Claudia Sheinbaum, en una imagen de archivo
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La política mejor vestida del mundo, según 'The New York Times'
Destaca por integrar huipiles y bordados indígenas en su vestimenta oficial, una elección que suele acompañar con el cabello recogido y joyería mínima
Claudia Sheinbaum, presidenta de México desde 2024, ha sido incluida este año en la lista de The New York Times que destaca a 67 figuras internacionales por su estilo. El medio subraya el uso constante de textiles y bordados de comunidades indígenas como elemento visible de su imagen institucional, y sitúa a la mandataria, a los 62 años, en una conversación en la que no suelen aparecer jefes de Estado. Su presencia en esa selección responde a una construcción estética sostenida a lo largo de su carrera política.
En sus primeros años de exposición pública elegía prendas funcionales, sin referencias directas a tradiciones artesanales. Con el paso del tiempo esa elección se modificó de forma gradual. Durante su gestión como jefa de Gobierno de la Ciudad de México entre 2018 y 2023 empezó a incorporar textiles de manera discreta, principalmente a través de mascadas y pañuelos con estampados elaborados por creadoras de distintas regiones del país.
Sheinbaum llevó la herencia mexicana hasta el sorteo de la Copa Mundial de Fútbol de la Fifa 2026
Esa incorporación puntual evolucionó en el periodo electoral de 2023 y 2024, cuando los huipiles y otras prendas bordadas pasaron a ocupar un lugar central en su vestuario de actos oficiales. La repetición de estas piezas consolidó una estética vinculada al textil tradicional, reconocible en conferencias, giras y encuentros diplomáticos.
Una parte de esta elección cuenta con un antecedente personal. Según ha explicado la presidenta, su interés por estos tejidos tiene origen en su infancia. Su madre, la académica Annie Pardo, la llevaba desde pequeña a comunidades artesanas de Guerrero, en particular a Ometepec, donde tuvo contacto directo con mujeres dedicadas al bordado de huipiles. Ese vínculo previo a su trayectoria institucional permite entender que el uso de estas prendas no se limite a una etapa política concreta, sino a una referencia cultural que ha acompañado su vida.
Su imagen pública se estructura también a partir de decisiones constantes en el peinado y el maquillaje. En la mayoría de sus apariciones lleva el cabello recogido en una coleta o moño pulido, un recurso que libera el rostro y dirige la atención hacia la zona del torso, donde se concentran los bordados.
Sheinbaum, junto a la actriz Salma Hayek, con un vestido de bordado tradicional mexicano
Ese gesto funciona como un código visual que reduce cualquier lectura estilística sobre el cabello y destaca los elementos textiles como centro de la composición. El maquillaje es sobrio, con énfasis en la luminosidad de la piel, y mantiene un nivel de neutralidad que no compite con los motivos artesanales. En conjunto, la imagen institucional prioriza una frontalidad limpia en cámara, donde los diseños tradicionales aparecen como parte de la representación oficial.
La visibilidad pública de estos textiles coincide con acciones de gobierno vinculadas a la protección cultural. En agosto de 2025 la administración federal intervino tras el lanzamiento de un modelo comercial inspirado en diseños oaxaqueños sin autorización de las comunidades creadoras. El Gobierno anunció entonces medidas jurídicas destinadas a reforzar la protección de la propiedad intelectual colectiva de los pueblos originarios. La empresa implicada ofreció una disculpa pública junto a representantes de la Sierra de Juárez, lo que situó el caso en el debate sobre el uso comercial de diseños tradicionales y los derechos colectivos asociados a su producción.
Así las cosas, la presencia de Sheinbaum en la lista no se limita a la identificación de su estilo personal. También refleja la incorporación de producción textil comunitaria en actos oficiales como una forma de representación pública. En ese contexto, su imagen combina un lenguaje institucional con prácticas culturales de origen local. Para analistas de imagen política, su trayectoria constituye un caso relevante en América Latina sobre cómo el patrimonio artesanal puede integrarse en espacios de Estado sin perder su sentido comunitario. La elección de vestuario funciona así como una extensión visible de las políticas destinadas a reconocer el trabajo de las artesanas y a regular el aprovechamiento comercial de sus diseños.