Don Felipe, ante un avión T-34, con el que realizó su primer vuelo de instrucción en 1987 en la Academia General del Aire
Casa Real El riesgo de aprender a volar: el Rey perdió a un instructor y un compañero mientras se formaba en Murcia
A Don Felipe le afectaron mucho las muertes, pero sus planes de instrucción se mantuvieron según lo previsto
Después de tres meses y medio sin recibir noticias de la Academia General del Aire, este viernes ha llegado la más esperada: la Princesa de Asturias había realizado el jueves su primer vuelo en solitario, la suelta en el lenguaje de los aviadores. Doña Leonor ya ha conseguido el objetivo que se marcan todos los que ingresan en San Javier.
Atrás quedan casi cuatro meses de instrucción intensiva en los que la Princesa ha completado la formación teórica y las sesiones de simulador y de vuelo real necesarias para realizar «la suelta» con seguridad. Pero el riesgo cero no existe, como pudo comprobar su padre, el Rey, cuando se estaba formando como piloto hace 38 años en esa misma academia militar.
En aquella época, los alumnos de la Academia General del Aire aprendían a volar primero en un sencillo avión de entrenamiento T-34 Mentor y después en uno más complejo, el Casa-101, de manera que había dos sueltas. Aunque estos aparatos nada tenían que ver con la complejidad tecnológica del actual Pilatus PC-21, con el que ha aprendido la Princesa de Asturias.
Cuando el instructor consideró que el Príncipe ya estaba preparado para su primera suelta, se lo comunicó a Don Juan Carlos. «Que se lleve a cabo en el momento y circunstancias que la dirección de la Academia considere oportuno, sin necesidad de más permisos ni consultas a mí, ni a otros mandos aéreos intermedios», respondió. Y se puso fecha para el primer vuelo en solitario de Don Felipe a los mandos del Mentor.
La tragedia de la víspera
La víspera, el 29 de septiembre de 1987, los alumnos estaban entrenando en el aire con sus profesores a bordo de aviones Mentor cuando empezaron a sonar en tierra las sirenas de emergencia. Uno de los aviones había sufrido un accidente. Inmediatamente, se ordenó suspender todos los vuelos y las actividades.
En seguida se supo que las dos personas que volaban en el aparato siniestrado habían fallecido: eran el capitán instructor Carlos Montañano Navalpotro y un compañero de promoción de Don Felipe, Héctor Haya Beyser.
El Rey, que se encontraba en Los Ángeles (Estados Unidos), fue informado del accidente y, además de trasladar «el pésame a todos», añadió: «Que se siga con el plan previsto sin más consultas, de acuerdo con las medidas de seguridad que tome la Academia».
Por el contrario, algunos medios de comunicación trataron de abrir un debate sobre la seguridad del Príncipe y de esos aviones y empezaron a cuestionar si debía continuar o no sus prácticas de vuelo.
Mantuvo el plan previsto
Al Príncipe le afectaron mucho aquellas muertes, según comentó entonces su instructor, el capitán Guillermo Quintanilla, y el día 30 asistió al funeral de sus dos compañeros, oficiado en un hangar de la base aérea. Pero siguió con el plan previsto.
Tras conocerse el informe de los investigadores del trágico accidente, el día 1 se reanudaron los vuelos, y el 2 fue la suelta de Don Felipe: un vuelo de 25 minutos en perfectas condiciones de seguridad y ejecución. Y al Príncipe sus compañeros le afeitaron una pequeña «T» en la coronilla para cumplir con la tradición del novato que existía entonces.
Casi tres meses después, el 27 de enero de 1988, el Príncipe efectuó su segunda suelta, esta vez a bordo de un avión de verdad, un Casa 101.