Resultados electorales y líneas rojas
«De las líneas rojas del Sr. Sánchez no me vale ninguna, ya que tiene una goma de borrar que las elimina sin dificultad»
Estamos acostumbrados en la noche electoral a que todos los partidos han ganado las elecciones. En qué pocas ocasiones nos encontramos con un líder de uno de los partidos concurrentes que comparezca y reconozca la derrota y actúe consecuentemente.
A pesar de ello en estas elecciones del 23J aún han resultado, si cabe, más grotescas las comparecencias de los líderes de los partidos.
Ahí tenemos a un señor condenado (aun cuando haya cumplido su condena, no deja de haberlo sido) por integración en banda terrorista, que aparece sonriendo y satisfecho, posiblemente con razón al haber ganado un escaño, reconociendo que van a extorsionar en todo al posible candidato Sr. Sánchez.
A otro independentista, éste catalán, que para no felicitar al ganador de las elecciones, por ser el Partido Popular, se limita a felicitar al ganador en Cataluña, como si lo que se hubieran celebrado fuese unas elecciones autonómicas, pero relamiéndose también de todo lo que van a apretar, a pesar de perder escaños, al posible candidato del PSOE, al que le importa un bledo vender España con tal de seguir en La Moncloa.
A la yupi Yolanda, siempre feliz y contenta de haberse conocido (sobre todo, al parecer, cuando plancha), en esa piel de cordero que esconde a una comunista y sindicalista de Comisiones Obreras beligerante al máximo frente a emprendedores y creadores de riqueza, que parece que había obtenido una mayoría absoluta, cuando realmente obtuvo los peores resultados de esa extrema izquierda arcaica, obsoleta y casposa. Pero, claro, con los escaños necesarios para seguir en la poltrona si se forma un nuevo gobierno Frankenstein.
Un Santiago Abascal, con cara de pocos amigos, cortés en la felicitación al ganador, pero cabreado sin límite y lleno de rabia y rencor frente al Partido Popular, sin darse cuenta (espero) que su verdadero contrincante se encontraba mucho más a la izquierda.
A toda una cúpula del PSOE con su candidato al frente, saltando y bailando como si hubiesen obtenido un éxito sin parangón y sin tener la cortesía (nunca la tuvo) de felicitar al ganador de las elecciones, con su soberbia habitual.
Y, por último, a un ganador de las elecciones, el Sr. Feijóo, que con cara de circunstancias quería aparentar una gran noche, cuando, en realidad, había resultado un fiasco el resultado para un partido que esperaba obtener muchos más escaños y poder gobernar.
Pero todos con un denominador común: ninguno de ellos había errado en sus planteamientos y la culpa de no obtener mejores resultados siempre son los ataques sufridos, por supuesto falsos y sin fundamento alguno, por los demás.
Pero lo que es peor, ninguno (quizás algo Feijóo) pensando en lo que han dicho los españoles en las urnas, lo único que todos tenían en su cabeza era las combinaciones posibles para tocar moqueta y seguir viviendo del puesto político.
Y aquí viene la segunda parte. Las negociaciones para alcanzar esas mayorías para conseguir el premio de vivir en La Moncloa y colocar al mayor número de miembros o simpatizantes de su partido.
Todos aparecen con líneas rojas que dicen no traspasar.
De las líneas rojas del Sr. Sánchez no me vale ninguna, ya que tiene una goma de borrar que las elimina sin dificultad alguna, sólo debe tener una «aparición» y cambiar de opinión.
Hay otras líneas rojas aún más sorprendentes, aquellas que, aun teniendo un puesto más cercano a la derecha (léase PNV) dicen que no pueden negociar con un partido si en esa negociación entra VOX, pero que sin embargo no tienen reparo alguno en participar con otros grupos de izquierda, alejados de sus planteamientos económicos e ideológicos, en los que en sus listas hay etarras y filo etarras.
La realidad no es más que la calculadora electoral: ¿Dónde gano poder?
Pero, después de 48 horas de conocer el resultado de las elecciones, no he escuchado a ninguno que haya querido hacer una lectura de la estructura ideológica de los españoles: la mitad vota a la derecho y la otra mitad vota a la izquierda y, si, realmente, lo que se busca es la paz social y el bien de todos, TODOS, los españoles, no se puede gobernar obviando a la mitad y en contra de esa mitad.
La responsabilidad recae en los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, de alcanzar un acuerdo de mínimos que den tranquilidad a España y la vuelva a colocar en el sitio que internacionalmente merece, pero me temo que hay uno, que ha aprendido de Zapatero, que sólo quiere la división y la gresca entre las dos Españas.
¡Qué pena de Transición! ¿Dónde quedó ese espíritu?