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Greyfriars Bobby, el perrito de Edinburgo

Greyfriars Bobby, el perrito de EdinburgoFlickr

Picotazos de historia

La conmovedora (y falsa) historia del perrito de Edimburgo

John Gray falleció a consecuencia de una tuberculosis y su perro quedó destrozado con la muerte de su amo y se trasladó a vivir al cementerio donde, se presume, permaneció junto a la tumba de su amo durante catorce años, hasta su fallecimiento

Hace unos meses les conté la conmovedora historia del perro japonés de raza Akira que, durante años, esperó el regreso de su amo en la estación de trenes. En la ciudad escocesa de Edimburgo tenemos una historia parecida: la de un skye terrier al que se llamó Bobby.

La historia nos dice que en 1850 se estableció en Edimburgo John Gray con su esposa y dos hijos. No encontró trabajo como jardinero –que era su profesión– por lo que entró en la policía municipal como sereno, cumpliendo diligentemente con su deber. Un día encontró un pequeño skye terrier al que llamó Bobby. John se encariñó del bicho y le acompañaba mientras hacía sus rondas, lo que por otro lado cumplía con las ordenanzas. El 15 de febrero de 1855 John Gray falleció a consecuencia de una tuberculosis y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Greyfriars Kirkyard. Bobby quedó destrozado con la muerte de su amo y se trasladó a vivir al cementerio donde, se presume, permaneció junto a la tumba de su amo durante catorce años, hasta su fallecimiento, el 14 de enero de 1872.

El animal se hizo muy famoso y, en 1867, con la aparición de la normativa de que todos los perros de Edimburgo tuvieran su collar con la correspondiente licencia en regla, el Lord Preboste de la ciudad pagó de su bolsillo la licencia de Bobby. En el collar, que se encuentra en el Museo de Edimburgo, se puede leer «Greyfriars Bobby del Lord Preboste». Bobby murió en 1872 y, un año después, la conocida filántropa Lady Burdett–Coutts, descompuesta tras escuchar el enternecedor relato de la fidelidad del pobre Bobby, pagó para que se alzara un recuerdo suyo. La obra seleccionada fue una fuente de granito pulido, con una columna del mismo material rematada con la escultura de bronce de un skye terrier –obra del escultor escoces William Brodie– y que se situó en la confluencia de Canddlemarker Row y Chamber Street, frente al cementerio y frente al pub favorito del dueño de Bobby.

Dice el dicho italiano «si non e vero e ben trovato» y con la historia de Bobby pasa lo mismo. Parece que se trata de una historia creada en su día y que alcanzó fama, pasando a ser acerbo municipal y, por lo mismo, teniendo que ser defendida por los responsables de la propia ciudad. Vamos, que se les fue de las manos y tuvieron que «defendella y no enmendalla».

Hoy, la historia (apócrifa) de Bobby se sigue contando con toda la emoción y cariño hacía la fidelidad del pequeño animal. La fuente es uno de los lugares turísticos más visitados de Edimburgo, muchos turistas que van a ver la fuente se toman una pinta de cerveza en el pub de enfrente (quienes lloran de emoción cada vez que piensan en Bobby) pero –¡por favor!– no toquen la nariz de la estatua. Se ha puesto de moda entre los turistas y, entre todos, se están cargando la estatua.