EditorialLa voz de Córdoba

Una X que se convierte en dignidad

Cuatro de cada diez cordobeses han vuelto a marcar la casilla de la Iglesia en su declaración de la Renta. Son más de 173.000 declaraciones, un porcentaje que sitúa a Córdoba muy por encima de la media nacional y autonómica. El dato, relevante en sí mismo, cobra un sentido más profundo cuando se pone en relación con lo que esta semana ha vuelto a mostrar la Iglesia diocesana: que detrás de esa X hay rostros concretos, proyectos reales y una acción social sostenida.

La presentación de la campaña de Navidad de Cáritas Diocesana de Córdoba, bajo el lema «Hagamos que tener una vida digna deje de ser cuestión de suerte», es un buen ejemplo de ello. Una propuesta con destino claro: 247.000 euros para sostener durante 2026 el proyecto que atiende necesidades básicas de familias en situación de vulnerabilidad, desde la alimentación y los suministros hasta la vivienda y el acompañamiento social.

Los datos ofrecidos por Cáritas hablan por sí solos. En lo que va de año, 748 personas han sido atendidas en el servicio de empleo y orientación laboral, de las cuales 160 han logrado incorporarse al mercado de trabajo, 25 de ellas a través de la empresa de inserción Solemccor. 91 personas mayores han sido acompañadas en recursos como la Residencia Hogar San Pablo o el programa Tejiendo redes. 606 personas en situación de sinhogarismo han pasado por los distintos recursos de atención, en su mayoría de nacionalidad española. A ello se suman 77 personas acogidas en viviendas propias de Cáritas, 58 acompañadas en los pisos de Vimpyca y más de 1.500 atenciones en el programa de necesidades básicas, sin contar la extensa labor silenciosa de las Cáritas parroquiales.

Esta es la realidad que muchos contribuyentes tienen en mente cuando marcan la X. Una Iglesia que acompaña, que está presente en la fragilidad, que responde a retos muy concretos: la emergencia habitacional, que afecta a uno de cada cuatro hogares; la precariedad laboral, que ha dejado de ser sinónimo de seguridad; o las dificultades de integración de los inmigrantes.

El obispo de Córdoba lo expresaba con claridad al recordar los datos del Informe Foessa y la realidad de las 447 personas sin hogar censadas en la diócesis: la dignidad humana no puede quedar en manos del azar. Tampoco la esperanza. Y esa esperanza se sostiene, en gran medida, gracias a la entrega de más de 1.500 voluntarios, verdaderos brazos de la Iglesia, cuyo testimonio —como el de quienes acompañan a los mayores o a las personas sin hogar— es una catequesis viva en medio del mundo.

Por eso, cuando hablamos de la X de la Iglesia, no hablamos solo de financiación. Hablamos de corresponsabilidad, de comunión, de una confianza que se renueva año tras año porque se ve respaldada por hechos. En Córdoba, esa confianza sigue siendo fuerte. Y es una llamada, también, a seguir cuidando con transparencia, cercanía y fidelidad,

Porque mientras haya personas dispuestas a acompañar, a donar, a servir y a mirar al otro con los ojos de Dios, la dignidad dejará de ser una cuestión de suerte. Y la X seguirá siendo, para muchos, una forma concreta de decir sí a esa misión.

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