Subidos en los hombros de gigantesBernd Dietz

Paisaje después del esperpento

«Si no aprendemos viéndolas venir, aprenderemos a toro pasado y con dolor, cursando la pedagogía antigua»

Actualizada 09:28

Sánchez ha ganado con claridad las elecciones. Se proclamó uña y carne con Sumar, emulando al dúo Pimpinela en su reciente actuación con Yolanda, y juntos acreditan 153 escaños. No supone mayoría absoluta, pero apenas una pizca de tesón, y pactos coyunturales o irreversibles con sus afines parlamentarios, pueden llevarle hasta donde le dé la gana. Feijóo, con sus enjutos 136, no ha cesado de decir que quiere gobernar solo, que abomina con rotundidad de Vox y que en modo alguno querría mezclarse con una fuerza política de tan cortas simpatías hacia los designios del globalismo bruselense. Aparece el galaico como Mateo con la guitarra: persistente, monocorde y sin norte. ¿De qué nos sirve, si gozamos de Frankenstein y Puigdemont para que jueguen con nosotros?
Si este sexagenario opina que Galicia es una nación sin Estado (lo que imaginamos deplora, pues en su día se mostró diligente imitando a catalanes y vascos en sus místicas del terruño y en la activa postergación del español), y Margallo, ese hombre, considera que la Agenda 2030 «es el evangelio», se entiende bien que ambos le tengan tanto asco, esa acusada prevención, a los tres millones de españoles que perciben como ultras, apenas por defender valores tan honestos como patrióticos.
Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. Feijóo desea soplar y sorber al mismo tiempo, ser progresista y de derechas, pero le desasisten la lógica, el realismo, la coherencia, los números y algunos condicionantes más. Pensó que podría relevar a Sánchez desplegando una sumisión mejorada a los presentes amos del planeta, y no quiso reparar en esa desamparada población que, por no tener, carece de conciencia de lo que se le viene encima, porque le falta la necesaria lucidez para oler el peligro.
Pues muy bien. Si no aprendemos viéndolas venir, aprenderemos a toro pasado y con dolor, cursando la pedagogía antigua. Pero aprenderemos, eso seguro. Y cuando nos veamos realmente mal veremos nacer líderes como los que están surgiendo en importantes naciones europeas, impulsados por electores que no toleran verse traicionados y vendidos cual si fuesen ovejas. Y si no, al tiempo.
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