Los últimos días de Verónica Echegui y la enfermedad que se la llevó

Se hiela el alma al releer su reflexión sobre la muerte solo unos meses antes de que llamase a su propia puerta. Como una broma macabra del destino, el último trabajo de Verónica Echegui fue una comedia titulada A muerte, que se estrenó el 15 de junio. La protagonizó junto a Joan Amargós, quien da vida a Raúl y hace el papel de su exnovio al que le queda una semana para hacerse una operación con un 30% de posibilidades de sobrevivir. Durante la promoción de esta serie, habló alto y claro sobre cómo asumía ella el viaje sin retorno al otro lado. Tenía muy presente que todos estamos de paso, por mucho que la sociedad se empeñe en dar la espalda a una realidad inevitable. «Esta sociedad se ha esforzado mucho en que tengamos miedo a la muerte. Yo, más que miedo, tengo miedo a la enfermedad y al sufrimiento», comentó la actriz, en una entrevista con Fotogramas.

«No afrontamos la realidad de que todos vamos a morir. Tratamos de vivir obviando que es algo inevitable y que vamos a atravesar. De hecho, no recuerdo ningún curso desde parvulitos en que nos hablaran de la muerte», añadía. «Me pregunto cómo la viviríamos si nos hubieran hablado de ello desde la confianza y desde otro punto de vista, quizás desde la fe, en una vida que continúa o que es eterna». Unas palabras que pronunciaba cuando ella probablemente ya se temía lo peor.

Verónica Echegui murió este domingo, a los 42 años, como consecuencia de un cáncer renal, según ha podido saber El Debate. Nunca hizo público el diagnóstico de su enfermedad. No quiso convertirlo en un drama público, sino que lo vivió acompañada de los suyos y del equipo de médicos del hospital 12 de Octubre de Madrid. Poca gente del cine español estaba al corriente de su estado de salud y trató de compaginar el trabajo con la enfermedad, durante los periodos de descanso del tratamiento. Llevaba ingresada desde julio en este hospital del barrio de Usera, donde falleció.

Su nombre completo era Verónica Fernández de Echegaray y le parecía tan largo que decidió buscar el suyo propio. También como una manera de explorarse a sí misma. Era pariente del premio Nobel de Literatura José Echegaray y del comediógrafo Miguel Echegaray. En su última etapa se retiró a vivir a la sierra de Madrid, donde trataba de llevar una vida saludable, buscando frutas y verduras sin pesticidas, además de emplear un filtro de agua para eliminar los metales pesados. Era feliz, saludando a sus vecinos, quienes le ofrecían una cesta de huevos o un tomate recién cortado cuando la veían.

Con un chándal de Bershka

Fue el director Bigas Luna el que en 2006 la encumbró como diva de periferia en Yo soy la Juani, después de un proceso de selección en «centros comerciales y discotecas». Se presentó con «el chándal más cantoso» que encontró en Bershka, según rememoró ella. La propia Echegui explicó que se asistió a las pruebas «relajada» porque pensaba que no la iban a coger, a pesar de que desde niña era su sueño poder dedicarse a este mundo, a pesar de su carácter reservado e introvertido.

«Yo era hipertímida. Recuerdo que en el colegio había teatro y preguntaron quién quería ser el monstruo. Yo me moría de ganas, pero no me atrevía a levantar la mano y al final hice de caja de detrás o no sé qué leches», contó divertida en una ocasión.

En sus papeles interpretó a mujeres de mucho carácter, sobre todo en su primeros años, cuando intentaba aún demostrar que era mucho más que «la Juani», el papel que le valió una nominación al Goya a la Mejor Actriz Revelación. Brilló en El patio de mi cárcel (2008), de Belén Macías, por el que volvió a ser nominada al Goya.

Justo después, con 24 años, lo dejó todo y se fue a Inglaterra a trabajar de camarera. «Estaba un poco superada, necesitaba hacer otra cosa, pasé allí cinco meses y luego me ofrecieron hacer Verbo y volví», rememoraba sobre uno de los impases de su carrera, a la que aún le quedaba mucho por ofrecer.

Además de su talento como intérprete, demostró su capacidad para contar buenas historias. En 2022 ganó el Goya al mejor cortometraje de ficción como directora, guionista y coproductora de Tótem Loba, que revisa las tradiciones populares y la normalización de la violencia contra las mujeres.

Se nos ha ido demasiado pronto una actriz de talento descomunal, versátil y generosa, que amaba su profesión y la concebía como el motor de su vida.