Siempre libresChules de Bocatas

Navidad

Estos días andaba buscando con cierto desasosiego alguna palabra firme en el caleidoscopio de este mundo y no acababa de encontrar nada que me deshiciera de cierta turbación interior.

Y aturullado -más que relajado y atento- después de unas semanas de trabajo, fiestas, amigos, cenas, comida y catarros de tos infinita que duran la tira, llegamos al pesebre que, de repente, no está vacío. ¿Alguna palabra verdadera? Este deseo se ha acrecentado después de haber leído la entrevista a un reconocido personaje público del ámbito católico donde narra cómo ha perdido la fe y de un juicio escuchado un par de veces sobre los más vulnerables que no me ha gustado nada. Ambos provenientes de la Iglesia lo que es preocupante.

Ambos se podrían resumir de la siguiente manera: fuera de la Iglesia también sirven al prójimo y al que lo pasa mal unas cuantas ONGs, pero no basta con el bienestar material y la atención, sino que hay que dar el «pan de Dios».

¿Cómo saber en las situaciones concretas dónde está el bien y el mal? Parece una chorrada, pero es harto difícil. Un criterio que me sirve mucho es preguntarme qué interés subyace debajo de una decisión o de una opinión cualquiera. ¿Cuáles son los intereses en juego, los que se subrayan y afirman? ¿Cuántas veces te das cuenta de que ese criterio no es otro que el egoísmo, el interés del propio yo de mantener una posición vital, social y patrimonial ya alcanzada? Son pocas las ocasiones en las que el criterio que subyace no es el propio interés o el del grupo al que se pertenece. A propósito de esto del grupo escribía Federico de Montalvo Jääskeläinen recientemente en una columna del ABC: «La comunidad es sustituida por una suerte de narcisismo grupal con una creencia irracional en la grandeza del propio grupo, acompañada de un desprecio por otros grupos. Y a esa creencia sirven con habilidad las nuevas formas de información, ni formal ni profesional». ¡Ojo! Cantidad de veces -más de las que pensaríamos a priori-, se esconden posiciones cerradas, sectarias y autorreferenciales que no abren al mundo sino que nos encierran en nuestro ombligo.

¿Qué criterio subyace en un razonamiento como este de Iglesia como ONG o no? A mí me parece claro y cristalino: el egoísmo del que ya está saciado, que no se acuerda de lo que es sufrir y le parece que ahora hay que buscar el pan de Dios, no se sabe muy bien donde. Vaya desnorte. Porque jamás se va a encontrar a Dios en el propio ombligo. Nunca se llegará a Otro sin el otro, al pan de Dios sin el amor al prójimo.

Últimamente me viene a la cabeza mucho el cuento de Flannery O´Connor donde habla de un personaje que funda la «Iglesia sin Cristo». Cierto que lo hace desde otra perspectiva y con ironía, pero a mí que ya no lo percibo tan irónico y eso de una Iglesia sin Cristo me empieza a parecer territorio abonado en nuestros tiempos.

¿Quién podría poner un poco más de luz en toda esta discusión? Y buscando lo encontré en la homilía de Navidad del Papa León: «La carne humana requiere cuidado, solicita acogida y reconocimiento, busca manos capaces de ternura y mentes dispuestas a la atención, desea palabras buenas.» Y añade más adelante: «Cuando la fragilidad de los demás nos atraviesa el corazón, cuando el dolor ajeno hace añicos nuestras sólidas certezas, entonces ya comienza la paz»

Y ¿entonces la Navidad, Jesús y todo ese rollo? «De ese modo, la Navidad vuelve a motivar a una Iglesia misionera, impulsándola sobre vías que la Palabra de Dios le ha trazado. No estamos al servicio de una palabra prepotente —estas ya resuenan por todas partes— sino de una presencia que suscita el bien, que conoce su eficacia, que no se atribuye el monopolio.» «Este es el camino de la misión: un camino hacia el otro» «En Dios cada palabra es palabra pronunciada, es una invitación al diálogo, una palabra nunca igual a sí misma. Es la renovación que el Concilio Vaticano II ha promovido y que veremos florecer sólo si caminamos juntos con toda la humanidad, sin separarnos nunca de ella. Mundano es lo contrario: tener por centro a uno mismo. El movimiento de la Encarnación es un dinamismo de diálogo».

Acaba el artículo del Vatican News sobre las palabras del papa en Navidad con esto: «Al final de la prédica, León XIV hizo un llamado a transformar nuestros monólogos en diálogos de escucha. «Habrá paz cuando nuestros monólogos se interrumpan y, fecundados por la escucha, caigamos de rodillas ante la carne desnuda de los demás», concluyó, poniendo a la Iglesia bajo la guía de la Virgen María para aprender que todo renace del silencioso poder de la vida acogida.»

Menos mal un poco de cordura, claridad y buen sentido también para estas fechas y para este mundo y para esta iglesia. Gracias Santidad.

Navidad y religión no son entonces la prolongación clerical de nuestro yo o de nuestros propios intereses. No son fruto de una religiosidad frívola, narcisista y prisionera de sus propias ideas sobre cómo tiene que ser la realidad y la vida en un bucle que no lleva a ningún sitio.

Entonces, la caridad, con todos sus 121 números de la Dilexit Te dentro, es un instrumento privilegiado para vivir una religiosidad verdadera, un Dios verdadero que es puerta ternura y misericordia para todos. Haga la prueba. Cuando vea a un pobre en la calle o el semáforo en vez de mirar para otro lado párese. Pregúntele el nombre, qué tal está y juzgue usted mismo qué le pasa a su corazón.

Sí, Navidad. Dios sale a nuestro encuentro con una corriente de aire fresco del que todo corazón humano depende para el desarrollo pleno de todas las actividades que realiza durante el día.

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