L. siempre sale a la calle acompañada de amigos

L. siempre sale a la calle acompañada de amigosYolanda Canales

Cataluña

«Las mujeres no estamos ahora más protegidas. Es mentira eso. Mis dos violadores están en la calle»

L. se siente víctima de segunda. Ha pedido la ayuda «urgente» de un psicólogo porque apenas puede dormir, no puede salir sola a la calle y siente miedo

L. tiene 37 años y le dio un vuelco su vida hace dos semanas, cuando fue violada por dos hombres, extranjeros. Los hechos sucedieron en Terrassa. Ella cree que le pudieron dar algún tipo de droga fuerte porque tiene solo algunos recuerdos, flashes, de lo que pasó. Aún tiene algunas heridas físicas de aquella agresión, pero lo que más le duele son las internas, las del alma, y el hecho de sentirse desprotegida. Sus dos presuntos violadores están en libertad y ella tiene miedo.

Y tiene miedo porque la han amenazado de muerte. Uno de ellos. Lo hizo el mismo día en que se produjo la violación, para que no denunciara, pero también el mismo día en que, tras salir del juzgado, le advirtió «te estoy buscando y te voy a cortar el cuello». Todo ello, con una llamada telefónica con número oculto, amenaza que ha sido denunciado, pero que L. lamenta que «parece que ese papel se haya quedado en el cajón, porque ellos siguen en la calle».

No sale nunca sola. Siempre va acompañada de algún amigo que, previamente, tiene que comprobar que el entorno es seguro. Escucha algún golpe en la ventana, y se sobresalta, porque siente que van a ir a por ella. No puede dormir bien, porque tiene pesadillas. Y tiene que tomar medicamentos, durante un mes, que le provocan dolor de estómago. Y a eso hay que añadir que sufre anorexia nerviosa desde pequeña. De hecho, durante nuestra entrevista, L. no paraba de frotarse las manos y de rascarse, de los nervios. Reconoce que necesita ayuda y, por eso, ha pedido que la atienda un psicólogo, porque «ya no puedo más».

L. durante la entrevista

L. durante la entrevistaYolanda Canales

Por todo ello dice sentirse «desprotegida» y se considera, en cierta manera, una víctima de segunda, no se trata igual un caso de violencia machista que un caso como el suyo, cuando las dos mujeres son víctima igual. Por este motivo, asegura estar «decepcionada» con la justicia y no entiende por qué «por pegarle un guantada a su pareja, uno se come seis meses de prisión y la mujer está más tranquila, y yo no puedo ni salir a la calle a pesar de lo que me han hecho, porque no están encerrados». De ahí que considere que es «mentira» que las mujeres están ahora «más protegidas que nunca».

Los hechos sucedieron el pasado 23 de marzo. Una conocida la invitó a su casa para fumar un porro, que según L., «era muy suave». Ya tenía la chaqueta puesta y envió un mensaje a un amigo para decirle que volvía a casa. Fue entonces cuando se presentó uno de los presuntos agresores y le ofreció dar una calada a otro porro. Ella asegura que fue probarlo, y empezó a marearse, le dio como «una bajada de tensión». También cree que le dieron alguna más.

Lo cierto, es que a partir de ahí, solo van y vienen algunos recuerdos, dos hombres muy cerca de ella, sintió cómo le echaban «arenilla» en su zona íntima, cómo mordió en el pecho a uno de ellos, como la conocida que la invitó a su casa le cogió del cuello en algún momento, y cómo la pegaron, la insultaron y la agredieron. Y así estuvo unas cuatro horas, hasta que pudo ir al lavabo, encontró allí su teléfono móvil y pudo salir de esa casa. Los amigos suyos la recogieron y la llevaron a urgencias. Fueron ellos también la que le animaron a que pusieran la denuncia.

L. solo tiene palabras de agradecimiento para los Mossos de Esquadra, que se han volcado con ella y han incrementado la vigilancia en los alrededores de su casa, porque sus dos agresores cuentan con antecedentes penales, algunos por delitos muy graves. La primera abogada que se hizo cargo de su caso, del turno de oficio, le advirtió que tuviera mucho cuidado al ver esos antecedentes.

Lo del juez, dice, ya es otra cosa. La ha hecho sentir incómoda en todo momento y no ha mostrado ningún tipo de empatía hacia ella. Para empezar, la dejó esperando cinco horas antes de declarar. Y luego está el interrogatorio. L. asegura que le preguntó cosas como en qué postura estaba, dónde tenía la pierna izquierda en el sofá, que si en el baño había plato de ducha o bañera, cómo eran las cortinas. «¿De verdad es necesario preguntar todo eso y con ese nivel de detalle?» Se pregunta . Lo cierto es que solo quería que acabara de una vez el interrogatorio con el juez.

Y al final, lo que pasó es que solo ha concedido a L. la prohibición de que sus presuntos agresores se acerquen a menos de 500 metros y establezcan cualquier tipo de comunicación con ella, aunque al menos, en uno de los casos, la han llamado para amenazarla. Según ha explicado, los Mossos ya le dijeron que «había tenido mala suerte» con ese juez.

Decisiones polémicas del juez

Y ese juez, Marcos Melendi, titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Terrassa, no es la primera vez que es noticia por decisiones controvertidas. Ahí está el caso de la Manada de Sabadell, de un violador que secuestró y agredió a dos mujeres en Terrassa, o de otro delincuente que, en un permiso de fin de semana, se fugó de un control policial e hirió a varios agentes de los Mossos de Esquadra y de la Policía local de Terrassa. En todos los casos el juez decretó libertad provisional para los delincuentes.

En el caso de Sabadell, por ejemplo, uno de los investigados, K.O., se dio a la fuga, porque el juez solo consideró que debía presentarse periódicamente en los juzgados. Hasta que ese acusado decidió no hacerlo. Y a día de hoy, continúa en paradero desconocido. En el segundo caso, el delincuente secuestró y violó a su pareja. La policía lo detuvo, pero el juez decretó libertad provisional. Al cabo de unos días, el hombre agredió a otra mujer en la misma zona, en Les Fonts.

Y, en el tercero de los casos, el protagonista era un violador reincidente que, junto con otro preso, se dio a la fuga de un control policial. En su camino hirieron a varios agentes, hasta que el coche se estrelló con la mediana de una carretera. Tras ser detenido, los Mossos solicitaron llevarlo a la prisión de Lledoners, pero el juez Melendi decidió que no, y que podía volver, cuando le tocara, y por sus propios medios, al centro penitenciario.

Y este mismo juez fue el que absolvió a una maestra de colegio Font del Alba de Terrassa, acusada de pegar a una menor por pintar una bandera de España en su trabajo de final de curso. El magistrado aseguró que las declaraciones de la niña eran «contradictorias», mientras que, en el caso de la profesora, su versión «ha sido constante». El juez no tuvo en cuenta las declaraciones de los compañeros de clase de la niña, que en el momento de los hechos tenía 10 años, ni el parte del hospital en el que confirmó que había lesiones.

En cualquier caso, L. solo quiere vivir tranquila y sobre todo, que le devuelvan un colgante en el que tiene la foto de su hijo fallecido. «Me da igual, yo no quiero nada para mí, no quiero dinero, solo que lo metan preso y eso sí, que me devuelvan el collar».

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