Más dura será la caída
«Su condena será irreversible y su mandato un triste recuerdo de lo peor que pasó para la convivencia ciudadana en el primer tercio del siglo XXI»
Cuanto más dure Sánchez en el poder, mayor será la caída, concluía Pedro J. Ramírez en una de sus habituales cartas del diario El Español. Y alertaba de que, de persistir en su enrocamiento, puede llevarse por delante al propio partido socialista. Solo quien siente pasión por sí mismo, como describe el catedrático Antonio Elorza en su reciente libro que lleva por título ese afán narcisista y ambicioso de Pedro Sánchez, solo un personaje al que le mueve la soberbia puede alargar innecesariamente una legislatura que solo está sirviendo para tapar parches y distribuir privilegios.
El estilo divisivo del sanchismo, su afán frentista y polarizador de nuestras vidas y la construcción de muros excluyentes es lo que se someterá a juicio en las próximas elecciones. Porque quien, no es que mienta, es que él mismo es la mentira, como ha dicho Elorza, no es creíble cuando pretende convencernos de las excelencias del momento, olvidando que en su mandato se ha encarecido ampliamente el coste de los productos básicos de las economías familiares, que los autónomos y pequeños empresarios están agobiados con una presión fiscal asfixiante, que sus cifras de paro están trucadas con los fijos discontinuos que no computan como parados pero cobran el desempleo, que somos el último país de la Unión Europea en productividad, que el 30 % de la población infantil está en riesgo extremo de pobreza y que la vivienda está imposible, mientras el fenómeno de la ocupación, la inmigración ilegal, la producción indecente de «paguitas» para comprar voluntades y la continua subida de precios e impuestos tienen indignada a una población responsable que se siente desprotegida y maltratada.
Por desgracia para el país, la última esperanza de Sánchez está en las negociaciones que ha encomendado al lobista Zapatero, negociador de todas las dictaduras populistas, para que consiga algún pacto con Puigdemont que le permita seguir un tiempecito más en la Moncloa. Ya es triste que todo un expresidente del Gobierno de España se reúna en el extranjero con un prófugo de la Justicia, como si España fuera una republica bananera más de esas a las que factura y en las que tan bien se desenvuelve el otrora «bobo solemne», bautizado por los suyos como «Bambi». Pero a tamaño dislate ha llegado el sanchismo, dispuesto una vez más a conceder privilegios a secesionistas y antisistema, a costa del interés general.
Sánchez lleva siete años al frente del Gobierno de España gracias a su capacidad maniobrera pese a haber batido todos los récords del peor respaldo del PSOE desde la Transición. Y hará todo lo posible por no apearse del mando porque teme que, fuera de él, sea más delicada su situación sobre hipotéticas responsabilidades penales de quienes ya están siendo investigados. Ya es sintomática la conducta de su ministro de Interior, Grande Marlaska, que negó personal de refuerzo a la UCO para revisar los miles de audios y documentos de la trama Koldo, y ha prohibido que se dé información a los investigadores sobre las visitas que recibe Santos Cerdan en la cárcel. Como dice el refrán, el que algo esconde algo teme y el que algo teme algo debe.
El sanchismo se va a apuntar el triste honor de mantener en su cargo al primer fiscal general de un país democrático que se sienta en el banquillo por contravenir su función esencial, que es la persecución del delito, practicando algo tan denigrante como la destrucción de pruebas. Y mientras crucifican a una joven adversaria por manipulaciones de su currículum, multitud de cargos socialistas han adulterado los suyos de manera continua durante largo tiempo, hasta el extremo más recientemente conocido de dar categoría de subsecretario a quien, como el comisionado de la “dana“ valenciana, nos es que falseara su currículum, es que falseó el título habilitante para poder acceder al alto cargo funcionarial que ha disfrutado durante décadas.
Cuanto más se empeñen los carroñeros que lo sostienen en exprimir el interés general de los españoles, mayor castigo recibirán de una ciudadanía harta de pagar todas las hipotecas que Sánchez suscribe para seguir dando satisfacción a su ego y que deberán revertirse en cuanto abandone el poder. Prohibir indultos políticos, sancionar la sedición y los referéndums ilegales, profesionalizar la Administración y expulsar a los políticos de la Justicia, limpiar de enchufados las administraciones, instituciones y empresas estatales, regular la inmigración desde la legalidad y la seguridad, y otras medidas de urgente necesidad deberán abordarse en los cien primeros días de un gobierno de regeneración democrática.
Sánchez es un deudor del interés general de los españoles y pagará por haberse entregado a quienes solo piensan en ellos. Su condena será irreversible y su mandato un triste recuerdo de lo peor que pasó para la convivencia ciudadana en el primer tercio del siglo XXI. Antonio Elorza, que tiene solvencia acreditada en la izquierda democrática, lo define como un dictador y un déspota que actúa como un gánster y le mueve la soberbia. Y lleva razón Pedro J.: cuanto más dure, mayor será la caída. Sánchez es un radical y radical será su caída. Y arrastrará a todos los suyos si no reaccionan a tiempo.