Fundado en 1910

23 de abril de 2024

Destrucciones causadas por el bombardeo italiano en Granollers

Destrucciones causadas por el bombardeo italiano en Granollers

El bombardeo de Granollers que dejó más de 200 muertos en 1938

La entrada de la aviación puso en práctica una nueva estrategia militar, que después sería ampliamente utilizada durante la Segunda Guerra Mundial: ataques indiscriminados sobre la población civil de la retaguardia

El 31 de mayo de 1938 fue bombardeado Granollers. Aquel día, a las 9 de la mañana, cinco aviones Saboya S-79 –el gobierno republicano los confundió por Junkers– dejaron caer 60 bombas, en menos de un minuto, sobre Granollers. El objetivo era una central eléctrica, pero se equivocaron y las bombas cayeron en medio de la capital del Vallés Oriental
Sobre Granollers cayeron 60 bombas: 40 de 100 Kg., 10 de 20 Kg., y 10 de 15 Kg. Las bombas cayeron en la calle Gran; en la calle Josep Anselm Clavé; en la Plaza de Maluquer i Salvador, conocida tradicionalmente como la del Bestiar o Plaza de Can Sínia, donde dejaron su patética señal en el quiosco Mulet; en la calle Espí i Grau; en la Fonda Europa y en los edificios colindantes; en la calle Marià Sans; en la calle de l'Enginyer; en la calle Barcelona; en la calle Nova, llamada entonces Pí i Maragall; en la placeta de Sant Roc; en la calle Elisabets, hoy Santa Elisabet; en la calle de Sastre; en la Plaza de Les Olles; en el Portalet; en la Porxada. Las personas que caminaban por la calle, o que estaban dentro de sus casas, o en la escuela, o haciendo cola para comprar, recibieron los estragos de la metralla. Las bombas cerraban su círculo infernal con señales en la calle Condestable de Portugal; en la calle del Liri, llamada entonces Blasco Ibáñez; en la calle Lletjós, hoy Sant Josep de Calassanç; en la calle Pinós; en la calle Josep Umbert; en la calle Cabdill Pere Joan Sala o calle del Sol; en la calle Corró o Layret; en la calle Travesseres; en la calle Catalunya; en la calle Girona; en el Hospital; en la Avenida Joan Prim; y en el Camí Vell de Canovelles. En definitiva, unas setenta casas se vieron afectadas total o parcialmente por las explosiones.

161 heridos y 224 muertos

Los heridos fueron trasladados a La Garriga, Vic, Centelles y Barcelona. En total hubo 161 heridos. La cifra de muertos, durante muchos años, bailó. En un primer momento, se estableció en 205 personas. Hoy en día se puede asegurar que 224 personas murieron como consecuencia del bombardeo.
El ayuntamiento hizo una evaluación de los daños. La estimación oficial habla de 637.000 pesetas, pero son mucho más importantes los daños personales, las irreparables pérdidas humanas: pocos familiares de Granollers se salvaron de no tener a alguien entre los muertos o los heridos. Los restos mortales de las 205 personas, que en un primer momento fueron contabilizadas, serían enterradas en una fosa común que se abrió en la misma entrada del cementerio de Granollers. Un informe detallado, de los 205 muertos, hecho tras finalizar la guerra, da la siguiente estadística: 20 hombres muertos menores de 16 años; 50 hombres muertos mayores de 16 años; 21 mujeres muertas menores de 16 años; 84 mujeres muertas mayores de 16 años; 30 personas sin identificar. Con relación a los heridos 106 eran mujeres y 55 hombres. Todos eran civiles, a excepción de dos o tres militares.
Imágenes tras el bombardeo a la ciudad

Imágenes tras el bombardeo a la ciudadgranollers.cat

Numerosas personalidades visitaron la ciudad. Julio Álvarez del Vayo, ministro de Estado; Ramón González Peña, ministro de Justicia; Segismundo Blanco, ministro de Institución Pública y Sanidad; Escofet, alcalde accidental de Barcelona; Adalberto Tejada, embajador de México; los encargados de negocios de Inglaterra y Rusia; los agregados militares francés y británico. Se recibieron numerosos telegramas de Cataluña, España y del extranjero. El Partido Comunista francés realizó un acto de condena en el Velódromo de Invierno en Parés. Se recibieron ayudas económicas de la Generalidad, el Socorro Rojo de Cataluña, ayuntamientos, particulares, sindicatos, colectividades y entidades.

Superviviente del bombardeo

Pere Ramos Castillo tenía casi cuatro años cuando vivió el bombardeo de Granollers. Había nacido en la calle Torres i Bages el 31 de diciembre de 1934. Allí vivió y creció los primeros años de su vida. Sus padres eran de los primeros inmigrantes andaluces que llegaron a Granollers. Su padre, trabajador del campo, murió en plena guerra como consecuencia de la tuberculosis. Esto marcó su vida, la de su madre y sus hermanos. A partir de ese momento tuvieron que buscarse la vida para poder sobrevivir. Él es, como muchos, una de aquellas personas que se hicieron a sí mismas y consiguieron sobrevivir en un mundo que les dio la espalda.
El 31 de mayo de 1938, como cada día, fue a casa de su amiga Arabela Martín. Juntos iban al colegio de las Josefinas, en la calle Sant Josep e Calasanz. Eran vecinos y compañeros de escuela. Estando allí oyeron silbar una bomba. El objetivo era el almacén o taller de energía, lo que hoy en día es la FECSA. El padre de Arabela gritó que todo el mundo desalojara la casa. En ella había cinco personas. Pere fue el último en salir. A primera vista nada les había pasado. La bomba explotó muy cerca de ellos, pero estaban ilesos. Pere Ramos corría para salvarse sin ninguna contrariedad. Segundos después de la explosión una señora dijo: «¡Qué le ha pasado a ese niño!». La pierna de Pere Ramos estaba ensangrentada. La metralla lo hirió. Inmediatamente, alguien lo llevó a la Farmacia Arimany. Siempre se le quedó grabado en la memoria las personas que vio en la farmacia. Gente con la cabeza, el cuerpo y las piernas ensangrentadas. Todos hacían cola para que les practicaran los primeros auxilios. Una vez realizadas las primeras curas lo trasladaron a la Cruz Roja, que estaba situada cerca de la Iglesia de Sant Esteve. Permaneció varios días en la cama, recuperándose de sus dolencias. No era consciente de que aquel fatídico día hubiera oído ninguna alarma advirtiendo a la población sobre el bombardeo. En cambio, sí recordaba las alarmas de los bombardeos posteriores. Según cuenta, había colocada una en la pastelería Xivit. Inmediatamente, se escondían en los sótanos del taller Coixa, situado en la calle Torres i Bages. Así transcurrió su vida hasta la finalización de la Guerra Civil.
Pere Ramos creía que los aviones iban guiados. De lo contrario, no hubieran atacado puntos clave como «la cola de las habas, la Porxada, la cola de las almendras, de los radicales o el almacén de la energía». Sea como fuera, nunca pudo olvidar el silbido de aquella fatídica bomba antes de caer. Tuvo la suerte de salvar la vida. Otros no tuvieron tiempo de correr y perecieron aquel fatídico 31 de mayo de 1938.
Comentarios
tracking