
Salvador Fuentes, presidente de la Diputación de Córdoba
Salvador Fuentes, Presidente de la Diputación de Córdoba
«Ahora en política falta sentido común y lo que sobra es irresponsabilidad»
Fuentes realiza un balance de dos años de legislatura en la administración provincial
«Es un salesiano de patio». Salvador Fuentes (Palma del Río, Córdoba, 1960) se refiere así al nuevo obispo de la diócesis Jesús Fernández, con quien hace unos días ha mantenido un primer encuentro institucional que le ha dejado una excelente impresión, porque entiende el presidente provincial que va a ayudar a «humanizar las relaciones», y eso, en el contexto amoral y polarizado en el que se mueve la política y gran parte de la sociedad hoy en día, «es algo muy bueno» que destaca Fuentes en los prolegómenos de una entrevista que llega a modo de balance, pero para la cual aborda otros aspectos de la actualidad más reciente antes, incluso, de ser preguntado.
Es la primera hora de una tarde muy calurosa y aunque el presidente ya ha tenido una mañana intensa, no parece acusar ni las altas temperaturas ni el peso de los asuntos tratados durante la jornada. Salvador Fuentes mantiene una energía que es marca propia y que lo convierte en un político de infantería tanto en la primera fila como en la retaguardia.
Se cumplen dos años de legislatura del PP en el gobierno de la administración provincial y ese ecuador supone cita un tanto obligada - e interesante- para ver qué se ha hecho y qué queda por hacer. En esa estamos con una botella de agua fresquita por delante, que es lo primero que ha pedido Fuentes para nosotros antes incluso que hablarnos de lo mucho que le ha alegrado la llegada de don Jesús.

Salvador Fuentes, presidente de la Diputación de Córdoba
- Esta no es una casa desconocida para Salvador Fuentes. Ya fue vicepresidente de la Diputación entre 2011 y 2015. Más allá del cargo, ¿qué diferencias ha encontrado entre aquella legislatura y la actual?
- La principal sensación que tuve al volver fue la de encontrarme una casa vaciada. Creo que en aquella etapa, entre 2011 y 2015, las diputaciones, y muy especialmente la de Córdoba, tenían mucho más contenido y peso institucional. Desde entonces, se ha ido vaciando progresivamente y convirtiendo en una especie de cajero automático, donde se reparten remanentes no ejecutados entre los ayuntamientos. Pero para eso, sinceramente, no hacen falta diputaciones. Su verdadera razón de ser está en la prestación de servicios básicos que no se pueden abandonar bajo ningún concepto, gracias a la economía de escala.
La Diputación tiene pleno sentido en el marco institucional y administrativo de una España moderna: llevamos agua potable a aldeas de apenas 40 o 50 habitantes, donde solo la instalación de la tubería puede costar un millón de euros. En zonas como el norte de la provincia, con 5 o 6 aldeas que suman 700 vecinos, la gran tubería de abastecimiento puede alcanzar el millón y medio.
Nosotros abastecemos, potabilizamos y depuramos agua, y gestionamos residuos. En este punto, hemos dado un giro importante tras la experiencia de la sequía, entendiendo que el agua no puede acabar en el fregadero: debe reutilizarse, sobre todo en una de las provincias con mayor producción agrícola pero con menos hectáreas de riego.
Además, en materia de residuos, tenemos en proyecto una planta en Montalbán que supondrá un salto cualitativo y cuantitativo en su tratamiento. También avanzamos en digitalización, con una administración electrónica puntera como Eprinsa, y mantenemos competencias esenciales en carreteras, equipamientos e infraestructuras, al tiempo que reducimos impuestos.
Cuando llegamos, no tuvimos que cambiar el organigrama, pero sí el ritmo de gestión, que había caído notablemente. La Diputación, que debe actuar como el ayuntamiento de los ayuntamientos en lo presupuestario, estaba dejando de ser competitiva en sus empresas públicas. Un ejemplo claro: Emproacsa, la empresa del agua, estaba en quiebra técnica con un agujero de 30 millones que ya hemos equilibrado. Otra empresa, con pérdidas de 7 millones, también la hemos estabilizado. Había una dejadez evidente, una pérdida de pulso inversor y de capacidad de gestión que hemos tenido que revertir para devolverle a esta institución el papel que le corresponde.
- ¿Cómo se consigue, en estos dos años, recuperar una empresa que estaba en quiebra técnica y sanear otras dos?
- Con recursos económicos de la hermandad matriz que es la Diputación.
- Pero esos recursos habrá que detraerlos de algún sitio, ¿no?
- No ha sido necesario. En ese momento teníamos margen presupuestario suficiente y los niveles de ejecución nos permitieron hacer frente, de manera puntual, a la situación de esas dos empresas, especialmente a la del agua. Lo que hicimos fue implantar un presupuesto ambicioso para recuperar el pulso y el equilibrio económico. Durante un año, las inversiones no las hizo la empresa, sino directamente la Diputación.
Había una dejadez evidente, una pérdida de pulso inversor y de capacidad de gestión que hemos tenido que revertir para devolverle a esta institución el papel que le corresponde.
Tuvimos también que actualizar las tasas, que llevaban años sin revisarse, ni siquiera conforme al IPC. Eso era una dejación absolutamente irresponsable. Las empresas públicas deben ser rentables, ya sea desde el punto de vista económico o social. Y en ese momento no eran ni una cosa ni la otra. Teníamos 300 puestos de trabajo en peligro. De hecho, en el segundo semestre de 2023 tuvimos que pagar las nóminas con fondos destinados inicialmente a inversiones. Evidentemente, esa partida inversora sufrió mucho por culpa del desequilibrio contable.
Como decía, hubo que subir las tasas, revisar los ingresos y asumir que el fondo de maniobra de la empresa demostraba que estaba en quiebra técnica. Si no hubiéramos intervenido cuando lo hicimos, en apenas tres meses, nos habríamos encontrado en noviembre con 300 trabajadores en la calle. Tuvimos que replantear completamente el futuro de esa empresa.
Ese fue el estado en que nos encontramos las empresas públicas de la Diputación: una en quiebra técnica, otra al borde de la quiebra con 7 millones de pérdidas (Epremasa, la de residuos), y también Eprinsa, que conseguimos equilibrar con medio millón de euros. En total, hemos tenido que intervenir en las tres. La Diputación, como matriz, fue la que salió al rescate para cuadrar las cuentas y, a partir de ahí, comenzamos a revisar las tasas con todo el rigor. Era necesario justificar el coste real del servicio, que estaba totalmente desfasado.
- El trabajo de esta legislatura lo han articulado en torno a cinco ejes con respaldo presupuestario que van desde los servicios públicos hasta los servicios generales en los propios ayuntamientos. ¿Se están cumpliendo los objetivos planteados?
- No diría que se estén incumpliendo, pero sí que tenemos problemas muy importantes dentro de esos cinco ejes que no dependen exclusivamente de la Diputación y que tenemos que resolver cuanto antes.
Además de la crisis que sufrían las empresas públicas, nos encontramos con una situación muy delicada en el Consorcio Provincial de Bomberos. Llevaban 16 años sin una actualización de nóminas, lo que nos obligó a regularizar esa situación. Hemos logrado un acuerdo con los sindicatos y alcanzado una paz social que permite que el servicio esté normalizado a día de hoy.
En cuanto a los cinco objetivos estratégicos, uno de los más críticos es el agua. Pero ahí no es solo responsabilidad de la Diputación; también están implicados los ayuntamientos, la Junta de Andalucía, el Gobierno de España y la Unión Europea. La situación que nos encontramos fue absolutamente dramática. No se hicieron las previsiones necesarias pese a que sabíamos que las sequías son cada vez más frecuentes e intensas. En apenas 100 kilómetros cuadrados de la provincia tenemos tres pantanos -La Colada, Sierra Boyera y Puente Nuevo- que afectan a 27 municipios y 80.000 personas, y sin embargo hubo que abastecerlos con cisternas. Eso es una barbaridad. El agua es imprescindible y hay que garantizar inversiones en materia hidráulica, tanto desde los ayuntamientos como desde la Diputación, y ya estamos acometiendo grandes obras.
Otro eje es la energía. Sufrimos una falta de capacidad energética que constituye un déficit estructural muy grave. Sin esa energía, no podemos desarrollar el tejido empresarial como se merece, y eso que contamos con empresarios y empresarias de primer nivel. Pero necesitan tener las mismas herramientas que en otros territorios.
También seguimos trabajando en infraestructuras y equipamientos. La Diputación debe mantener 2.500 kilómetros de carretera y realiza una gran cantidad de obra pública, aunque muchas veces eso no se sepa porque, desde anteriores gobiernos provinciales, se ha ocultado deliberadamente el papel de esta institución. Tanto es así que no hay una sola bandera de la Diputación en los ayuntamientos, como si no se quisiera visibilizar que aquí también se hacen cosas, y muchas.
- ¿Y eso por qué ocurre?
- Porque no interesaba. Nosotros presentamos un presupuesto de 425 millones de euros, pero si sumamos los presupuestos de todas las empresas públicas, nos vamos a los 700 millones. Eso genera mucho PIB, mucho crecimiento. Sin embargo, ni quienes estaban antes en la Diputación querían ponerlo en valor, ni muchos de los que reciben sus servicios y colaboraciones quieren que el mérito se lo lleve la institución. Prefieren que quede como algo del propio pueblo. Esa dinámica había que corregirla.
Por eso, además de infraestructuras, obras y carreteras, trabajamos en dos ejes más: el empleo y la deslocalización. Y cuando hablo de deslocalización me refiero a oportunidades, no solo a partidas económicas. Este año, por ejemplo, destinamos un millón de euros a ayudas por nacimiento; el año pasado fueron 300.000. Ahora esas ayudas van dirigidas a municipios de entre 5.000 y 50.000 habitantes, como una medida puntual.
Pero, seamos claros: eso no basta. Para que una familia decida quedarse en un pueblo y desarrollar allí su vida, hace falta garantizar oportunidades reales. Nadie se va a quedar en su tierra solo por una ayuda puntual si no tiene la posibilidad de cumplir sus sueños.
-Todas las administraciones parecen ahora muy preocupadas por el fenómeno de la despoblación. ¿Qué se ha conseguido hasta ahora y qué se pretende conseguir en adelante?
- La lucha contra la despoblación es un esfuerzo colectivo que debe implicar a todas las administraciones y que solo puede abordarse a medio plazo. Pero lo fundamental es creérselo. No se trata de una línea presupuestaria para propaganda o publicidad, sino de garantizar servicios básicos de calidad, buena conectividad y, sobre todo, oportunidades reales.
Nadie se va a quedar en su tierra solo por una ayuda puntual si no tiene la posibilidad de cumplir sus sueños.
Tenemos una ventaja con respecto a comunidades como Castilla-La Mancha o Castilla y León: aquí no hay pueblos tan dispersos ni tan alejados de los núcleos principales. En Córdoba, la mayoría de municipios están a una hora, hora y cuarto, como mucho una hora y media en coche de la capital. Además, hay una buena red de carreteras y corredores. Otra cosa es que tengamos problemas concretos, como el de la N-432 o el de la A-81, una carretera especialmente peligrosa por el número de accidentes. Es urgente abordar esas infraestructuras.
En cuanto a la conectividad digital, creo que los pueblos están razonablemente bien comunicados por telefonía. Por tanto, el problema de fondo no es tanto la distancia o el aislamiento, sino la falta de oportunidades. Y eso es lo que tenemos que corregir. Se da la paradoja de que hay empresas en la zona norte con capacidad, con talento, que están trabajando para mercados internacionales, pero a las que les faltan condiciones para consolidarse y crecer.
Ahora mismo estamos trabajando en un estudio para detectar qué empresas pueden beneficiarse del impacto de la BLET (Base Logística del Ejército de Tierra). Y esto no va solo de fabricar tanques, como algunos simplifican. Va de logística, alimentación, plásticos, textil, agua, tecnología... Una gran variedad de sectores vinculados a la actividad económica de la defensa. En Córdoba hay muchas empresas preparadas para aprovechar esa oportunidad, y desde la Diputación las estamos identificando.
Pienso, por ejemplo, en Covap, que es un modelo ejemplar de desarrollo en Los Pedroches, arrastrando a 15.000 ganaderos. O en empresas de Dos Torres, como una especializada en calderería y soldadura que trabaja para países del mundo árabe. Tenemos talento, tenemos capacidad y lo que falta es facilitar que esas empresas compitan no solo en defensa, sino también en ámbitos como el hidrógeno verde.
Y esto enlaza con otra gran oportunidad: Córdoba vuelve a recuperar su papel logístico, que la lógica y el tiempo le han devuelto. Tenemos conexión ferroviaria, aeropuerto, buenas vías de comunicación por carretera. El nodo de la logística está aquí, y hay que aprovecharlo.
Lo dije recientemente en un acto con la Consejera de Empleo, el alcalde de Córdoba, el presidente de CECO y yo mismo como representante de la Diputación. Puse un ejemplo: lo que supone la Base Logística en Córdoba es como un tren con una locomotora -que es la capital- y 76 vagones, que serían los distritos industriales de la provincia. Tenemos que subirnos a ese tren. Ahí está el camino para fijar población al territorio: dar oportunidades de verdad.
- Ya lo ha mencionado antes, pero conviene detenerse en ello. En la zona norte de la provincia confluyen dos grandes problemas estructurales: la falta de capacidad eléctrica y la crisis del agua. Una zona especialmente afectada, donde además muchas soluciones no dependen directamente de la Diputación.
- Efectivamente, lo has dicho tú mismo. Llevo dos años intentando agilizar un expediente que, si los 80.000 cordobeses y cordobesas de la zona norte supieran lo que está en juego en él, estarían absolutamente escandalizados. Porque de ese expediente depende, literalmente, el presente y el futuro inmediato de toda esa comarca.
Yo veo aquí un maltrato deliberado por parte del Gobierno de Sánchez. No se quiere ejecutar la obra que conecta La Colada con Sierra Boyera, una infraestructura vital. Y lo peor es que hay un mecanismo legal para haberlo solucionado hace tiempo. Me refiero al artículo 123 de la Ley de Aguas, que permite resolver situaciones excepcionales como esta, en las que existe una contradicción entre la autorización de una obra hidráulica -en este caso, que conecta dos cuencas, la del Guadiana y la del Guadalquivir- y la concesión de aguas.
Con ese artículo, dada la urgencia y el contexto de sequía, la situación podría haberse resuelto en seis meses. Se podía haber actuado por necesidad y por emergencia hidrológica. Pero no se ha querido. Y eso tiene consecuencias muy graves para una zona que ya está especialmente castigada.
- Durante este último año ha sido especialmente prudente a la hora de no hacer valoraciones políticas sobre este asunto. ¿Ha sido por prudencia institucional o porque confiaba en que se podía resolver?
- Por prudencia, sí. Porque si al final hay que ir a los juzgados -y no lo descarto- para pedir responsabilidades a todos los niveles, quiero tener todas las razones de mi parte. En ningún momento he cerrado la puerta al diálogo, al consenso, a la búsqueda de soluciones. Porque para eso estamos, para solucionar problemas.
Pero, ¿cómo vamos a explicar dentro de dos años -o quien esté aquí entonces- que hemos tardado cuatro años en resolver algo tan básico como unir dos embalses? Y no solo eso: hay un tercero, Puente Nuevo, que también hay que conectar. Parto de la idea de que hay que interconectar los tres pantanos: La Colada, Sierra Boyera y Puente Nuevo. Y lo que tenemos es un expediente que lleva tres años bloqueado.
¿La gente sabe de competencias? ¿Van a entender que después de vivir otra sequía -porque volverán, cada vez más frecuentes e intensas- estemos otra vez sin soluciones porque no se quiso resolver un expediente? Nadie se cree eso. Yo he apurado los plazos al máximo, he intentado llegar a acuerdos, modificar lo que hiciera falta, pero el Gobierno de España ha ido poniendo excusas administrativas una detrás de otra para aplazar y aplazar esta obra.
Mientras tanto, tuve que tomar la decisión de abastecer a 27 municipios con el agua de Sierra Boyera, que es una de las mejores de Andalucía. Pero Sierra Boyera solo estaba pensada para 11 pueblos. Necesita apoyo de otro pantano. En 1992 ya se planteó la conexión con Puente Nuevo como solución provisional. Esa infraestructura de 2009, iniciada por el Gobierno de Chaves, sigue sin resolverse. ¿Y quién ha dado el paso adelante? Juanma Moreno, que ha puesto 9,5 millones de euros sin tener siquiera la competencia. Ha puesto el dinero y ha redactado el proyecto. ¿Qué nos encontramos a cambio? Un bloqueo institucional por parte de la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Eso es lo que hay.
- ¿Institucional o político?
- Sobre todo político. Porque los técnicos que están detrás de todo esto son profesionales de reconocido prestigio, algunos con más de 30 años de experiencia, y hay cosas que no se pueden poner en cuestión, porque son muy evidentes.
Si en el primer proyecto de La Colada se contemplaba una torre de toma -que permite extraer agua según la calidad en distintas cotas-, ¿por qué ahora me niegan esa solución y defienden una toma flotante? Además, esas obras que se ejecutaron en precario ya están prácticamente abandonadas. Todo el sistema de anclajes está suelto, y de las bombas flotantes que se instalaron, la tercera ya está fuera de servicio.
La situación es la que es: hay que hacer la obra definitiva. El proyecto está redactado, pero la ejecución se ha ido dejando deliberadamente. Y yo estoy convencido de que esa decisión responde a una voluntad política de no querer que se hagan las obras. Se han buscado excusas, se han alargado plazos, y nos han metido en un debate administrativo que la ciudadanía no va a entender nunca. Lo que la gente quiere es que resolvamos los problemas, para eso estamos.
Y vuelvo al artículo 123 de la Ley de Aguas, que permite actuar ante situaciones de emergencia como la que vivimos en 2022. Bastaba con que las dos administraciones se hubieran sentado, como se hacía antes, y se hubieran puesto de acuerdo. Por eso reivindico ese libreto antiguo de la política: a grandes problemas, grandes soluciones. Independientemente de los colores políticos, antes nos arremangábamos y sacábamos adelante los proyectos. Hoy no. Hoy cada uno se atrinchera, pone excusas, entra en competencias que no son suyas o valora cuestiones que no le corresponden.
Y mientras tanto, tienes a dos ingenieros de caminos —uno de cada administración— que coinciden en que el proyecto es viable, con matices puntuales que se pueden resolver sobre la marcha. ¿Cómo es posible que tres años después se diga que hay que hacer algo completamente distinto?
Reivindico el libreto antiguo de la política: a grandes problemas, grandes soluciones. Independientemente de los colores políticos, antes nos arremangábamos y sacábamos adelante los proyectos. Hoy no.
Por eso insisto: aquí no ha habido voluntad política por parte del Gobierno de España para facilitar la solución al problema de La Colada-Sierra Boyera. Voluntad política, desde luego, sí la ha habido por parte de Juanma Moreno. Más ya no se puede hacer.
- Posee ya una larga trayectoria política como para establecer comparativas. ¿Está realmente tan polarizada la política actual y es tan difícil negociar como parece?
- Sí, sin duda. Y creo que todos sabemos quién es el responsable de esa situación. El libro que hoy se aplica en España -la forma de hacer política que se ha instalado- nos ha llevado a lo que yo llamo una España dislocada. Y a mí me duele España, porque la situación en la que estamos es muy preocupante, y lo peor es que parece no tener salida.
- Usted ha conocido otros modos y maneras de hacer política.
- Sin duda. Y por eso lo pongo de ejemplo. El libreto antiguo de la política era infinitamente más responsable, más útil y, sobre todo, tenía un mayor espíritu de servicio público que el que vemos ahora. El atrincheramiento del Gobierno de España es absolutamente irresponsable. España no se merece este gobierno, y lo digo con pesar, porque todo el mundo está viendo lo que está ocurriendo.
Hay un desapego preocupante hacia el trabajo y el servicio público. Y eso es alarmante, porque los responsables políticos no están en los problemas, no están centrados en lo que importa. Como decía Ortega, están en otras cosas. Y no quiero entrar en lo que ya es evidente para todo el mundo, porque eso sería indigno incluso de un país como el nuestro.
Los gobiernos están para resolver los problemas. Y en la política de antes, aunque existieran diferencias ideológicas entre partidos, se sacaban adelante las cosas. Nos arremangábamos y se resolvían los conflictos. Había discrepancia, claro, pero también voluntad de entendimiento.
Desde mi experiencia puedo decir que el 90% de los problemas que afronta hoy cualquier administración pública se resuelven con sentido común. Y lo que falta ahora precisamente es eso: sentido común. Y lo que sobra es irresponsabilidad.

Fuentes, durante la entrevista
- No parece que en la Diputación de Córdoba haya un clima especialmente crispado.
- Y lo digo con satisfacción: aquí el nivel de diálogo es alto. Hemos podido sacar adelante las ordenanzas y los presupuestos dentro de nuestras posibilidades, y en eso ha habido colaboración tanto del Grupo Socialista como de Izquierda Unida, que se han abstenido en los presupuestos. Eso es política con mayúsculas, la que hay que recuperar.
Porque la mala política, la que vivimos hoy a nivel nacional, está generando un desapego muy preocupante entre la ciudadanía. Y no es justo. Hay muchos alcaldes y alcaldesas de todos los colores políticos que se dejan el alma por transformar sus pueblos. Y yo conozco ejemplos de todos los partidos.
Lo que pasa es que, por culpa de la situación que vive España, y del Gobierno de España en particular, estamos llegando a una realidad muy preocupante. Pero tengo que reconocer, y lo hago con gusto, que en la Diputación de Córdoba la oposición está actuando con responsabilidad. Se están sacando las cosas adelante gracias al sentido común.
Vox apoya puntualmente, y tanto Izquierda Unida como el PSOE han mostrado una actitud constructiva. Piden cosas razonables. Y ese es el libreto antiguo del que hablaba antes, el que debemos recuperar. Por eso, no puedo criticar ahora mismo la situación del Pleno de la Diputación. Al contrario, creo que es un ejemplo.

Salvador Fuentes, en el Patio del Reloj del Palacio de La Merced
- Es cierto que, en esta etapa, cuentan con un respaldo importante por parte de la Junta de Andalucía. ¿Eso se nota en el día a día?
- Sí, y también la Diputación respalda a la Junta. Porque de lo que se trata es de colaborar. Esto va de personas, de proyectos, y de tener sentido del servicio público. Y tengo que decir que también hay ejemplos de colaboración con el Gobierno de España. Por ejemplo, la ministra de Defensa, Margarita Robles, me parece una persona comprometida con Córdoba. ¿Puede ser una excepción? Pues sí. Pero lo importante es que, cuando hay voluntad, se trabaja juntos.
La Junta de Andalucía colabora con la Diputación y con los ayuntamientos. Y la Diputación también colabora en asuntos y competencias que son de la Junta. Incluso, puntualmente, lo hace el Gobierno de España. Pero no siempre. Yo echo de menos, por ejemplo, el compromiso de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
La realidad es clara: el Gobierno de Sánchez ha invertido 125 millones en obra hidráulica en Jaén, 75 en Sevilla, mientras que en Córdoba seguimos esperando. Cero euros. Y eso que aquí hay necesidades urgentes. La conexión entre La Colada y Sierra Boyera depende de dos confederaciones. Pero el presupuesto lo ha puesto Juanma Moreno. Es dinero de todos los andaluces, sí, pero es la Junta quien ha dado el paso.
En cambio, en el ámbito que depende directamente del Gobierno central, como es el caso de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, no hemos visto inversión. Y pongo un ejemplo muy concreto: la planta potabilizadora de Sierra Boyera. Se anunció un proyecto de ampliación, pero a día de hoy no sé si lo van a ejecutar o no. Ese es el compromiso del Gobierno de España con Córdoba en materia hidráulica. Ninguno.
Hay muchos alcaldes y alcaldesas de todos los colores políticos que se dejan el alma por transformar sus pueblos. Y yo conozco ejemplos de todos los partidos.
- Aquí hay un evidente trabajo de equipo, pero también es cierto que usted es un presidente que está en el terreno, que se baja del coche oficial.
- Y me monto en la Vespa.
- A los Pedroches o a la Subbética no irá precisamente en Vespa…
- No, claro. Ahí voy en coche. Y cuando hace falta, también en furgón.
- ¿Qué le dice la gente? ¿Qué le comentan al presidente de la Diputación?
- Lo que le dicen al presidente de la Diputación se lo dicen también a cualquier político que tenga vergüenza política. Y te aseguro que en todos los partidos hay alcaldes y alcaldesas que se dejan la piel por mejorar la vida de los suyos. La gente no es tonta. No hay ningún pueblo tonto. Y quien piense eso, el tonto es él.
Cuando haces obras, cuando estás presente, cuando sufres con la gente -y también compartes alegrías-, eso se nota. No se trata de hacer milagros. Se trata de trabajar. Trabajar mucho. No más que nadie, pero tampoco menos. Si estás en el tajo, estás en los problemas. Y el pueblo, que es sabio, lo percibe.
Esa es la tarea más gratificante de la política: mejorar la vida de los demás. La gente lo nota. Y tú sabes cuándo están molestos, cuándo algo no va bien, cuándo hay que agilizar. La política es así: si estás cuatro años nervioso, es que estás implicado.
Y hay algo que tengo claro: el político tiene que dormir con los expedientes. Si no lo hace, que se dedique a otra cosa. Los expedientes están vivos. Y si te olvidas de uno, es que no llevas la política en la sangre. No puedes justificarte diciendo que está en Medio Ambiente o en Hacienda, o que lo está tramitando otro departamento. No. Tú tienes que hacer el seguimiento, acompañarlo, asegurarte de que llegue hasta el final, que se ejecute, que entre en carga.
Los políticos de raza son políticos de 24 horas, para lo bueno y para lo malo. Y eso es lo que hago yo. Mientras un expediente esté vivo, hay que estar pendiente de él. Porque si se para, estás perdido. La gente no entiende el procedimiento administrativo, ni tiene por qué. Lo que sabe es que tiene una necesidad, una solicitud, una inversión pendiente de ti. Y espera una respuesta.
Es verdad que la administración es lenta, como un elefante. Pero tú no puedes permitirte ser más lento que ella. Porque tú tienes que tener esa visión transversal que recorre toda la vida del expediente. Esa es tu responsabilidad.
- El Ayuntamiento de Córdoba ha hecho del lema «cerrar carpetas» una seña de identidad en este mandato. ¿A qué le gustaría darle carpetazo en los dos años que quedan de legislatura?
— A muchas cosas, pero si tengo que elegir, diría que al agua y a la energía. El agua es una prioridad absoluta, porque hay que garantizar el abastecimiento con seguridad en toda la provincia. Y con la energía pasa lo mismo: no depende directamente de mí, pero es mi responsabilidad reivindicarlo. Tenemos que conectar zonas como Peñarroya, Fuente La Lancha y Villanueva del Rey con el sur de la provincia, porque hay muchas oportunidades de emprendimiento que están dependiendo de esa capacidad energética.
En Córdoba hay empresas que pueden transformar completamente el territorio. Y tenemos polos de desarrollo que hay que potenciar: Lucena, Pozoblanco con Covap, el Guadiato con sus posibilidades en minería y biometanización de residuos orgánicos… Hay futuro, muchísimo futuro. Córdoba no tiene que envidiarle nada a nadie.
Tenemos pequeñas, medianas y grandes empresas que venden al mundo entero. Pero muchos políticos ni las conocen. Y tenemos que conocerlas, porque son parte de nuestra realidad empresarial, agrícola, cooperativa… Son el motor que necesita herramientas y palancas para crecer.
Parte de eso sí depende de mí: el agua. Y la Junta de Andalucía está dando un paso adelante. Juanma Moreno ha impulsado una conexión colectiva con Europa que debe servir para que el sur del continente —más seco— reciba financiación suficiente para transformar sus infraestructuras hidráulicas. Europa tiene que entender esa urgencia. Y por primera vez, Andalucía está teniendo voz en Bruselas.
Con la energía pasó algo parecido: hace meses la ministra anunció una posible ampliación de capacidad energética para la provincia. Desde entonces no hemos sabido más. Mientras tanto, hay empresas que querían implantarse en el Guadiato y se han ido porque no había ni agua ni luz. En el sur también se demanda más energía, y vemos cortes como los de Fuente Palmera. Eso es inaceptable.
Otra prioridad es la conectividad. Digitalmente hemos avanzado, pero nos falta mejorar la conectividad física. La N-432 es un drama. Es un corredor que acumula décadas de promesas incumplidas y una elevada siniestralidad. Aunque fuera por tramos, hay que actuar ya. Y con este Gobierno central, sinceramente, he perdido la fe. Está en otras cosas.

Salvador Fuentes durante la entrevista
En paralelo, estamos localizando todos los focos de innovación de la provincia para conectarlos con el tejido empresarial. La Base Logística no es solo una instalación militar. Es un abanico de oportunidades, y solo hemos abierto cuatro varillas. Pero puede tener cincuenta. Cada varilla representa una actividad, un producto, un sector nuevo.
Pongo un ejemplo: en Lucena hay una empresa que fabrica agua, firmando acuerdos con gobiernos de medio mundo, incluidos los de Defensa. ¿Por qué? Porque si mandas tropas a una misión de paz, como en el Líbano, no puedes usar el agua local, por seguridad. Tienes que producirla tú. Y eso lo hace una empresa cordobesa.
También tenemos oportunidades con el hidrógeno verde. Hay empresas listas para desarrollarlo, y están aquí, en Córdoba. Por eso insisto tanto en la Formación Profesional. Necesitamos una FP conectada al tejido productivo y alineada con las perspectivas que se nos abren. Si hacemos eso, en 10 o 15 años Córdoba será irreconocible, para bien.
La FP es la gran palanca de transformación de la provincia. Tenemos empresarios y empresarias brillantes, y un potencial enorme. El problema es que ni siquiera sabemos lo que tenemos. Y eso hay que cambiarlo.
Siempre pongo el mismo símil: Sevilla ve un burro volando y dice que es un dragón. Córdoba ve un burro volando y, si puede, le tira una pedrada. Y eso hay que superarlo. No tenemos que envidiar nada a Sevilla. Aquí hay empresas que fabrican los asientos de los grandes estadios de fútbol del mundo. Están aquí. O una empresa en Villarubia que produce cabezas de aves para el mercado árabe, Australia y Europa. Eso es Córdoba.
Sevilla ve un burro volando y dice que es un dragón. Córdoba ve un burro volando y, si puede, le tira una pedrada. Y eso hay que superarlo.
Pero estos empresarios no cuentan con las herramientas que sí tienen otros en otras comunidades. Y eso es lo que hay que corregir. Tenemos que dedicarnos todos a hacer lo que nos toca, colaborar, cooperar. Porque la economía que viene es la economía de la cooperación.
Y si los cordobeses queremos, sabemos entendernos. Y si nos entendemos, nos comemos el mundo. Pero para eso, todos tenemos que remar en la misma dirección. Y recuperar el libreto antiguo de la política. Porque si no lo recuperamos, no avanzamos.