Alba Carillo se refiere a su exmarido Feliciano López como «muy facha»

Han pasado casi ocho años desde que Alba Carrillo y Feliciano López pusieron fin a su matrimonio exprés, pero, a juzgar por las últimas declaraciones de ella, el tema sigue vivo… y coleando. Aunque ambos han rehecho su vida por separado —él, discretísimo y con cargo institucional en el tenis; ella, verborreica, televisiva y ahora también filóloga en potencia—, la sombra de aquel divorcio aún proyecta titulares. Y es que, si algo define a Alba Carrillo, es su falta de filtros: no tiene pelos en la lengua ni miedo al qué dirán.

«Tuve una pareja de derechas y no llegamos ni al primer año de casados», ha dicho sin mencionar nombres. Pero por si a alguien le quedaban dudas, lo remata sin anestesia: «Sí, era muy facha. Lo es, lo es. De ahí vienen parte de nuestros problemas. He tenido muchas movidas con él por temas políticos», declaró recientemente en una entrevista con El País. Blanco y en botella: Feliciano López, según Alba, no solo fue un marido fugaz, sino también un obstáculo ideológico.

La historia, como todos saben, comenzó como un cuento de hadas. Boda en verano de 2015, amor de portada, vestido de ensueño... y ruptura fulminante poco después, a los once meses. Lo que vino a continuación fue una guerra mediática sin tregua, con Alba disparando declaraciones incendiarias en platós y entrevistas, mientras Feliciano optaba por el silencio y la raqueta. Hasta ahora, los motivos de la separación eran un misterio envuelto en rumores de infidelidades, celos y familias entrometidas. Pero Carrillo parece haber encontrado, por fin, uno de los diagnósticos: diferencias políticas irreconciliables.

Y no se queda ahí. Su visión del panorama político masculino actual es igual de afilada: «Estoy cansada de los heterobásicos, me aburren». Según cuenta, en las primeras citas ya suelta toda la artillería ideológica: «No te imaginas la cantidad de tíos con banderitas de España en la muñeca que me dicen que no son tan de derechas. Hasta el más facha se vuelve rojo por un polvo». Eso sí, no pierde la ironía cuando le preguntan si repetiría con un hombre de derechas: «Sería un bonito polvo de primavera. Un rollito de primavera», responde, fiel a su estilo, entre lo provocador y lo cómico. Alba Carrillo no se guarda nada, y parece que, si tiene una bandera, es la de decir siempre lo que piensa. Aunque luego venga la tormenta.

Mientras tanto, Feliciano López, aunque no suele posicionarse políticamente, sí ha opinado en alguna ocasión. En 2020, por ejemplo, criticó a los políticos por su gestión de la crisis del coronavirus y también ironizó sobre la Ley Celaá, publicando: «Papá, he cateado 6 asignaturas este curso pero no tengo que repetir, ¿no te parece un poco raro? (se escucha un silencio largo). Hijo, no te preocupes, que llegaremos a la ansiada excelencia que buscan los promotores del talento». Una crítica con tono sarcástico que no pasó desapercibida.

Retirado del tenis desde junio de 2023, alejado del foco mediático, felizmente casado con la modelo Sandra Gago —con quien tiene dos hijos— y centrado en su labor como director del Mutua Madrid Open y de las Finales de la Copa Davis, Feliciano representa todo lo contrario al huracán mediático que es su exmujer. Silencio, gestión, protocolo. Todo lo que Alba no es, ni pretende ser.