El portalón de San LorenzoManuel Estévez

Mitos y leyenda negra

Otro mito que se cundió en los años 1970-80 fue el de que casi todos «corrimos delante de los grises», entiéndase la Policía Nacional de entonces. Eso es totalmente falso

Actualizada 05:10

A pesar de que lo mismo quienes organizaron los actos reivindicativos no lo ven conveniente, bueno será que por el reciente «Día de la Mujer» citemos a María Elvira Roca Barea, una mujer relativamente joven, nacida en 1966 en El Borge (Málaga) y licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Málaga en 1989. Realizó los cursos de doctorado en esta misma Universidad bajo la dirección de Antonio Alberte González, y en la Universidad Francois-Rabelais de Tours (Francia) sobre lengua y literatura francesa, retórica y paleografía, formación que le servirá finalmente para su doctorado en literatura medieval en 1995 en el que obtiene «cum laude» por unanimidad.
Empezó trabajando en un Instituto de Educación Secundaria, posteriormente en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y ha impartido clases en la Universidad de Harvard. Es asimismo conferenciante y articulista en periódicos tan dispares como El Mundo o El País y en revistas especializadas como el Anuario de Estudios Medievales. Vamos, que no es precisamente «Curro el de los melones» la que ha escrito el libro «Imperiofobia», el cual gira sobre la "Leyenda Negra” española.
Elvira Roca Barea

Elvira Roca BareaWikipedia Commons

De esta obra suya, alabada por notables personalidades de la historia y la cultura, destacaría el comentario que le ha merecido al historiador Fernando García de Cortázar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto, y Premio Nacional de Historia 2008, quien opinó que con este libro los españoles «Volvemos a tomar conciencia de hasta qué punto toda la historia de España estaba tergiversada y había sido manipulada para ofrecer de ella una visión absolutamente negativa y contraria, por supuesto, al progreso y la civilización».
En el debate que ha ocasionado la aparición de este libro el periódico El País, como ocurre cuando salen a la palestra estos temas, ha querido polemizar, no sobre su esencia, que no puede refutar, sino criticando la validez de datos de aquí y de allá. Parece que este medio es siempre el estandarte, el garante, o accionista interesado de nuestra "Leyenda Negra”.
Es lamentable el odio cultivado contra España en su relación con Hispanoamérica, cuando nuestro país se «entretuvo» en fundar desde 1538 a 1812 treinta y dos universidades en aquellos países, dotándolas de eminentes profesores, en muchos casos los mejores de los nacidos en la península. Igual podríamos decir de la política de fundar hospitales con la Ley II del 13 de julio de 1573:
«Cuando se fundare o poblare alguna ciudad, villa o lugar, se pongan los hospitales para pobres enfermos con enfermedades que no sean contagiosas junto a las iglesias, mientras que los enfermos con enfermedades contagiosas se lleven a lugares levantados y para que ningún viento dañoso pasando por los hospitales vaya a herir en las poblaciones».
Todo ello, y esto es fundamental, sin renunciar nunca al «mestizaje» que otros países no concebirían bajo ningún concepto. Inglaterra, por ejemplo, a su colonias de Australia y Nueva Zelanda sólo enviaba a sus presos peligrosos, que una vez cumplidas sus penas se encargarían de exterminar a los nativos.
Esta mujer, con su trabajo de investigación apoyado en fuentes verificables, desmonta muchos más temas históricos que han formado nuestra «Leyenda Negra»: la expulsión en 1492 de los judíos (muy posterior a las llevadas a cabo por países como Inglaterra o Francia, que además los expulsaban con el pretexto de que «contagiaban determinadas enfermedades»), Alemania y el protestantismo de Lutero con su propaganda anticatólica, y por extensión antiespañola, el frente inglés y la propaganda anglicana, los «rebeldes» holandeses y su odio visceral a España, el mito de la Inquisición y el Santo Oficio, la persecución de las brujas (nadie parece acordarse de las ejecuciones masivas de brujas en el norte de Europa todavía en 1782), la llegada de la «benéfica» Ilustración y su influencia sobre nuestros «intelectuales», las mentiras históricas sobre Galileo y el teatro que aún se sigue montando alrededor (mientras no se habla, por ejemplo, de la ejecución del célebre químico Antoine Lavoisier, ejecutado porque la revolución de la guillotina "no necesitaba científicos ni químicos”), el liberalismo y el racismo «científico», etc. etc.
Es tan extenso el conjunto de mitos que esta mujer aborda y desmonta que abruma. Pero por ser más recientes, porque todavía no se ha estudiado esta época, o en todo caso porque son aspectos de menor calado, no trata otra pequeños «mitos» o «leyendas negras» que siguen por ahí pululando.
No hay nada más que recordar cuando en la primavera de 1976, muerto ya Franco, nos visitó el Premio Nobel de Literatura de 1970, el disidente ruso Aleksandr Solzhenitsyn. Después de estar recorriendo Madrid y otras ciudades españolas, en donde llegó a ser entrevistado varias veces, finalmente el siempre oportuno José María Íñigo (1942-2018) le hizo una entrevista en TVE el 20 de marzo de 1976, en el programa «Directísimo». Allí contó su destierro en el «gulag» de Siberia, y a la hora de hablar de las «libertades» de la URSS se limitó a decir: «Ojalá nosotros los rusos tuviésemos la mitad de las libertades que yo he observado en España, pues allí tenemos que pedir hasta autorización oficial para hacer una fotocopia...». Las palabras de este intelectual no cayeron nada bien en la gran mayoría de periódicos y medios españoles, y en general en la sociedad «biempensante». Hasta se llegó a decir por los más extremistas que con la gente que pensaba y decía cosas como él «estaban más que justificados los campos de aislamiento y de trabajo en la Unión Soviética». Incluso Camilo José Cela salió en tromba a criticar al pobre ruso. Y aquello era como decir: «El siete quita la muestra».
Qué decir del mito que montaron los perdedores de la guerra civil en torno a la figura de Manuel Rodríguez Sánchez «Manolete», el célebre torero cordobés. Le inventaron hasta la «historia» de que ensayaba la suerte de matar en las cárceles con los presos políticos. Fueron tantas las mentiras que se vertieron contra él que la moda «política» era criticarlo. Hasta el escritor norteamericano Hemingway llegó a decir que “era un torero de trucos baratos«. Tendría que ser la emisora »La Voz de Granada" la que en 1953 organizó un macro programa radiofónico para tratar de poner las cosas en sus sitio.
Otro mito que se cundió en los años 1970-80 fue el de que casi todos «corrimos delante de los grises» entiéndase la Policía Nacional de entonces. Eso es totalmente falso, pues hubo mucha gente de mi época que la única relación que pudo tener con cualquier policía o »guardia de asalto" era la de reclamarle que evitara que la gente se colara en aquellas colas de los cines de verano. Y aparte no se vio que nuestro atletismo en los Juegos Olímpicos tuviese grandes resultados como debería haber sido por esa cantera inmensa de corredores.
Y ya finalmente el sindicato Comisiones Obreras por esos mismos años pasaría a la historia como un mito de la democracia «en defensa de los trabajadores». Y quiero decir que, al menos las Comisiones Obreras que yo conocí en mi fábrica, trabajaron más para el Partido Comunista que para los propios trabajadores. Esa labor obediente de seguir las instrucciones del partido a rajatabla lo hicieron a la perfección, dominando asambleas (del todo menos democráticas) manifestaciones y calles, todo con una gran carga de intimidación a los que no pensaran como ellos. A ver si alguien desmonta estos mitos de una vez.
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