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02 de mayo de 2024

Réplica de las huellas de hominino encontradas en Laetoli, en el Museo Nacional de Ciencia de Japón

Réplica de las huellas de homínido encontradas en Laetoli, en el Museo Nacional de Ciencia de Japón

Las huellas de Laetoli: tras la pista del primer paseo en familia de la humanidad hace 3 millones de años

Gracias a un equipo de investigadores españoles, es posible deducir que aquellos homínidos que caminaron por Tanzania hace 3,66 millones de años tal vez iban dando un paseo en familia

Que Tanzania es considerada la cuna de la Humanidad no es ninguna novedad. Allí se encuentra la famosa garganta de Olduvai, donde en 1911 aparecieron los primeros utensilios fabricados por la especie humana, y donde también se han registrado diferentes yacimientos de icnitas de homínidos, es decir, de huellas prehistóricas pertenecientes a nuestros primeros ancestros.
Lo que no se sabía aún es que uno de esos hallazgos paleoarqueológicos iba a descubrirnos el que, probablemente, sea el primer «paseo en familia» documentado de la Historia de la Humanidad. Porque eso es lo que parecen haber descubierto unos investigadores españoles, entre los que se encuentra el paleoantropólogo de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, al analizar en profundidad el célebre yacimiento de Laetoli.

Un paseo sobre cenizas

Las huellas de Laetoli se encuentran en el corazón de la garganta de Olduvai, al norte de Tanzania, en la ladera Este de la llanura del Serengueti. Las pisadas de estos ancestros fueron descubiertas por primera vez en 1978 por la antropóloga británica Mary Leakey y su equipo, que se toparon con un rastro de unas 70 huellas a lo largo de casi 30 metros. En apariencia, las huellas revelaban la senda seguida por dos individuos, que habían caminado erguidos hace 3,66 millones de años sobre un sedimento de cenizas volcánicas humedecidas por la lluvia.
Pronto, las huellas de Laetoli se convirtieron en uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XX, tanto por su composición, como por su antigüedad y estado de conservación. Las últimas investigaciones, sin embargo, han revelado algo mucho más llamativo de lo que sabíamos hasta ahora.
Según ha publicado un equipo de investigadores españoles compuesto por Javier Ruiz, Federico Mansilla, Elena Santos, Alberto Jiménez Díaz, Isabel Igea-González y el codirector de proyectos de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, aquel rastro no fue dejado por dos, sino por tres individuos, seguramente de la especie Australopithecus afarensis. Se trata de la misma especie de homínidos a la que pertenecía Lucy, la llamada «madre de la Humanidad» que fue hallada en 1974 a unos 2.500 kilómetros al Norte de Laetoli, en la desértica región etíope de Afar.

Tres individuos y uno pisando como lo hacen los niños

El estudio, publicado en 2023 en la revista Ichnos, revela que el primero de los tres individuos medía en torno a 1,60 o 1,70 m, una altura mucho mayor de la que se pensaba hasta ahora. Se trataría de un auténtico gigante para sus congéneres.
Además, gracias a un minucioso análisis con nuevas técnicas y modelos digitales para medir la velocidad y la dirección, los investigadores han podido demostrar que pocos pasos por detrás caminaban no uno, sino otros dos individuos de menor tamaño (de entre 1,20 y 1,40 m), que se movían en paralelo y al mismo ritmo, y uno de los cuales podía ser una hembra o un macho joven.
Con una particularidad muy sorprendente: el individuo de menor tamaño iba pisando exactamente dentro de las pisadas del individuo más grande que tenía por delante. Un comportamiento nunca antes observado en un yacimiento, y que recuerda al de un niño que pisa dentro de las huellas que va dejando su padre.

Relajados y en paralelo

Según la investigación, la profundidad de la pisada revela que esos tres antepasados nuestros mantuvieron una velocidad más elevada de lo que se pensaba podían moverse los australopithecus, pero aun así, era relativamente lenta, similar a la que podría dar un ser humano que pasea de forma distendida. Incluso, aunque han detectado un incremento de la velocidad en un tramo de pocos metros, tal vez debida al estado del terreno (una zona más resbaladiza, por ejemplo), o un movimiento deliberado del grupo (como podría ser una tentativa de carrera).
Como en cualquier otro análisis de icnitas, es imposible determinar la relación que había entre esos tres caminantes ancestrales, ni los motivos que tenían para emprender su relajada marcha. Tampoco podemos saber si en aquellos antepasados homínidos se dieron los beneficios que, según un estudio publicado en la revista Journal of Marriage and Family, se producen al pasear juntos en familia, como por ejemplo reducir los síntomas de la ansiedad y la depresión, mejorar la comunicación, establecer relaciones más fuertes y duraderas, y mejorar la salud mental de los niños.
Sin embargo, los modelos aplicados por la investigación sí permiten concluir que «caminaron a una velocidad media muy similar, juntos, y que los dos más retrasados lo hacían en paralelo y siguiendo al de mayor tamaño, sobre las cenizas de Laetoli». Tal vez, el primer paseo en familia de la historia humana que tenemos documentado.
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