Doña María de las Mercedes con Don Juan y sus cuatro hijos: Alfonso, Juan Carlos, Pilar y Margarita
Casa Real La madre del Rey Juan Carlos, Doña María de las Mercedes, también dejó escritas sus memorias
«Lo más triste que me pasó, por no poder ir a España sin permiso, fue no estar cuando papá murió», recordaba del exilio
La Condesa de Barcelona relató su infancia en el Palacio Real y su relación con Alfonso XIII y las Reinas María Cristina y Victoria Eugenia
La madre del Rey Don Juan Carlos también publicó sus memorias. Tenía mucho que contar después de una vida dura, intensa y apasionante, en la que conoció la vida en el Palacio Real, el exilio y el regreso a su patria. Doña María de las Mercedes de Borbón y de Orleans, Condesa de Barcelona (Madrid, 1910-Lanzarote, 2000), fue Reina consorte de derecho durante 36 años hasta que se convirtió en madre de Rey.
Ella trató mucho a Alfonso XIII, al que llamaba «tío-Rey», pero también a las Reinas María Cristina, «Bama», y Victoria Eugenia, y a las Familias Reales europeas de su época, muchos de cuyos miembros sufrieron lo indecible con los regímenes totalitarios del siglo XX. Y, por encima de todo, Doña María jugó un papel esencial a la hora de conciliar y reconciliar a su esposo, Don Juan, y a su hijo, Don Juan Carlos, tras el salto dinástico que se impuso en España.
Horas de grabaciones
La Condesa de Barcelona dictó sus recuerdos al escritor Javier González de Vega, quien acumuló decenas de horas de grabaciones que acabó transcribiendo en el libro Yo, María de Borbón (Editorial El País-Aguilar). Las memorias de la Condesa de Barcelona empiezan con los primeros recuerdos de su infancia en Madrid y terminan en 1995 con la boda de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar en Sevilla. Cinco años después falleció.
La Condesa de Barcelona, en la Navidad de 1998
En ellas habla del sufrimiento que le ocasionaba el exilio, primero en Suiza y después en Estoril. «Yo echaba de menos a España, a mi familia. ¡Solo el que ha tenido que vivir fuera de su tierra sabe lo que es! A veces íbamos a cazar cerca de la frontera y a mí se me hacía un nudo en la garganta sabiendo que aquella, allí enfrente, era mi España y que yo no podía pasar. Por eso, soñaba con que vinieran a verme».
«Pero lo más triste que me pasó, por no poder ir a España sin permiso, fue no estar cuando papá murió. El pobre ya estaba mal y yo había llamado a la Embajada para decir que tenía que ir a Sevilla. Era en 1949 y me decían que todavía no había llegado el permiso y que esperara. Alfonso, hermano, me llamaba por teléfono: 'Papá está un poquito mejor que esta mañana'», relata.
Hasta que un día, a las seis de la mañana la llamó su hermano y le dijo: «Papá está mucho peor; a ver si puedes venir para acá lo antes posible». Y Doña María decidió acudir junto a su padre, aunque no tuviera permiso de Franco para pisar España: «Yo entonces llamé en seguida a Juan Martínez, el mecánico, y al duque de Algeciras, que era el que estaba entonces haciendo su turno, y les dije: 'Nos vamos'».
«¡Qué largo se hizo el viaje!». Pero cuando llegaron a la casa de La Palmera, ya era demasiado tarde: «Fue muy triste. Papá estaba en el vestíbulo en una tarima y envuelto en la sábana de los Hermanos de la Caridad, como él quería».
La madre de Don Juan Carlos, Doña María de las Mercedes, con la diadema de la flor de Lis
Años después, cuando los Condes de Barcelona pudieron regresar por primera vez a España con motivo del bautizo de la Infanta Elena, Doña María comentó a Don Juan: «¡Si me presentan a Franco, antes de nada pienso decirle lo mal que se portó con papá!», pero el Conde de Barcelona le pidió que no lo hiciera, y no lo hizo.
Don Juan Carlos besa a su madre el día que el Rey cumplió 60 años
En el libro, Doña María rechaza tajantemente que Don Juan Carlos tuviera problemas para pronunciar la erre cuando era pequeño: «No sé de dónde se han sacado eso, porque no es verdad. Quien sí tenía esa dificultad era Alfonsito, y la tuvo siempre. Yo tampoco pronunciaba bien, y fue mi cuñada Crista quien, siendo ya mayor, me dijo: 'Tienes que hacer algo porque así no se puede ir por el mundo'».
Zurdos en la Familia Real
Cuenta que «en la familia hay siempre cosas que se repiten: el tío-Rey Alfonso XIII era zurdo para unas cosas y no para otras» y añade que su hijo Don Juan Carlos y ella nacieron zurdos -como la actual Princesa de Asturias-, pero «a nosotros nos forzaron a usar la derecha», a pesar de que «no era bueno». También Don Juan Carlos se refiere a este hecho en sus memorias: «Yo era zurdo, pero me obligaron a convertirme en diestro».
Doña María recuerda su infancia en Madrid, donde «los jueves y los domingos íbamos a palacio a ver a Bama (la Reina María Cristina) y a los tíos y a jugar con los primos, con los que nos tratábamos siempre como hermanos». De niña pasó 15 días viviendo en el Palacio Real, «en el apartamento que daba al Campo del Moro, que se llamaba Génova ¡Hacía un frío horroroso que yo, que lo aborrezco, no he olvidado nunca!».
«Sólo teníamos dos vestidos»
Cuenta que, aparte de los uniformes del colegio, solo tenían «dos vestidos, y uno era siempre para los días de fiesta o para cuando había que saludar a los invitados en casa», y «poquísimos juguetes porque Papás no querían que nos regalasen más que uno por Reyes o para el santo o cumpleaños». Los juguetes «estaban guardados en armarios altísimos y, cuando volvíamos del colegio, nos los bajaban para que jugásemos con ellos una hora o así».
Los Condes de Barcelona
En aquella época, los primos solían ir de excursión a La Zarzuela, «que entonces no se parecía nada a lo de ahora. Era un pabellón de caza bastante destartalado, pero el campo era magnífico». «Levábamos todos nuestra comida en tarteras: la tortilla, el filete empanado y las cantimploras con agua». «Creo que yo era bastante decidida para hacer lo que fuera , como montar en burro a pelo o atravesar un lago -más bien un charco grande que había entonces- con Cristina en una especie de medios toneles. Allí fue donde Alfonso XIII me puso 'Doña María la Brava'».
Montar a la amazona
«Lo pasábamos divinamente. Tirábamos al arco, ¡y hacíamos instrucción!», relataba. «En realidad, a nosotros, chicas y chicos, nos educaban bastante igual menos en algunas cosas. En el campo hacíamos lo mismo: montábamos a caballo, cazábamos...». Dedica largos párrafos a elogiar lo bien que montaban las mujeres de su familia y añade que «siempre montábamos a la amazona (con ambas piernas al mismo lado), con falda y sujetando la pierna en la corneta de la silla». También dice que a «la tía Isabel, la Chata, le rompió la nariz un caballo».
Según Doña María, la Reina María Cristina les mandaba a Batán, a ella y a sus hermanos, a cazar «unos lagartos enormes que se comían los conejitos y los huevos de los nidos de codornices». Pero que lo hacían a escondidas de la Reina Victoria Eugenia, gran amante de los animales, y María Cristina les pagaba «una peseta por lagarto».