Las redes sociales aumentan la obsesión de los adolescentes con su imagen
Consultorio Familiar
Mi hija de 13 años está obsesionada con su imagen, ¿qué hago?
El orientador, conferenciante, escritor y mediador familiar José María Contreras Luzón responde a las preguntas de los lectores de El Debate, en este caso, sobre el valor de la autoestima en los adolescentes
Me ayudan mucho sus artículos en El Debate y quiero contarle mi caso. Me gustaría que me dijese qué puedo decirle a una hija mía de 13 años, que está obsesionada con su imagen. Hasta me quita los cosméticos con los que me maquillo y está siempre pendiente de todo lo relacionado con la belleza. Yo veo que ya no es un solo un juego de niñas, que ya no es sano. Pero me dicen que es la edad, que es lo normal. ¿Qué hago?
Muchas gracias por su consulta, pero esta vez no le voy a responder yo. O, al menos, no directamente. Como respuesta, le sugiero que lea a su hija lo que me escribió hace no mucho una mujer de mediana edad, que quería verme porque su hija adolescente ya había tenido varias malas experiencias con los chicos y con las redes sociales, y le había preguntado: «Mamá, ¿cómo lo hago para que les guste y a la vez me respeten?».
La propia madre no sabía qué responderle, porque ella misma había sufrido esas heridas e incluso su matrimonio se había roto unos años antes.
Hoy los jóvenes, tanto las chicas como los chicos, están sometidos a una gran presión por su apariencia física. Hay incluso mucha obsesión entre ellos por este tema. Así que lo que cuenta, también vale, en buena medida, para quienes tengan hijos varones adolescentes.
Antes de darle la carta, dígale que la considera lo suficientemente mayor como para leerla. Es importante que no se sienta atacada, sino que caiga en la cuenta de que lo dice una mujer como ella, pero con más experiencia:
«Cuando tenía 13 o 14 años mi madre me decía que con los chicos había que hacerse respetar. Pero nunca le hice mucho caso, porque siempre me ha atraído gustar a los chicos.
«Verles pelear por mí, que me hiciesen ciertos comentarios o darme cuenta de que se esforzaban por que les hiciese caso, para mí era muy emocionante. Me daba sensación de superioridad y una autoestima, en relación con mis amigas y compañeras, que me resultaba muy atractiva.
«Me doy cuenta de que el deseo por gustar se fue apoderando de mí, y la verdad es que yo sabía sacarme mucho partido. No sólo era guapa, sino que salía con el que quería y eso me daba la sensación de que era valiosa como mujer.
«Con los años, me casé con un chico guapísimo. Pero a los pocos años de casarme, una persona del trabajo empezó a tontear conmigo. Yo ya tenía dos niñas. Se me puso de pie otra vez ese deseo de gustar que estaba un poco adormecido. Me encantó que con dos hijas y 7 años de casada pudiera gustar a alguien. Al final, le fui infiel a mi marido. No se enteró. O eso creo.
«Lo cierto es que a partir de ese momento, las cosas fueron hacia abajo. No había amor. Las relaciones se fueron espaciando. Y terminamos separándonos. Yo no quería tener nuevos compromisos, quería «ser libre». Al final, dejé de ver al compañero de trabajo. Sentía que necesitaba seguir gustando. Y lo hice. Pero yo me daba cuenta de que gustaba cada vez menos. Y, además, cada vez estaba más sola. Me hice amiga de otras mujeres que estaban en una situación similar a la mía. Las veía solas, a pesar que todas queríamos aparentar lo contrario. Pero la realidad es que estábamos, estamos, solas y vacías.
«Con los años me he dado cuenta de una cosa que me obsesiona: mi marido era una buena persona, y estaba más lleno de lo que yo me creía. La que no tenía nada dentro era yo. Lo dejé, en realidad, porque no era frívolo. Era yo la que tenía una gran falta de madurez. Pero de eso me doy cuenta ahora. Cuando ya le he hecho daño a él, a mis hijas y a mí misma.
«Me viene a la cabeza lo que mi madre me decía. Y no sé bien cómo explicárselo a mi hija. Que gustar está bien... pero sólo hasta cierto punto. Lo importante es que te quieran. Yo me he equivocado, pero no quiero que se equivoque mi hija».
Hasta aquí la carta de la mujer. Y poco más puedo añadir.
Es cada vez más importante que a nuestros hijos adolescentes, tanto chicos como chicas, les enseñemos que la apariencia no tiene tanto valor como ellos le dan. Y las redes sociales están ayudando cada vez menos a los padres en esta tarea. Centrarte con ser guapo o tener un cuerpo cultivado puede servirte para gustar. Pero también puede servirte... para ser infeliz y hacer infelices a los demás. Para acostumbrarte a tomar malas decisiones.
Que los demás te respeten pasa también por que tú no hagas nada de lo que te puedas arrepentir. Y por no buscar la validación constante en tu físico.
Sería bueno que, en su caso, también su padre le explique a su hija la diferencia que hay entre cómo viven la sexualidad los chicos y las chicas.
Y que ambos la valoren y la hagan sentir apreciada por sus valores personales, por sus aptitudes, por sus talentos, por sus logros intelectuales o académicos... no por su físico.
Sentirá que ustedes la están tratando con madurez y confianza, y eso le ayudará a pensar y a tomar buenas decisiones. Y a la larga, aumentará la confianza con su hija.