
Astrid Gil-Casares, en una imagen de archivo
Entrevista
Astrid Gil-Casares: «Tengo una parte extremadamente animal y primitiva dentro de mí»
Escritora desde hace cuatro años, acaba de publicar su tercer libro, No digas nada
Torre de marfil existe, es extranjero y con un inmenso poder. No quiere decirme quién es, eso sí. Astrid me descarta que Maximiliano, sea de la familia del archiduque de Habsburgo. Tampoco pude descubrir si su íntima Isabel Sartorius aparece en algún lugar «mi protagonista Alana vive una etapa de soledad y apenas salen amigas. Desde luego Isabel no ha salido, aunque es posible que las personalidades de mis amigas íntimas haya podido reflejarlas en mis libros».
Astrid Gil-Casares, 51 años, habla seis idiomas con fluidez. Gracias a que fue la señora del Pino, asistió al Club de Davos y cenó con el presidente Obama. También aprendió a pilotar helicópteros, por si alguna vez tenía que tomar los mandos de la aeronave con la que se desplazaba la familia. Lleva una vida glamurosa pero fuera de España, como las aves migratorias que se mueven al unísono según la estación.
Astrid no frecuencia la vida social española «yo aquí no salgo nada. Ahora con mi grupo es tiempo de frecuentar Gstaad, Saint Moritz, Megève o Zürs». En Navidades es más de ir a Saint Barth o José Ignacio cerca de Punta del Este «y siempre que se desplaza a esas cimas del glamour y del dinero, en su maleta sólo hay trajes de bajo coste “no me interesa nada la moda».
De hecho ahora va vestida con un vaquero y una camiseta de Zara y una chaqueta de Lefties. Me enseña las etiquetas porque no la creo «Amancio ya me podía enviar ropa con toda la promoción que le hago». Empezamos la entrevista por la cima, preguntándole por un viejo amigo.
– ¿Ha enviado ya el libro al rey Felipe VI?
– No, no le he enviado el libro, pero si lo hiciera sería con dedicatoria porque los libros siempre se envían dedicados.
–Ha estructurado su vida en tres libros
– Así es. El primer libro, Nadie me contó, es el divorcio. El segundo, Ese jueves al anochecer me subí al tren, es el de la reconstrucción de la ruina que era y el tercero, No digas nada, es la ausencia de la madre, la apatía y la soledad. Son tres libros de ficción pero es obvio que mis protagonistas se basan en mis propias experiencias. Yo no soy ellas, pero ellas sí son parte de mi.
– En sus libros hay un erotismo que resulta extraño en su mundo y en su educación
– No es amor, es deseo. Si yo pensara que esas escenas que escribo son mías, no me atrevería a poner una línea. No sería capaz de escribir mi vida pero sí me resulta fácil escribir desde la ficción y es evidente que en mis tres protagonistas hay referencias de mi vida. Tampoco tengo reparo en que mis tres hijas, que no han leído mis libros, lean esos episodios de erotismo.

Astrid Gil-Casares presenta su tercer libro, 'No digas nada'
– Los tres libros giran sobre las relaciones. ¿Cómo es estar soltera?
– Alana, mi última protagonista, y yo estamos solteras. Somos independientes y libres pero la vida es mucho más bonita en pareja. Muchas veces me despierto y me digo «que gozada sólo dependo de mi» pero no me cabe ninguna duda de que la vida es mejor en pareja.
– ¿Por qué no regresó a las finanzas después del divorcio?
– Dejé mi trabajo porque tuve que cuidar de seis hijos, los tres que tuve y los tres adolescentes que aportaba mi marido. Dejé de trabajar asumiendo que al casarme todo lo que tenía sería para siempre, nadie me avisó de lo que venía después y no lo digo solo por mi. Las mujeres lo dejamos todo y luego, retomar es complicado, deberíamos firmar en la notaría un papel en el que aceptas que, si te divorcias, te quedas sin nada, para así ser conscientes. Ahora tengo dos amigas que literalmente están en la calle. Por obvias circunstancias personales muy complicadas, yo no pude volver a las finanzas y hasta ahí puedo y quiero contar porque eso pertenece al pasado.
– ¿En bañador luciendo 29 tatuajes en Saint Barth o en Capri qué emoción produce?
– Llaman la atención porque no son discretos y soy la única. A mi entorno no les gusta nada y a mi familia tampoco pero somos un clan donde las lealtades están donde fluye la sangre y me protegen aunque mi padre me dice: «Cuándo te vas a quitar esas pinturas. Ni siquiera los llama tatuajes». Preferirían mil veces que no los tuviera, pero nunca me han hecho sentir mal por tenerlos.
– Con el riesgo de tener tres hijas que pueden copiarla...
– No, porque ellas no los rechazan pero les parece poco cool porque copiar a una madre no es un acto de rebeldía. No les fascinan y la ventaja es que, al menos, mis hijas adolescentes no corren el peligro de querer tatuarse. Nadie copia a su madre.

Astrid Gil-Casares
– Al divorciarse sintió un desenfreno por marcar su cuerpo, ¿por qué?
– Obedeció a un instinto, tengo una parte extremadamente primitiva y animal dentro de mí. Tatuarme fue un instinto que tuve, como si fuera una guerrera. Mis tatuajes son mis escudos protectores, como los guerreros vikingos que se tatúan y cada uno tiene un sentido. Ahora he pensado en quitarme alguno, pero es complicado y doloroso.
– ¿Es la escritura su profesión porque a la suya no pudo volver?
– Pues no lo sé, pero desde luego es lo que me ayudó a estructurarme. Decidí reinventarme y si seguiré escribiendo aún no lo sé porque tengo que esperar ocho meses para replantearme escribir otro. Ahora estoy centrada en promocionar No digas nada.
– Su tío, el general Armada, cultivaba Camelias en Galicia, ¿tiene camelias de los Armada?
– Tengo camelias, sí. Son muy bonitas y es un negocio que sigue en pie. Yo no cultivo ni camelias, ni nada en mi casa de Madrid porque no sé nada de jardinería.