Cuando dar el pecho no es una opción para la madre, el biberón se convierte en la herramienta fundamental para que el recién nacido se nutra. Hasta los seis meses de vida, la recomendación de los organismos oficiales de salud –las asociaciones española y americana de pediatría, la OMS, la Unión Europea...– es que la
leche materna ha de ser la
alimentación exclusiva del bebé y que hasta los dos años se vayan introduciendo otras comidas complementarias.
A partir de los seis meses, coincidiendo con la introducción de la alimentación complementaria, la Asociación Española de Pediatría recuerda que el bebé ya no necesita biberones, y que puede beber de un vaso. La Academia Americana de pediatras coincide en este aspecto, aunque ahonda un poco más en el tema e indica que, en caso de utilizarlo, el biberón debe dejarse entre los 12 y los 18 meses.
La consecuencia más conocida de un uso prolongado del bibi es la que tiene sobre la formación de la boca y la salida de los dientes del bebé. Al igual que ocurre con los chupetes, la forma de la tetinas determinan enormemente cómo se formará la mordida del pequeño, pudiendo llegar a provocar alteraciones o deformaciones del paladar, problemas de masticación o alteraciones en el lenguaje.
A parte de esto, existe también un mayor riesgo de que el pequeño pueda desarrollar las llamadas caries de biberón, peligro que no se da cuando se le da el pecho al bebé. Por ejemplo, cuando el recién nacido se queda dormido mientras come, si está siendo amamantado, la leche deja de salir al interrumpirse la succión, mientras que del biberón esta continúa saliendo por mera gravedad. Al pasar más tiempo el alimento dentro de su boca, los azucares de la leche o los zumos se fijan en los dientes y las encías y sirven de alimento para las bacterias que causan las caries.
Más allá de los 18 meses, se ha relacionado tomar biberones con problemas de oclusión dental, es decir, con la manera en que encajan los dientes superiores con los inferiores (la mordida). A largo plazo, esto, unido a una mala colocación de la lengua, puede también generar dificultades para pronunciar ciertas palabras.
Los consejos de los odontopediatraS
- El orificio del biberón ha de tener un flujo similar al del seno materno para que el bebé realice los ejercicios de succión necesarios.
- Dejar el biberón en posición vertical para que el bebé haga un mayor esfuerzo con la boca y se promueva un correcto crecimiento de esta.
- No añadir nunca azúcar, miel, endulzantes o cereales al biberón.
- Los zumos, mejor en tazas.
- En cuanto salga el primer diente, los odontopediatras recomiendan evitar el biberón nocturno. Si no, es importante realizar una limpieza bucal antes de dormir.
Aunque es lo más unido a la tetina, la boca no es lo único afectado. La percepción de saciedad del bebé es menor cuando se alimenta a través de esta herramienta que cuando lo hace directamente del pecho de su madre. Las succiones cuestan un menor esfuerzo y come más rápido, por lo que el pequeño no es plenamente consciente de cuando está lleno.
Esta falta de percepción puede alargarse durante la infancia y está directamente relacionado con una mayor ingesta de comida, y por tanto,
un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad. El
mayor estudio en esta materia, realizado con más de 3.000 niños de entre 3 y 5 años, concluyó que por cada mes de uso del biberón, había un incremento del 3 % del riesgo de tener mayor peso.
Cuando comienza la alimentación complementaria, se suele introducir también una mayor cantidad de agua, porque el propio niño la requiere. Por ello, el dejar de lado el biberón puede ser todavía más sencillo si para darle agua a lo largo del día o algún zumo para merendar se emplean tazas o los llamados vasos de entrenamiento ya desde los seis meses.