Despertar del letargo
La reunión en Arabia Saudí de las delegaciones de Rusia y EEUU para abordar la solución a la guerra de Ucrania ha levantado todo tipo de reservas y suspicacias, como no podía ser de otra manera, ya que se negocia con el invasor sin ni siquiera oír al agredido. Se habla con toda la razón de una cierta traicion americana a sus socios de la Alianza Atlántica, previamente advertidos, con cierta agresividad, por el vicepresidente James D. Vance.
Al margen de otras consideraciones, no cabe duda de que Europa se ha entregado, desde hace tiempo, a una especie de nirvana que le permitiera la comodidad de disfrutar de un espacio único donde la libertad, el progreso y los avances sociales eran pioneros en el mundo, mientras otros le resolvían los problemas que pudieran afectar a su seguridad y defensa.
De alguna forma, Europa se ha ido relajando permitiendo que los principios que dieron lugar a su surgimiento se fueran, poco a poco, deteriorando y provocando un cierto grado de decadencia. La Unión Europea se ha ido construyendo bajo la influencia y el respeto a criterios y principios basados, en gran parte, en la cultura griega, el derecho romano y el humanismo cristiano. Abandonar parcialmente tales principios en nombre de una tolerancia excesiva con otras culturas, radicalmente contrarias a la nuestra, puede significar herir de muerte al proyecto de igualdad, justicia y libertad más exitoso de la civilización.
Ese bienestar, esos avances sociales que cubren todas las necesidades humanas, desde el nacimiento hasta la muerte, son únicos en el mundo y pueden estar en riesgo, sin duda, si adormecemos esa obligación de preservar los principios fundacionales. La defensa de tales principios no se produce por arte de magia ni pensando en la bondad intrínseca de los seres humanos. Una defensa cierta requiere abandonar el nirvana paradisíaco de un mundo donde todos son buenos y la felicidad indefinida está asegurada.
Y aquí llegamos a la realidad que zarandea y estremece nuestra conciencia adormecida. Ya, en el siglo IV de nuestra era, nos advertía el tratado militar de Vegecio de que si queremos la paz debemos preparar la guerra. Y en tales circunstancias debemos interpretar correctamente las advertencias que se nos hacen desde la otra parte del Atlántico: las palabras de Vance deben suponer un estímulo y no una rendición o un victimismo por su aparente agresividad.
Para que nos entendamos: el nuevo orden internacional va a demandar un esfuerzo coordinado de la Unión Europea en materia de defensa, reforzando su unidad política para culminar su propio proyecto, con un incremento notable de las partidas presupuestarias correspondientes. En España, algunos precedentes atisban una cierta dificultad por parte de algunos significados políticos del momento, lo que dificultará un posicionamiento adecuado al momento.
Aparte de la extrema izquierda, tan dada al buenismo que, cuando está en el poder, no lo practica, y aparte de los otros socios de Sánchez, los separatistas de todos los colores que quieren a un Estado cuanto más débil mejor para sus propósitos, hay dos lideres que no tienen buenos antecedentes en materia de defensa. Abascal, tan amigo de Trump y de su belicismo, que acreditó su amor por la defensa de su país cuando, al parecer, se libró de la mili por «problemas de conciencia». Y Pedro Sánchez, que no tuvo empacho en proclamar que su prioridad para ahorrar sería prescindir del Ministerio de Defensa. ¡Dos salvadores de la patria que aún siguen en su cómodo nirvana, mientras otros le arreglan el problema¡. Así da gusto gobernar un país.