El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

La valkiria de la retroexcavadora

Esta sociedad tan ingrata con sus héroes lo es mucho más con sus heroínas debido a la impronta heteropatriarcal

Actualizada 05:00

Juventud divino tesoro, que ahora nunca se va para no volver, puesto que he llegado a leer en los medios lo siguiente: «un joven de 41 años». Pero retomemos la juventud y su tesoro, esos momentos en los que, de madrugada, pero muy lejos del amanecer, se deambula entre bares. A veces, de pronto, entre la bruma, se alzaba un lugar lleno de promesas: la obra. Un edificio a medio hacer con la verja rota o las puertas abiertas. Oh, suspiraba un miembro de la pandilla. Ah, contestaba otro. Y el grupo se internaba en el lugar con objetivos nada claros. Finalmente había mucha más expectativa que realidad, y entre andamios y escaleras a cemento visto, todo lleno de polvo y colillas de los albañiles, aquello no ofrecía muchas posibilidades salvo las de improvisado urinario. Al salir siempre un último vistazo. He ahí la zona de las máquinas: sacos de cemento, hormigoneras, elevadores, excavadoras… Y los del oh y el ah del principio decían al unísono: «no hay cojones». Con esa escrotal mención se referían a si alguien tenía valor para montarse en un vehículo de la construcción y quemar la noche en él, aparcándolo en frente de un pub. Sonaba bien en la cabeza, pero la parte práctica siempre quedaba abortada al primer vistazo de las palancas de cambio. A veces antes incluso, bastaba comprobar que ya era costoso subir a la cabina en estado de embriaguez. Y el castillo de naipes, en este caso un futuro bloque de pisos, simbólicamente se desmoronaba.
Pero el pasado verano, este sueño nacional, esa aventura para la que nadie tuvo valor, se hizo realidad. El hito fue protagonizado por la entonces alcaldesa de La Granjuela, Monserrat Paz, de 31 años, lo que en estos tiempos la sitúa al borde de la adolescencia. Esta chica, prácticamente una niña, se montó en un vehículo de la construcción y anduvo con él mientras era grabada por una amiga que afirmaba que así se terminan las ferias en los pueblos. Y tanto que sí. No sólo las ferias, sino millones de noches en el deseo de muchos jóvenes. Pero solamente ella tuvo el coraje necesario para hacerlo. Incluso, afirmó, tenía el preceptivo carné. ¡Se había preparado concienzudamente para ese momento durante años! Esta aspiración de millones de personas a lo largo de las últimas décadas por fin cobraba forma gracias al arrojo, la capacidad para el estudio y la determinación de una mujer que se convertía en estandarte.
A causa de este suceso mucha gente supo además de las diferencias entre excavadora y retroexcavadora. Esta última, escogida por la amazona, es una montura mucho más manejable y versátil. Seamos claros, estábamos ante una valkiria o semidiosa que conectaba generaciones con su audaz acción llena de generosidad. El alma del que ahora es abuelo y quiso hace décadas montarse en una motoniveladora o en un tractor topador se enlazaba con la de su nieto que actualmente desea lo mismo cuando sale de marcha. En suma: amor universal enhebrado.
Sin embargo esta sociedad tan ingrata con sus héroes lo es mucho más con sus heroínas debido a la impronta heteropatriarcal. Como sucede tantas veces, la hazaña fue incomprendida y su protagonista tuvo que dimitir. Hemos conocido ahora la noticia de que se incorpora como asesora a la Diputación Provincial, y se han multiplicado las críticas furibundas.
Tenemos que retomar a Antonio Machado, que hace mucho indicaba: De lo que llaman los hombres/virtud, justicia, y bondad,/una mitad es envidia/y la otra no es caridad. Cuanta inquina, en suma, disfrazada de honradez para denostar y acorralar a quien muestra cualidades extraordinarias. Cuanto esfuerzo maledicente para enterrar el genio y la fuerza de una mujer que nos representa a todos, de cualquier ideología, y he ahí lo mejor: ambas Españas destinadas, una u otra, a helarte el corazón, se tienden un abrazo fundido en torno a la gesta de Monserrat Paz.
En este país machista y pusilánime destinado a la postración, en este país que agacha la cabeza ante cualquiera que le ataca desde dentro o desde fuera, ¿por qué no esperar a una líder de verdad que nos conecte en un proyecto común? En los últimos lustros ningún político de cualquier sexo ha mostrado tantas agallas.
Quizá el sueño de una verdadera unidad de la patria sea posible. El primer peldaño se encuentra ahora en la Diputación Provincial de Córdoba. Va a sufrir muchos ataques de un sinfín de miserables. Pero a su vez árboles genealógicos enteros de todas las regiones están con ella.
Al fin hay luz para todos nosotros y emana de la valkiria de la retroexcavadora.
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