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26 de abril de 2024

La Plaza de Melilla durante el asedio

La Plaza de Melilla durante el asedio

Los sitios de Melilla: la defensa española continua contra los ataques enemigos

Desde 1556 Melilla ha pertenecido a España sin que pudiera ser tomada a pesar de haber sido siempre frontera muchas veces en guerra continua y aislada en el territorio enemigo

El 17 de septiembre de 1497 una expedición, que había partido de Sanlúcar de Barrameda el día anterior, llegaba ante una pequeña fortaleza y poblado en el norte de África. Al mando iba Pedro de Estopiñán y desembarcaron sin oposición, procediendo inmediatamente a sitiar el bastión. La expedición había sido costeada por el duque de Medina Sidonia que, como todos los capitanes de los Reyes Católicos, era partidario de seguir la guerra en África.
Los llegados iban provistos de maderas pintadas que fueron armadas durante la noche y los sitiados, creyendo que los cristianos habían construido un castillo en solo horas, se sometieron a los cristianos. Esta es la historia de la conquista de Melilla, entre lo real y lo legendario. Los españoles se afanaron en reparar los muros de la descuidada fortaleza. En 1556, hartos los duques de sostener los enormes gastos, hicieron renuncia de la ciudad a favor de la Corona. Desde entonces Melilla ha pertenecido a España sin que pudiera ser tomada. Y no ha sido fácil porque siempre ha sido frontera, muchas veces en guerra continua y aislada en el territorio enemigo.

Defensa de la ciudad

Los nuevos dueños de Melilla se apresuraron en fortificar continuamente la posición y hacer cabalgadas en el campo musulmán, tratando de obtener lo necesario para la subsistencia y la sumisión de los pobladores fronterizos. La reacción contraria fue construir fortalezas para evitar la expansión y tratar de recuperar un lugar estratégico.
En 1557, un grupo de descontentos conspiraron con el enemigo, quisieron aprovechar la salida del alcaide Gurrea con casi toda la tropa para tomar la plaza. La conjura fue descubierta y abortada. Desde entonces, la historia de la ciudad fue una continua defensa contra los ataques enemigos. En 1564 un morabito rifeño quiso invadir la ciudad española para, una vez dentro, tomarla. Predicó a la población fronteriza y entraron en la ciudad por una puerta que el alcaide mandó dejar abierta; fue una trampa que acabó con el santón y sus huestes en un hecho que Ruiz de Alarcón pasó al teatro en 1634 en La manganilla de Melilla.
La vida en la frontera era arriesgada. La ciudad estaba bien fortificada y podía ser aprovisionada por mar, por lo que era difícil que los musulmanes la tomaran si no contaban con una potente artillería. Pero vivía constreñida entre sus muros, sin posibilidad de expansión. Cabía preguntarse si era útil mantenerla, si servía de contención a los piratas berberiscos o si se trataba de una punta de lanza para una expansión posterior.
Sultán Mulay Ismail

Sultán Mulay Ismail

En 1646 las fuerzas de guarnición sufrieron una grave derrota en el campo exterior, pereciendo el alcaide Ramírez de Arellano, pero sin perderse la plaza. En el año 1676 llegó al trono el sultán Mulay Ismail, un hombre inteligente y buen gobernante que trató de conquistar la ciudad aumentando las hostilidades. Había saneado las finanzas del Imperio, impuso su autoridad en lugares donde nunca los sultanes la tuvieron y reforzó sus ejércitos y fortalezas. En 1679 los ataques fueron de tanta intensidad que se llegaron a perder tres fuertes exteriores y la seguridad de Melilla quedó gravemente comprometida. La intervención del tercio Viejo de la Armada impidió que cayera en manos marroquíes. Mientras reinó este sultán, los asedios y combates fueron constantes, algunos de ellos muy duros como el que costó la vida al alcaide López Moreno en 1687 y los combates de 1694-95 y 1715.

La ciudad siguió siendo española

La situación más comprometida se viviría en el último tercio del siglo XVIII. Era una época de buenas relaciones y de prosperidad en el comercio. El tratado de 1767 de Paz y Comercio con Marruecos, firmado por Jorge Juan parecía abrir una época de sosiego, pero no fue así. En 1774 se produjo el sitio de Melilla por parte del sultán Mohamed ben Abdallah que pretendía, con apoyo inglés, la toma de las plazas cristianas del norte de África. El sultán en persona, acompañado de sus dos hijos, se puso al frente del asedio con cuarenta mil hombres detrás. El ejército sitiador contaba con buena artillería, comprada a Holanda e Inglaterra, lo único que podía vencer las defensas españolas. El gobernador español Sherlock embarcó a las mujeres y niños rumbo a Málaga y obtuvo refuerzos de tierra, auxilio de la armada y nuevas piezas de artillería para mantener a distancia al enemigo y preservar los muros. Los disparos marroquíes habían casi destruido el interior de la ciudad, los sitiados se refugiaban en cuevas. A pesar de la angustiosa situación, los sitiadores resistieron, no cedieron nunca y el sultán decidió levantar el asedio convencido de que no iban a poder tomar la ciudad. El sitio comenzó el 9 de diciembre de 1774 y terminó el 19 de marzo de 1775. Fue un ejemplo de fe en la victoria, de resistencia frente a un enemigo superior y de moral de combate. Durante la invasión napoleónica, se mantuvo rebelde al rey José y en la Primera Guerra Carlista los isabelinos perdieron su control. Pero siguió siendo siempre española.
Recintos fortificados de Melilla en 1849

Recintos fortificados de Melilla en 1849

El tratado de Wad Ras de 1860 le dio a la ciudad el campo exterior que necesitaba para expandirse urbanística y comercialmente. Se establecieron los límites actuales que se garantizaron con la construcción de fuertes que pronto se verían poco útiles militarmente. La construcción de uno de ellos dio lugar a la guerra de 1893 que nunca puso en peligro la seguridad de la plaza. La guerra que se libró en el Rif en 1909 también dejó a Melilla fuera del conflicto, no se vivió en la ciudad ningún temor a ser atacada. En 1921, tras el desastre de Annual, las harkas rifeñas llegaron a las puertas de la ciudad, un cañón ubicado en el Gurugú disparaba proyectiles contra ella, los ciudadanos vivían atemorizados pensando en un ataque de consecuencias brutales. Pero tampoco cayó entonces la ciudad. Las huestes de Abd el Krim no se atrevieron a traspasar la frontera en una precaución nunca bien explicada del todo.
Desde 1860 la frontera estaba señalizada por mojones sin ningún tipo de barrera. Las aduanas se establecieron en los principales caminos de entrada y los habitantes de Melilla podían acceder a Marruecos caminando. Hasta la construcción del muro que trata de evitar la emigración ilegal.
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