La discreta vida personal de Robe Iniesta: su mujer, sus hijos y sus adicciones

La muerte de Robe Iniesta, a los 63 años, deja una pregunta suspendida en el aire: ¿quién era realmente más allá de su música? Durante décadas fue la voz de una forma de sentir el rock en castellano, pero siempre esquivó cualquier intento de convertirse en personaje público.

La noticia de su fallecimiento se confirmó la madrugada del 10 de diciembre a través de su agencia y su representante, sin detalles sobre las causas, y con un comunicado en el que se lo definía como «el último gran filósofo y literato contemporáneo de lengua hispana» y se recordaba que en 2024 había sido galardonado con la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes. La muerte llega un año después de que el músico cancelara dos conciertos en Madrid a causa de un tromboembolismo pulmonar, una obstrucción grave en las arterias del pulmón que compromete la respiración y que lo obligó a retirarse de la actividad pública.

Para entender de dónde venía su obra, hay que volver al origen. Roberto Iniesta nació el 16 de mayo de 1962 en Plasencia, donde se crio con sus padres y su hermana pequeña, Ana. Dejó los estudios en tercero de BUP y empezó a trabajar con su padre como chapista y en un puesto de chucherías. Allí, mientras atendía el mostrador, llenaba cuadernos con letras.

No era la biografía habitual de un músico de éxito y quizá por eso sus canciones conectaron con quienes nunca habían visto sus vidas reflejadas en una obra. Su juventud estuvo marcada por etapas intensas, incluidas las adicciones de las que él mismo habló sin eufemismos: las drogas, especialmente la heroína, atravesaron su vida y su obra. En distintas entrevistas explicó que hubo momentos en los que la música y su pareja fueron su sostén.

Años después, cuando Extremoduro ya era un fenómeno, amplió su formación académica. Se matriculó en la universidad a distancia para estudiar Lengua y Literatura, una inquietud que derivó en su novela El viaje íntimo de la locura (2009). Sobre el libro, que empezó a escribir en 2003 durante un bloqueo creativo, declaró: «Me la suda si se vende mucho o no; solo quiero que le guste a quien la lea».

Su trayectoria musical había comenzado antes, en la banda Dosis Letal, pero el punto decisivo llegó en 1987 con la fundación de Extremoduro. Desde entonces consolidó un estilo que mezclaba lenguaje directo y referencias literarias, con letras centradas en experiencias personales y de su entorno. El proyecto creció hasta convertirlo en un referente del rock en español, un reconocimiento que contrastó con su habitual discreción pública.

Ese contraste se reflejó también en 2014, cuando recibió la Medalla de Extremadura. En la ceremonia lo explicó con un discurso inusual en el contexto institucional: «Lo primero que hice cuando me lo notificaron fue buscar razones para no venir, pero no las encontré y aquí estoy». En su intervención pidió apoyo para los «músicos extremeños presentes y futuros, los que aún no saben que lo son».

En paralelo a su carrera, su vida personal se desarrolló de forma discreta. Compartió su vida con Bibi Vázquez desde principios de los años noventa. La pareja llegó a separarse durante esa década y posteriormente se reconcilió. Tuvieron dos hijos, Naum y Karín. El mayor siguió la vía musical y fue batería de la banda Kontrol-M. En una ocasión decidió no participar en una entrevista cuando supo que el programa mencionaría quién era su padre.

En sus últimos años Iniesta repartió su vida entre Lezama, en Vizcaya, y su Plasencia natal. Esa etapa coincidió con el impulso de un proyecto de agroturismo en fincas de olivos, orientado a combinar explotación agrícola y alojamiento rural. Uno de sus planes contemplaba construir varias casas rurales en la Sierra de Santa Bárbara, un proyecto que atravesó distintas fases administrativas y ambientales. En 2024 obtuvo autorización para desarrollarlo en la finca El Goterón, donde proyectaba más de 20.000 metros cuadrados destinados a cultivo activo y turismo.

Tras el tromboembolismo pulmonar, los médicos recomendaron reducir la actividad y evitar los conciertos. A partir de entonces mantuvo un perfil privado durante más de un año, sin apariciones públicas ni declaraciones. En ese mismo periodo se produjo un reconocimiento institucional en su ciudad natal: la avenida del Berrocal pasó a llamarse Roberto Iniesta. La vía abrió al tráfico en agosto, sin acto público.