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Un Gobierno fijo y discontinuo

«En la suma de esta saga confusa y desatinada de las acciones sanchistas no podemos dejar atrás las consecuencias de la demagogia errante sobre los que menos tienen»

Actualizada 04:30

Afirmaba Maquiavelo que «la política no tiene relación con la moral» y eso es lo que precisamente tiene más que interiorizado Sánchez, algo que ha sabido transmitir sin modulación posible al Partido Socialista y a su leal Consejo de Ministros. Así, día tras día, nos ubica en un limbo de incredulidad la ambición de un ejecutivo que no pone cerco a su inmoralidad con tal de mantener los privilegios que le redimen de su incompetencia.

Ambición sobre la que Séneca postula en 'De Vita Beata' que «muchas veces no pasa de ser el disfraz de la infamia», y en ello estamos: en la infame realidad desatada por esta nueva hornada de políticos progresistas que, desde la tierra firme que les proporciona el manoseado mantra de representar a los más vulnerables, han progresado adecuadamente por el fango corrupto y putrefacto que utilizaron como argumento para justificar el asalto a un poder que las urnas les habían denegado.

De esta guisa, es muy curioso, interesante y digno de estudio como Ábalos anticipó con pelos y señales la hoja de ruta prevista por el sanchismo en la presentación de la moción de censura más fraudulenta jamás pergeñada, lanzando expresiones tales como «crearon con su particular uso del poder un verdadero círculo perfecto de corrupción».

Esta descripción disruptiva sobre el futuro de un político y su grupo, emitida desde la tribuna del Congreso por el propio político exponiendo ante el mundo su particular bola de cristal, pasará sin duda a la historia más abyecta del parlamentarismo como paradigma de la indecencia y como un signo evidente de la «Triada Oscura» diagnosticada por Rosa Diez al gran muñidor en Caudillo Sánchez, extensible al ex número dos del número uno y a quienes han adaptado al contorsionismo de pasarela su perfil político sin pestañear.

Esto es lo que hay, dirán muchos ciudadanos con un peligroso tono de resignación. Sin embargo, ante lo que hay merece la pena realizar un ejercicio serio de reflexión como escudo defensivo para el conjunto de la ciudadanía, y como arma de futuro para unas nuevas generaciones que ven lastrado su porvenir ante la acción de un Ejecutivo que no tiene más horizonte que el de su propia supervivencia y no admite práctica política diferente al enfrentamiento que destruye la razón y la convivencia entre españoles.

En una reflexión crítica inexcusablemente se desnuda la impostura de quienes llegaron prometiendo plantar al prófugo del maletero ante la Justicia y se entregaron a una amnistía que subleva las entrañas de la dignidad. Como las remueve la ley que puso a cientos de violadores en mejor posición para volver a actuar o el silencio cómplice ante las perversas inclinaciones sexuales dentro del clan gobernante. Silencio de estos que, emulando a Juan II de Castilla, indultan a todo ser que pueda convenir, dando igual que el delito fuese atentar contra la unidad de España o fraguar el mayor caso de corrupción de la democracia con el dinero de los parados andaluces. Tampoco es desdeñable en la retahíla de afrentas el ataque continuo a la integridad de la Justicia o el cerco nauseabundo a la libertad de expresión.

En la suma de esta saga confusa y desatinada de las acciones sanchistas no podemos dejar atrás las consecuencias de la demagogia errante sobre los que menos tienen, porque son los que más sufren el desgobierno que alardea de prescindir del Parlamento e incumple repetidamente su obligación constitucional de presentar presupuestos, lo que es especialmente grave en el país con la tasa de pobreza infantil más alta de la UE y con un paro juvenil estratosférico a pesar del fraudulento maquillaje de los fijos discontinuos.

Singular y genuino el concepto «fijo discontinuo», que no es otra cosa que la extensión a los datos del empleo de la práctica habitual en los Gobiernos de Sánchez. Es decir, gobiernos fijos para ingresar la nómina, utilizar el coche oficial o ejercer el poder con la prepotencia, la soberbia y la chulería de los dictadorzuelos con los que compadrean, y gobiernos discontinuos en el servicio a los ciudadanos que debería ocuparles, porque están a otras cosas.

Así, ocuparse de las sobrinas, acosar a jueces, intimidar a periodistas, generar cortinas de humo, enfrentarse con los gobiernos autonómicos, encargar informes denigrantes sobre los adversarios políticos o establecer conexiones sinápticas con retornos millonarios, entre otras aficiones, se han convertido en prácticas que devienen el ejercicio ministerial en una flagrante muestra de atrofia y podredumbre moral muy lejana al discurso en el que basaron su acceso a la Moncloa.

De momento, no interesa hablar de urnas. El Gobierno y su entorno se sienten más seguros en palacio y los socios que lo apuntalan saben que jamás tendrán tanta condescendencia ante sus pretensiones. Pero dos realidades son innegables a pesar de la tozudez de Tezanos: cada día el lastre de pobreza y pérdida de oportunidades es mayor en nuestro país, y a su vez cada día somos más los españoles que clamamos por un gobierno dedicado en cuerpo y alma a trabajar por el bienestar y el progreso que la inmensa mayoría deseamos y necesitamos.

Bartolomé Madrid Olmo es Diputado nacional y alcalde de Añora.

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