Marta Sánchez en los años 90
Cuando Marta Sánchez estuvo cantando en el estrecho de Ormuz para las tropas españolas
En diciembre de 1990, poco antes del inicio de la guerra en Irak, el Ministerio de Defensa organizó un concierto de Marta Sánchez para los soldados españoles
Marta Sánchez estuvo actuandoa allí, en aguas del estrecho de Ormuz, en diciembre de 1990 para alegrar a los soldados españoles. Un lugar que Irán amenaza con cerrar, estos días, como respuesta al bombardeo de Estados Unidos a sus tres plantas nucleares.
Si creciste viendo los conciertos de Nochebuena en TVE, cuando la mili seguía siendo obligatoria, tal vez recuerdes una imagen tan llamativa como desconcertante: Marta Sánchez, con minishorts, traje de cuero negro ajustado, escote pronunciado, melena rubio platino y rodeada de bailarinas, cantando Soldados del amor sobre la cubierta de una fragata militar española en el Golfo Pérsico.
Marta Sánchez en 1990
En 1990
Era diciembre de 1990. Faltaban apenas unas semanas para que estallara la Guerra del Golfo —conocida como la madre de todas las batallas u Operación Tormenta del Desierto— que comenzó el 17 de enero de 1991 con el bombardeo aéreo sobre Irak. Frente a ella, un centenar de soldados españoles, que tenían entre 18 y 21 años, uniformados de blanco observaban el espectáculo, más propio de un videoclip que del despliegue militar en un enclave estratégico internacional.
Con solo 24 años y en pleno éxito con Olé Olé, Marta Sánchez fue enviada a animar a los soldados españoles destinados en el estrecho de Ormuz, uno de los puntos clave del comercio mundial. En España se presentó como un gesto emotivo y patriótico, pero sobre el terreno no impresionó tanto. Más de tres décadas después, el programa Anatomía de (La Sexta) ha mostrado el otro lado de la historia: todo el esfuerzo logístico que implicó y la frialdad con la que muchos militares lo vivieron.
Marta Sánchez y las tropas españolas en Ormuz. Captura de pantalla de La Sexta,
La delegación española viajó a Abu Dabi a bordo de un Boeing 707 de la Fuerza Aérea. Además del grupo musical y de Marta, que era consciente del papel que iba a desempeñar, también formaban parte de la expedición el humorista Raúl Sénder —encargado de aportar un tono distendido—, el almirante Carlos Villa, jefe del Estado Mayor de la Armada, y el entonces ministro de Defensa, Narcís Serra. Según diversas fuentes, Serra habría preferido a Isabel Pantoja para la actuación, pero finalmente fue Sánchez quien asumió la misión, sabiendo que su estética y carisma tenían un fuerte impacto entre las tropas. Durante el espectáculo, interpretó en playback un repertorio de ocho canciones del disco 1990.
Marta Sánchez cantando a las tropas. Captura de pantalla de LaSexta
La idea no era nueva: en 1954, Marilyn Monroe dio un concierto mítico para los soldados estadounidenses en Corea, que con el tiempo se convirtió en un símbolo. Ese gesto, entre la épica y la propaganda, inspiró tanto al Gobierno de Felipe González como a la propia Sánchez, que siempre mostró admiración por la actriz.
Tranquilo todo el mundo en España, que aquí no se está tan mal, ¿eh?”, dijo Marta al comienzo del concierto para demostrar que los chicos estaban muy bien y que no había peligro de nada. Mientras tanto, la prensa se dejaba llevar por titulares llamativos. Pero la imagen que se ofrecía desde la televisión no coincidía con lo que vivieron realmente los soldados. El concierto recibió críticas por parte de la opinión pública: llevar a una estrella del pop a cantar apenas quince días antes de una guerra no parecía lo más adecuado.
Varios militares recordaron aquella jornada con frialdad. José Álvarez, destinado en la fragata, lo dijo con claridad: «La gente se preocupaba más por la familia que por cualquier otra cosa». Su madre fue aún más directa: «Que llevaran a los padres. Lo habrían agradecido más». Algunas esposas también expresaron su malestar al ver que se había costeado el viaje de una artista mientras se negaban más reencuentros familiares: «En vez de pagarle a Marta Sánchez el billete, podrían haberlo hecho con nosotras, que somos mucho más importantes para ellos», exclamaron dos de ellas.
Treinta años después, aquel concierto ya no se ve como un gesto emotivo, sino como un ejemplo de cómo el poder usó el espectáculo como herramienta de imagen.