una delicada pausa, decidirá qué espejo de ciudad prefiere mirar la capital malagueña.