De este agua no beberéRafael González

Por sus nietos

Actualizada 05:05

No fueron muchos ni pocos, o quizá no tantos como se desearía ante el derrumbe nacional. Entre los escombros de España, los mensajes circularon para movilizarse frente a los ayuntamientos de manera en apariencia espontánea y sin tutelas de siglas. Las siglas no estuvieron, ni las patrióticas, ni las moderadas, ni nadie del ‘PSOE bueno’, porque eso es pensamiento mágico al que aún se agarran los que sufren por Redondo Terreros.
El pasado domingo, con mayor o menor fortuna, algunos españoles se citaron frente a las casas consistoriales para decir lo que debería resultar obvio, o escandaloso, o inmoral, pero que ya ha sido bendecido y normalizado por el aire pestoso y de par en par de Overton y su ventanal sanchista.
En Capitulares estuvieron los justos y necesarios, los de verdad. Aunque desconocen que España ya no existe. Muchos de ellos, por edad, deben tener nietos, y solo por esa condición de abuelos se entiende el estar un domingo al sol, con la bandera nacional, pidiendo que España no se venda cuando España, simplemente, es que ya no es. De hecho España ya no tiene ni niños - españoles- aunque sus abuelos estén frente al ayuntamiento reclamando decencia nacional y democrática.
Pero ahí se concentraron, como tratando de exorcizar lo que sospechan que ya es inevitable: que sus nietos crecerán sin la prosperidad, la decencia, la tranquilidad y el esfuerzo que ellos hicieron/tuvieron. La España del 78 dio de sí lo que el chicle se pudo estirar. Ahora ya caminamos por terreno ignoto y oscuro, a pesar de la felicidad arcoiris socialdemócrata, un territorio adaptado por lo amoral - accesibilidad ante todo- en el que el asesino se convierte en prohombre y donde la masa aplaude la farsa redentora para, a continuación, dar caza a los golpistas nuevos que antes eran otros lodos.
Hay intuiciones ciertas que solo los abuelos tienen.
Por eso se fueron el domingo a manifestarse. Un día feliz en cualquier caso porque ningún partido les mangoneó su momento, que es también el nuestro. O debiera serlo.
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