La pedradaBartolomé Madrid Olmo

Tierra quemada

«¿Hasta dónde hay que llegar para que la costra de la ideología no tapone el río de sangre?»

Afirmaba hace unos días en un tuit la portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz, que Sánchez y su Gobierno «paso a paso van desnaturalizando nuestra democracia, porque están en modo tierra quemada y que va a ser mucho el trabajo para restituir los contrapesos, libertades y derechos fundamentales dentro de una democracia».

Creo que es más que evidente la apreciación de la diputada popular. Palabras que me retrotraen a un artículo que escribí al principio de la legislatura, Sanchismo versus Senequismo, cuando ya se vislumbraba la infamia que nos esperaba. En él exponía que Sánchez estaba protagonizando uno de los periodos más oscuros de nuestra democracia y manifestaba mi esperanza en que una mayoría suficiente de españoles nos devolviese a la senda de la razón y a una normalidad democrática que también va a requerir de tiempo y de mucha prudencia, porque, como dejó impreso Séneca «luego, para corregir el error y el crimen no se necesita juez irritado, porque siendo la ira delito del alma, no conviene que el delincuente castigue al delincuente».

La cuestión será darle a esta España tan maltratada la oportunidad de desprenderse de una lapa cenagosa que la ha sumido en un estado de estupor soporífero interno, en el que toda aberración parece encontrar el rincón donde acomodarse para pasar cuasi desapercibida. Lapa, que igualmente genera un vergonzoso descrédito externo concitando opiniones, informes y titulares que no dan crédito del desfile continuo de corruptelas, abusos de poder, cortinas de humo, arbitrariedades y de excesivos despropósitos que, en multitud de ocasiones, reclamarían hilaridad si no fuera porque esquilman los recursos públicos, generan desigualdades, provocan enfrentamientos, atacan los principios y valores fundamentales de nuestra democracia y ponen en peligro hasta la vida de las personas.

Decir que el paisaje político que está dejando la ignominia de mantenerse en el poder a costa de lo que sea se asemeja a nuestros montes devorados por los incendios no es ninguna hipérbole, porque cuando la mentira se convierte en herramienta imprescindible para la política cotidiana, el ocultamiento en norma de actuación y el desprecio a las instituciones en estrategia de supervivencia, no existe exageración suficiente para describir el acontecer diario en un país al que ya comenzaron a socavarle los cimientos desde el primer día del desembarco en tierra firme.

ResKoldo socialista, Aldama show, Begoña in Times, brother at home, sobrinas de Ábalos o sobres de chistorra representan ya un equipaje lo suficientemente obsceno para traspasar fronteras y que, unido a las maletas del Delcy gate, es digno de una década de análisis en `La nave del misterio´ y del trabajo en exclusiva de la UCO. Todo un muestrario del descontrol y la connivencia con prácticas inaceptables de un Ejecutivo que parece ser que nunca ha tenido más norte que el de su beneficio, enriquecimiento y supervivencia, así como el de mantener a sus bases rehenes de las vísceras ideológicas, para lo que manosean hasta la extenuación el relato de la confrontación.

¡Ultra, ultra, facha, facha! como suele espetarle Cayetana Álvarez de Toledo a Bolaños. ¿Hasta cuándo la perversión de las dos Españas va a seguir lastrando el futuro de este país? ¿Hasta dónde hay que llegar para que la costra de la ideología no tapone el río de sangre?

Porque es inexplicable que actos de corrupción tan repugnantes como sacar tajada a costa de la tragedia que vivimos millones de españoles durante la pandemia o crear un régimen clientelar embadurnado de prostitución, que rasgan las fibras más sensibles de la moral pública, no sean motivo suficiente para desmarcarse de este clan indecente por mucho que perjure su inocencia persiguiendo una imbecilidad colectiva que fomenta con contorsionismos dialécticos e incrementos de deuda pública.

Y todo en un contexto donde las instituciones son atacadas sistemáticamente. Poder judicial, Cortes Generales y la libertad de expresión como dianas permanentes para aguzar el victimismo de un Shakespeare in Love maquillado, que obvia la obligación constitucional de presentar presupuestos durante tres años seguidos en un momento de incertidumbre económica, inflación persistente y pérdida de competitividad. Mientras tanto, la cesta de la compra, la precariedad laboral y la falta de vivienda acorralan a los más vulnerables y cercenan el bienestar de una clase media a la que la ministra-candidata andaluza fríe a impuestos.

Si a todo unimos el caos ferroviario, un apagón bananero, el descontrol migratorio, el abandono del mundo rural, el amparo a los okupas, la liberación de violadores, las pulseras anti protección, las cesiones al independentismo, el periplo de navío Furor rumbo a Gaza, el runrún de un Nobel para el galgo que huyó de Paiporta o la elevación a los altares que le preconiza una diputada socialista granadina, creo que no nos queda otra salida que la de ensamblar las recomendaciones de Ester Muñoz y de Séneca para decirles a los españoles que, si con su voto deciden dar carpetazo a esta infamia, hará falta tiempo, prudencia y mucho trabajo para que, como decía el sabio cordobés, las emociones desordenadas no nos esclavicen y podamos dominarlas con la razón.

La otra opción es incrementar la lista de espera en salud mental.

Bartolomé Madrid Olmo es Diputado en el Congreso y alcalde de Añora

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