Pedro Soldado

Pedro SoldadoPablo Castillejo

Pedro Soldado, Delegado Diocesano de Hermandades y Cofradías

«Las hermandades se han sentido acogidas, valoradas y conscientes de que estamos todos en el mismo barco»

Aunque nos había citado cerca del coro, hacia el final de la misa de las 9:30, este sacerdote de voz potente y lleno de energía no era uno de los canónigos que se encontraban allí. Apareció por otro lado y con cierta prisa, porque los prolegómenos de los días que estaban por llegar y su propia función en el Cabildo añaden algo de nervio extra a don Pedro. «Vengo ahora de dar otro repaso con el presidente de la Agrupación y con los arquitectos, viendo el montaje de la carrera oficial, que ya está terminado. Está todo perfectamente y, además, creo que se han mejorado muchos detalles», nos informa tras el correspondiente saludo. «Se ha cuidado más la ornamentación en algunos puntos, como en la bajada de la plataforma de la Puerta del Perdón. Está todo preparado... Bueno, pues que sea lo que Dios quiera.», en clara alusión a la meteorología. Cuando se publique esta entrevista, parte de esa incógnita se habrá despejado.

Otra duda, habida cuenta de la situación de jubilado reciente del señor obispo- a la sazón actual administrador apostólico de la diócesis mientras llega don Jesús Fernández- era la de si don Pedro seguía en su cargo como delegado diocesano o también estaba en la interinidad. «Los que pierden la función son los vicarios, aunque creo que don Demetrio lo que ha hecho es retomarlos de alguna forma como delegados también, pero los que nos mantenemos realmente en el cargo somos los delegados. Estamos en ejercicio pleno», puntualiza. Así que los próximos minutos los pasamos charlando con Pedro Soldado, delegado diocesano de Hermandades y Cofradías y Consiliario de la Agrupación.

Pedro Soldado

Pedro SoldadoPablo Castillejo

- Lleva más de veinte años como delegado diocesano.

- Vamos camino de los veintitrés.

- Esa trayectoria le da sin duda una perspectiva privilegiada para hablar de las hermandades y cofradías y de cómo han evolucionado en este tiempo. ¿Qué balance haría usted?

- Yo haría un balance bastante positivo. Es cierto que mis comienzos fueron algo convulsos, con aquel recurso que se originó desde la Hermandad de la Misericordia en San Pedro. Fue justo cuando llegó don Juan José (Asenjo), que llevaba apenas un mes, quizá dos, en Córdoba, y coincidió prácticamente con mi nombramiento. A partir de ahí, ha habido una sintonía muy buena, diría que perfecta, tanto con don Juan José como después con don Demetrio. Ambos han considerado mantenerme en el cargo, y en todo este tiempo he sido testigo de la evolución de las hermandades.

En un primer momento me agobiaba mucho la cantidad de conflictos que surgían dentro de ellas, especialmente en el ámbito de las elecciones. Se producían muchas denuncias de unos hermanos contra otros, a menudo contra hermanos mayores salientes o recién elegidos, y juntas de gobierno enfrentadas. Eso, afortunadamente, se ha ido solventando. Hoy día los conflictos derivados de procesos electorales son mínimos. ¿Y por qué? Porque hemos trabajado con ahínco en algo fundamental: el cumplimiento de los estatutos. Los estatutos están para cumplirlos, y esa ha sido una de nuestras líneas prioritarias. Hay una frase que le he escuchado a don Demetrio –seguro que tú también se la has oído alguna vez– que dice que el primero que tiene que cumplir los estatutos es el obispo, el segundo el delegado, y a partir de ahí, todos los demás. Y esos estatutos están amparados por el Derecho Canónico, no son simples recomendaciones.

Otra evolución positiva en estos años ha sido que las hermandades se han sentido muy acogidas por parte del obispo –en concreto hablo del último obispo, pero también en general– y por parte del delegado. Se han sentido acompañadas, y en ese acompañamiento también corregidas, pero siempre de forma fraterna. Se han sentido animadas, valoradas, y eso ha hecho que tomen conciencia de que nosotros estamos en el mismo barco. Las hermandades forman parte de la Iglesia, y eso implica también que están dentro de una estructura eclesial.

Creo que se ha avanzado mucho en la eclesialidad de las hermandades, no solo porque el obispo las valore, sino porque también los párrocos lo hacen. Y ese era otro de los focos de conflicto que tú también habrás oído muchas veces: las tensiones entre el párroco, el consiliario y las propias hermandades. Todo eso, en buena medida, se ha subsanado.

- Creo recordar que fue monseñor Asenjo quien habló del «humus» para referirse a la realidad de las hermandades como un terreno fértil para la fe. ¿Sigue siéndolo hoy, frente a la secularización que seguimos viviendo?

- Sí, sigue siéndolo, y ahí las hermandades tienen una responsabilidad inmensa. ¿Por qué lo digo? Porque en las últimas reuniones que he tenido con ellas –y han sido muy recientes– hemos constatado una realidad que se mantiene: la continua afluencia de jóvenes que se acercan a las hermandades. Lejos de disminuir el número de hermanos o de costaleros, las cifras siguen creciendo, y así lo reflejan las estadísticas.

El mundo juvenil se siente atraído por las hermandades, y eso demuestra que actúan, sin duda, como un freno frente a la secularización. Solo hay que mirar a nuestro país: si lo comparamos con otras zonas de España, Andalucía –y en concreto Córdoba– muestran una realidad distinta, en la que las hermandades siguen siendo un referente. Su valor en este campo es inmenso.

Por eso insisto mucho, especialmente a los hermanos mayores, en que no pueden dormirse en los laureles. Una muestra clara de esta conciencia renovada es la incorporación, en todas las juntas de gobierno, de una vocalía de juventud, que antes no existía. Tradicionalmente había vocalías de formación, de evangelización, de caridad... pero no una específica de juventud. Ahora sí la hay.

Pedro Soldado

Pedro SoldadoPablo Castillejo

- Usted ha conocido ya a dos obispos en su cargo y está a punto de conocer a un tercero. ¿Se ha notado la impronta de cada prelado en la vida de las hermandades?

- Totalmente. La función y el papel que han desempeñado los últimos obispos han sido muy significativos en este ámbito. Me refiero especialmente a don Juan José y don Demetrio, porque durante la etapa de don Javier yo aún no estaba tan vinculado a las hermandades. En aquel tiempo estaba más centrado en la enseñanza y en el trabajo parroquial, y además las parroquias donde estuve –la última, en Córdoba capital– no contaban con hermandades. Hoy sí la tienen: es la parroquia de la Aurora, donde está la Hermandad de la O, pero en aquel entonces no existía.

Volviendo a los obispos más recientes, la impronta de ambos ha sido clara. Como mencionaba antes, el acercamiento, la valoración que mostraron hacia las hermandades, ha sido clave. Recuerdo especialmente la carta pastoral con la que inició su ministerio don Juan José, a la que tú hacías referencia antes: me pareció magnífica. Esa carta alumbró el camino, marcó una línea a seguir frente a la secularización que afecta a todos los ámbitos de nuestra sociedad. Fue una labor muy valiosa.

Don Juan José tenía un carácter más pausado, más serio, pero confiaba plenamente en mí. Se implicó de verdad, hizo un gran esfuerzo por conocer, comprender y valorar este mundo, que al principio le era completamente ajeno. Y, sinceramente, creo que su aportación fue muy importante.

Con don Demetrio esa labor no solo continuó, sino que se intensificó. Tiene un carácter diferente, mucho más activo. Ha visitado prácticamente todas las casas de hermandad, ha estado presente en cultos siempre que se le ha invitado, y ha mostrado una cercanía constante. En resumen, con ambos obispos las hermandades se han sentido acogidas, valoradas y, sobre todo, conscientes de que forman parte viva de la Iglesia, que estamos todos en el mismo barco.

- Lo decía usted al principio: le ha tocado lidiar con la parte menos cómoda del mundo cofrade, especialmente con los conflictos, que es verdad que se han ido minimizando con el tiempo. Por citar alguno, el de las costaleras de los Dolores.

- Sí, sí, de eso soy particularmente testigo. Aunque no quisiera ahora hacer alusión directa a conflictos concretos, es cierto que ha habido situaciones muy serias, algunas con bastante repercusión pública.

- Pero precisamente por eso quería preguntarle: cuando esos conflictos trascienden, ¿le preocupa que distorsionen la imagen que se tiene del mundo cofrade?

- Yo creo que ahora ya no tanto. Hay quienes siguen buscando eso, pero no me refiero a medios de comunicación serios, sino a ciertos foros o espacios donde parece que lo único que interesa es remover y sacar a la luz los conflictos internos de las hermandades.

Desde luego, yo no puedo ni debo hacerlo, por respeto a las hermandades y a las personas implicadas. Como he dicho en más de una ocasión, y es un dicho que todos conocemos, los trapos sucios se lavan en el vestuario. Se arreglan dentro, y esa es precisamente mi función. Y me alegro, sinceramente, de que esos conflictos hayan disminuido tanto.

También hay que recordar que el mundo de las hermandades es uno de los grupos sociales más amplios que hay, y donde hay personas, hay virtudes, pero también defectos y pecados. Y es ahí donde surgen, muchas veces, actitudes como el afán de protagonismo, el querer estar por encima de los estatutos de la propia hermandad o incluso de las directrices que marca la Iglesia. Pero esas directrices son para todos. No son «para ti sí y para mí no»: son universales.

A veces, ejercer esa función me ha supuesto un gran dolor, como ya comenté al recordar aquel primer conflicto que me encontré al llegar, que resolvimos positivamente pese a mi inexperiencia. Hoy siguen existiendo problemas, pero no puedo ni debo hacerlos públicos ni trasladarlos a la prensa. Son asuntos que se gestionan internamente. Insisto: han disminuido muchísimo. Aunque es cierto que en algunos casos ha quedado huella. Hay personas a las que ha habido que sancionar, a las que se les ha tenido que pedir que se aparten un tiempo, que dejen paso a otros... Pero gracias a Dios, se ha podido hacer.

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- Ahora que menciona los medios, informar sobre el mundo cofrade se ha convertido casi en un género periodístico propio, especialmente en Andalucía. ¿Lo estamos haciendo bien o todavía es mejorable?

- Yo creo que todo en la vida es mejorable, hasta la vida personal de cada uno de nosotros, empezando por la del propio delegado, y, por supuesto, también la de las hermandades. Pero cuando hablo de medios, me refiero a medios de comunicación serios –y creo que nos entendemos perfectamente en este lenguaje–. Afortunadamente, en Córdoba considero que los medios de comunicación no es que estén al servicio de las hermandades, pero sí están al servicio de una buena comunicación sobre una realidad que forma parte del pulso de nuestra sociedad: el mundo cofrade. Y lo hacen, además, desde la valoración. Ese es, en mi opinión, el quid de la cuestión: que valoran a las hermandades. No se limitan a proyectar solo información sobre conflictos, sino que reconocen su papel, su vida interna, su riqueza.

Muchos de los periodistas que conozco en Córdoba –y conozco prácticamente a todos– son además hermanos cofrades. Y eso se nota, porque hay un conocimiento y una valoración desde dentro. Por eso, creo que se informa de forma muy correcta, como debe ser. Se da información, que es lo que se espera, y cuando se ofrece una opinión, también estáis en vuestro derecho de hacerlo, evidentemente.

- ¿Sigue siendo la provincia la asignatura pendiente del mundo cofrade?

- La provincia es muy variada y, además, muy extensa. El número de hermandades en el ámbito rural supera ya las seiscientas, lo cual es una cifra muy significativa. Sin embargo, no diría que sea una asignatura pendiente. Conmigo hay una comunicación muy fluida, al igual que la hay con el obispo.

Don Juan José, en su momento, acudía siempre que se le invitaba, y don Demetrio ha ido aún más allá: se ha pateado la diócesis entera, no una sino dos veces, y cuando lo ha hecho, no solo ha visitado las parroquias, sino que también se ha reunido con las hermandades. Las conoce con nombre y apellidos. Hay veces que incluso él recuerda títulos que yo mismo no tengo tan presentes.

Hoy vivimos en un mundo globalizado y con un flujo de información constante, lo cual ha favorecido también esa conexión entre la capital y la provincia. Hace poco, sin ir más lejos, nos reunimos con hermandades de Córdoba capital un día y al siguiente con hermandades de la provincia, y la sintonía era absoluta. Se hablaba con el mismo conocimiento, se compartían las mismas preocupaciones.

Los problemas que pueden darse en una hermandad de Córdoba son similares a los que pueden surgir en un pueblo, y lo mismo ocurre con los aspectos positivos: la calidad, la formación, la vivencia eclesial, la participación en la vida parroquial... Todo eso se da por igual tanto en la capital como en cualquier localidad de la diócesis.

- Mi pregunta iba más en la línea del cofrade de la capital, que a veces parece no prestar tanta atención a esa realidad tan rica que existe en la provincia.

- En ese sentido, creo que ha habido dos momentos muy importantes que nos han hecho tomar conciencia de esa riqueza: la magna de las Vírgenes Coronadas y la magna de los Nazarenos. Han sido dos hitos claves para que, desde nuestra perspectiva capitalina, aprendamos a valorar lo que viene de fuera... que, en realidad, no es tan de fuera, porque estamos hablando de la provincia de Córdoba, de nuestra propia diócesis.

Y en esas ocasiones, la provincia ha dado auténticas lecciones: de patrimonio artístico, pero sobre todo de patrimonio en la fe. Creo que muchos cofrades de la capital han despertado a esa realidad tan viva y tan rica que tenemos a apenas unos kilómetros de casa.

- ¿Hay demasiadas salidas extraordinarias?

- Se puede decir que sí… y también que no. Depende de con qué criterio se valore. Lo que yo suelo decir es que son las propias hermandades las que tienen que mirarse esto con detenimiento. En Córdoba, a diferencia de otras diócesis, no se exige una autorización específica para organizar una salida extraordinaria. Pensamos que deben ser las propias hermandades, en diálogo con el consiliario, con el párroco, quienes valoren si está justificada o no.

Ahora bien, a veces me cuesta trabajo aceptar algunos motivos, aunque siempre los respeto. Por ejemplo, celebrar una salida extraordinaria por el décimo aniversario de la bendición de una imagen… sinceramente, me parece que no justifica una salida de ese calibre. Sobre todo por la complejidad que conlleva, por el coste económico para la hermandad y por las dificultades que puede generar, especialmente en Córdoba capital, en aspectos como la circulación o la organización del recorrido.

Esto, como tantas otras cosas, es también mejorable. Pero insisto: es una cuestión que cada hermandad debe discernir con responsabilidad.

Pedro Soldado, durante la entrevista

Pedro Soldado, durante la entrevistaPablo Castillejo

- ¿Qué es lo que más desea ver en esta Semana Santa de 2025?

- Si te soy sincero, creo que es algo que estamos deseando todos: que no llueva. Y más aún sabiendo que ya hemos tenido lluvias abundantes en estos últimos meses –aunque todavía hace falta algo más–, lo primero que pido es que el tiempo nos respete. El año pasado fue una Semana Santa desastrosa en cuanto a las estaciones de penitencia.

Eso sí, cuando uno habla con cofrades de verdad, de los que viven su fe con profundidad, muchos reconocen que la vivieron con enorme intensidad dentro de sus sedes, junto a sus titulares. Pero, aun así, ese sería mi primer deseo: que no llueva.

El segundo deseo es que vivamos una Semana Santa con estaciones de penitencia espléndidas, los días que sea posible, porque constituyen un testimonio de fe que toca el corazón. Es algo que remueve sensibilidades, que interpela a quien contempla un paso y, a través de esa experiencia, puede acercarse a la fe. Personas que vienen de fuera, que salen a la calle, se encuentran de pronto con esa manifestación viva que es una cofradía en la calle, y algo se despierta en ellas.

Por eso, lo que más deseo es que todo transcurra con normalidad, sin contratiempos, y que vivamos con intensidad los grandes misterios de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Que no nos olvidemos, además, de participar en los oficios litúrgicos, porque eso también forma parte esencial de lo que somos como cristianos y como católicos.

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