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Carmen Duerto
Carmen Duerto

Lo que siempre quisiste saber de la boda de Felipe y Letizia

Una boda, dos eslabones y un reino

Actualizada 11:12

BODA PRINCIPES DE ASTURIAS PRINCIPE FELIPE, LETIZIA ORTIZ NOVIOS SALUDANDO SALIENDO DE BASILICA DE ATOCHA 2004 DECADA 200 *** Local Caption *** BODA PRINCIPES DE ASTURIAS PRINCIPE FELIPE, LETIZIA ORTIZ NOVIOS SALUDANDO SALIENDO DE BASILICA DE ATOCHA 2004 DECADA 200

Los novios saludando saliendo de la Basílica de AtochaGTRES

Hace 19 años, el 22 de mayo caía en sábado. En Madrid no diluviaba, literalmente jarreaba. España vivía entre el duelo por los atentados en la capital, en marzo habían muerto 192 personas en la explosión de varios trenes de cercanías y la alegría por celebrar una boda principesca en suelo español en casi cien años. Para tal acontecimiento se estrenaba la catedral de la Almudena, que al estar pegada al palacio real, lugar del convite, facilitaba el traslado de los 1.700 invitados. La lluvia lo complicó todo, pero el hoy Rey Carlos III con su paraguas y muy inglés chapoteaba con sus zapatos de charol negro por los doscientos metros de alfombra roja que unía ambos edificios. Él rechazó subir al autobús de la realeza.

Hace diecinueve años asistimos a un suceso único, que en épocas anteriores hubiera sido imposible. La boda entre un Príncipe emparentado con todas las dinastías reales de Europa y una periodista presentadora de un telediario, hija de una enfermera sindicalista, un padre periodista y un abuelo taxista y que, además, ya se había casado por lo civil, que no por la iglesia, detalle que no es baladí. Cuarenta y siete millones de españoles y un solo Príncipe que elige a una mujer asturiana, periodista y con un pasado que en nada emparenta con la monarquía.

La burbuja monárquica española, ese 22 de mayo de 2004, explota de luz y de color, como cantaba Marisol, al mismo ritmo que lo hacen el resto de monarquías europeas. Y en el altar, un Príncipe de 36 años enamorado espera a la mujer que saldrá de allí convertida en princesa. Ella avanza lentamente del brazo de su padre arrastrando los diecisiete metros de falla de seda natural hilada con trama de plata y cosida por el maestro Pertegaz.

Avanza al mismo tiempo que siente los 200 millones de ojos que están posados sobre la Tiara Prusiana que le presta la Reina Sofía y que sujeta el velo. Jamás se volverá a ver esa mirada entre ambos cuando se dan el sí quiero. Luego, en el brindis del banquete, por boca de Jesús Ortiz, padre de la novia, supimos el motivo de ese cruce emocional que arrastraba por el pasillo de la catedral la novia. Resulta que la Reina Letizia de pequeña jugaba a recrear cuentos y, en especial, la historia de Cenicienta que acaba convertida en princesa.

Felipe VI y Doña Letizia no comieron perdices, pero sí capón. No tuvieron baile, DJS y confetis, estábamos de luto, pero sí una recatada salida al balcón con beso. El Príncipe acercó su rostro a su Princesa y ella le puso la mejilla. No se juraron ser fieles en la prosperidad y en la adversidad, pero sí se lo prometieron. Y así llevan diecinueve años en los que han sumado dos eslabones en la cadena dinástica, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía.

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