
Control de acceso a una playa de Jávea
Jávea no logra blindar sus playas y calas paradisiacas ante la masificación turística
El contrato para controlar el acceso a la Granadella y el Portitxol ha quedado desierto y el Ayuntamiento afronta el verano sin barreras, vigilantes ni regulación del aparcamiento
Jávea se encuentra atrapada en su propio éxito turístico. La localidad alicantina, con una población censada de poco más de 30.000 habitantes según el Instituto Nacional de Estadística (INE), se transforma cada verano con la llegada masiva de visitantes. Su paisaje, gastronomía y, sobre todo, sus calas de aguas cristalinas como la Granadella o el Portitxol (también conocida como la Barraca) actúan como imán turístico. Pero este atractivo se ha convertido también en una amenaza: la masificación de estos espacios naturales pone en jaque tanto a los vecinos como a la gestión municipal.
En 2024, el Consistorio puso en marcha un dispositivo especial para controlar el acceso a sus calas más codiciadas, combinando vigilancia presencial, barreras, aparcamientos regulados y paneles informativos que alertaban de la disponibilidad de plazas. Todo, con un objetivo claro: evitar atascos, aparcamientos ilegales y situaciones peligrosas como la obstrucción del paso a servicios de emergencia. En plena temporada alta, el acceso estaba regulado diariamente, con una tasa fija de 9 euros por vehículo y una barrera que se cerraba una vez completado el aforo del parking.
Este sistema, sin embargo, no tiene asegurada su continuidad. Según ha informado Levante, el concurso público para adjudicar el control de accesos a la Granadella y el Portitxol ha quedado desierto. Ninguna empresa se ha presentado a la licitación lanzada por el Ayuntamiento para gestionar el servicio durante la campaña estival de 2025, a pesar de que se ofrecía un contrato por un año prorrogable y con un presupuesto de casi 104.000 euros. Incluso la compañía que venía haciéndose cargo en temporadas anteriores ha declinado participar.
Un vacío que llega en el peor momento
Sin personal que controle los accesos ni barreras activas, la amenaza de colapso vuelve a planear sobre Jávea. Las imágenes de carreteras saturadas, coches aparcados en lugares indebidos o turistas dando marcha atrás tras toparse con calas ya abarrotadas son cada vez más frecuentes. Además de los inconvenientes para los vecinos, esta situación compromete la seguridad, ya que en ocasiones se dificulta el paso a ambulancias o bomberos.
Cala del Portitxol (Jávea)
La tensión también afecta al personal. El verano pasado, algunos de los trabajadores encargados del control relataron episodios de amenazas por parte de visitantes enfadados al no poder acceder en coche a las calas. Según recogía el mismo medio, incluso hubo casos de intentos de atropello, lo que refleja el nivel de conflictividad que puede generarse en ausencia de regulación.
Tecnología frente al turismo desbordado
En paralelo a la regulación del tráfico, el Ayuntamiento también había apostado por medidas de control del uso del litoral, especialmente ante la proliferación de actividades como el kayak o el paddle surf. A partir de 2024, tanto empresas como particulares debían contar con autorización expresa para zarpar desde la Granadella. Carteles instalados en los accesos advierten de esta exigencia, buscando frenar la explotación improvisada del entorno marino.

Cala el Portitxol, costa de Jávea, Alicante
La estrategia incluía además paneles luminosos instalados en los viales que conducen a ambas calas, indicando en tiempo real la disponibilidad de plazas de aparcamiento. Una medida diseñada para disuadir a los conductores de seguir adelante cuando no hay espacio y evitar atascos en puntos críticos, como ocurre habitualmente en la Granadella, donde dar la vuelta es especialmente complicado.
Un modelo en jaque
Jávea lleva tiempo intentando contener el impacto del turismo en sus enclaves naturales más frágiles mediante medidas preventivas. Sin embargo, con la campaña estival ya en marcha y sin una empresa adjudicataria para supervisar el acceso a las calas, el sistema diseñado para evitar el colapso está en el aire.
La incógnita ahora es si el Consistorio logrará reactivar a tiempo un dispositivo que ya había mostrado sus limitaciones en veranos anteriores. De no ser así, la imagen de la ciudad alicantina este verano corre el riesgo de ser paradójica: calas idílicas convertidas en focos de atascos, tensión vecinal y descontrol.