Al tenazónRafael del Campo

Joaquín Pérez Azaústre, Premio de la Crítica

Actualizada 05:00

Hace muchos años, cuando yo era casi tan joven como ahora aunque no tan feliz, solía pasar las tardes de los viernes en Anaquel , la librería que fundara el gran Paco Liso en la Plaza de la Compañía. Anaquel era un espacio para ver, hojear, acariciar y comprar libros en un ambiente acogedor y sosegado. Allí, entre libros, pasaban las horas pero, curiosamente, nunca pasaba el tiempo o, al menos, uno no era consciente de ello:
- Son las ocho y media, tenemos que cerrar….
En una de esas incursiones me topé con un libro de poemas titulado «Una interpretación» de un entonces desconocido Joaquín Pérez Azaústre. Venía precedido de la fama que da ser ganador del premio Adonáis y, por tanto, era una obra tentadora. Yo entonces columbraba que el futuro es de los poetas y de los soñadores y, probablemente por eso, compraba compulsivamente libros de poetas jóvenes. Hoy en día, muchos años después , creo firmemente en lo mismo : el futuro, o lo construyen los poetas y los soñadores…o simplemente no habrá futuro. Lo que pasa es que ahora, inmerso en un mundo cada vez más prosaico y deshumanizado, no sólo lo columbro: lo sé con la sólida convicción que da la experiencia.
Como se puede imaginar, compré el libro. Pocas veces en mi vida de lector he tenido una conexión tan intensa con unos versos y, desde ese momento, creí en Joaquín y me “ apunté “ a la pléyade de seguidores que ya empezaba a tener. El poemario tenía ritmo y fibra poética, contundencia e imaginación, y ese “ algo “ que sólo podemos captar los acostumbrados a la lectura. Nos pasa también a los aficionados a los toros cuando decimos que un torero tiene “ algo “. ¿ Y qué es ese “ algo “ ? No se sabe. Ese “ algo “ sólo se capta, pero no se explica, porque posiblemente sea una cualidad sobre natural.
Fue pasando el tiempo y la obra de Joaquín fue desarrollándose y fui leyendo sus títulos posteriores y descubrí que donde yo intuía un gran poeta había también un excelente narrador. A «Una interpretación» siguieron en poesía «Ollerías» o «El jersey rojo»…. pero también novelas magnificas como «América» o «El gran Felton». O una de mis preferidas: «Los nadadores» .
En 2.023 publicó «El querido hermano» , una novela que narra el viaje de Manuel Machado desde Burgos a Colliure, donde quiere llegar con tiempo para enterrar a su hermano Antonio. Con esta novela, Pérez Azaustre acaba de ganar la última edición del Premio de Andalucía de la Crítica, premio que, en mi opinión, tras haber ninguneado a magníficos escritores en estos últimos años, recupera ahora su prestigio, su autoridad moral y su solvencia.
No es momento ni lugar para hacer una crítica literaria de la novela. Quiero, por el contrario, hacer una reflexión distinta: una obra literaria sólo es grande cuando tiene la habilidad de captar la problemática de su tiempo y trata de resolverla. Con sutileza, sí, pero con contundencia. Vivimos un momento de radicalismo intolerante. Y de falta de honestidad íntima. Acuso, con ello, a gran parte de quienes, desde la política, la economía, los medios de comunicación…dirigen y orientan sesgadamente a la sociedad. La ideología se ha impuesto al hombre. El hombre, despojado de lo que lo engrandece como ser humano, es ahora un instrumento en manos de la ideología.
El radicalismo, a mi parecer, no es malo. Antes al contrario, la transformación de la sociedad sólo es posible desde la radicalidad. Lo que es malo es el radicalismo que olvida al hombre y que usa la mentira, la demagogia, y la deshonestidad, como punta de lanza.
En este contexto “ El querido hermano “ nos interpela: a pesar de las posturas políticas enfrentadas de los dos hermanos Machado, hay algo superior que los une: un amor fraternal, unas vivencias, un trabajo común, un pasado compartido…Esos nobles sentimientos impulsan el viaje de Manuel y ponen, a lector inteligente, frente al espejo que refleja nuestra enfrentada sociedad actual.
La novela, pues, se publica en su momento oportuno porque puede subvenir a transformar la sociedad. Si en mi mano estuviera, nuestra juventud, nuestros alumnos de bachillerato, tendrían entre las lecturas obligadas ( mejor que libros de escritores cuyas preocupaciones estéticas y morales les quedan muy lejos ) esta magnífica obra de Joaquín Pérez Azaustre que contribuye, con su historia, a despabilar a la sociedad, a ponerla frente a frente ante sus vicios y contradicciones, con el loable propósito de corregir su rumbo, de modo que resitúe al hombre en toda su dimensión espiritual como centro de la sociedad, de la política y del desarrollo.
Y es que, como decía al principio, el futuro es de los poetas y de los soñadores y, en consecuencia, sus obras deben ser ambiciosas y tender, como hace «El querido hermano “, a mejorar a las personas y al mundo. Sutilmente. Elegantemente. Poéticamente. No es necesario que esas obras, además, nos entretenga, aunque esta novela es de las que “ enganchan “. El entretenimiento ha de venir por añadidura. Porque el entretenimiento es una pretensión mucho más prosaica. Para tal fin, para el vacuo entretenimiento de esta sociedad igualmente vacua, ya tenemos a Jorge Javier y a “ La Isla de las Tentaciones “. U otras ramplonerías como “ First day» . Es un poner.
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