De este agua no beberéRafael González

El Efecto Lampreave

Aquí mis amiguetes los modernos y aquí nuestro chiringuito saliendo siempre los mismos en los mismos lados. Y cobrando, claro

Actualizada 05:00

El Centro de Recepción de Visitantes, más conocido con su denominación de furgoneta diésel o CRV, padece una especie de gafe que provoca que gran parte de sus asientos se queden vacíos en determinados actos. Los que hemos asistido en mayor o menor medida a eventos celebrados allí nos hemos encontrado con un temporal en formato de diluvio tras dos años de sequía, o con tres espectáculos lúdicos programados al mismo tiempo en diferentes marcos incomparables, o ha sido viernes de invierno por la noche. Y es cuando el invierno de las numerosas ausencias se sitúa en el patio de butacas del CRV aunque esté allí cantando Camarón redivivo.
En esta semana de propuesta cultural que finaliza los asientos han estado afectados por el gafe y Córdoba, tan suya, tan nuestra, ha dado la espalda a lo que allí se ha dicho y oficiado. Le ha dado la espalda físicamente, porque en lo que a los bolsillos se refiere, los cordobeses y los europeos – estos últimos hasta que digan basta- ha apoquinado vía subvención, ayuda o fondo. Lo bueno de pagar impuestos progresivos es que cuando ya has dejado las carreteras con cinco carriles en estado de revista, la sanidad con cinco médicos por paciente, la enseñanza con escuelas trilingües y las paguitas colocadas a los ciudadanos no contributivos, te sobra para la kurtura. Otra cosa es que la kurtura conecte con el contribuyente que contribuye, que no siempre es el caso.
No obstante, y respecto a ese ardor cordobés de estos pasados días que se ha quedado en bengala de cumpleaños, hay que decir que nos alegra comprobar que, a pesar de nuestro cordosiesismo secular e idiosincrasia, el efecto Lampreave también se da en la capital del califato, y en eso no nos hemos quedado atrás respecto a otras provincias. El efecto Lampreave, que en la actualidad se conoce más como efecto Carmen Machi y durante la oprobiosa fue el efecto Gracita Morales, consiste en realidad en una perpetuación hípster del franquismo sociológico: aquí mis amiguetes los modernos y aquí nuestro chiringuito saliendo siempre los mismos en los mismos lados. Y cobrando, claro. En eso no solo no nos hemos quedado rezagados sino que el efecto viene patrocinado con marca de birras. Cuando ahora se polariza la lobotomización social sobre si existe el madridismo sociológico o el negreirismo arbitral, en Córdoba ese debate será moderado por la misma persona que glosa el cosmopoetismo, el feminismo de Chipiona (como una ola de fuerza desmedida) o una ponencia sobre politólogos acelerados. De hecho, es una cuestión de economía y no solo sobre el escenario del CRV lo pudimos comprobar sino también entre los tres o cuatro asistentes: en Córdoba tenemos uno solo de cada cosa y lo repetimos en todos lados. El artista hípster militante del sinhogarismo estético, el dramaturgo pintor con cara de otro, el calvo gafapasta multiusos, además de nuestras feministas oficiales de Bimba y Lola con carné de Carmen Machi y que encontramos en todas las películas/eventos/lecturas/. Hay que añadir al cocinero blandiblú y un Antonio Manuel de la Meca dando la chapa y ya tenemos el cuadro completo, que es el cuadro de siempre al que sumamos un cantaor del nuevo periodismo flamenco, que también quiere su cuota.
Es el efecto Lampreave: cártel, trust, holding, alfa y omega de la kurtura cordobesa. Tan encantada de haberse conocido y subvencionado.
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