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23 de abril de 2024

"Los últimos días de Tenochtitlán, conquista de México por Cortés", una pintura del siglo XIX de William de Leftwich Dodge

«Los últimos días de Tenochtitlán, conquista de México por Cortés», una pintura del siglo XIX de William de Leftwich Dodge

Leyenda negra

¿Fue la conquista y la posterior administración española de México peor que la de otros Estados?

España integró administrativamente a la Corona los territorios que fue conquistando y a los que nunca se les denominó colonias

Como se señaló en el artículo anterior, tras la independencia, junto a la glorificación del pasado mexica se produce una crítica descarnada a la etapa virreinal. ¿Está realmente justificada? ¿Fue la conquista y la posterior administración española peor que la de otros Estados?
El caso de México nos permite la perfecta comparativa ya que el Virreinato de la Nueva España llegó, en sus momentos de máxima expansión, desde Costa Rica, en Centroamérica hasta Nutka, en la actual Canadá. Tras los diversos procesos de independencia, hoy en día estos territorios han sido heredados por múltiples naciones. Pero, de entre ellas, las que ocupan un mayor territorio del antiguo Virreinato son los actuales México y Estados Unidos.

Cortés con todos sus defectos, siempre intentó una conquista lo menos sangrienta posible

Ya se señaló que el proceso de conquista no fue pacífico y es cierto que se produjo una hecatombe indígena, pero no se trató de un genocidio planificado, la mayoría de los fallecidos lo fueron por enfermedades traídas por europeos. Cortés con todos sus defectos, siempre intentó una conquista lo menos sangrienta posible. Entre otras cosas por la gran inferioridad numérica de los españoles. Los excesos, fueron denunciados por algunos religiosos, los Reyes Católicos promovieron los matrimonios mixtos y pese a que en la conquista de México participaron numerosas españolas, la inmensa mayoría casadas, los solteros no tuvieron ningún inconveniente en casarse o emparejarse con mujeres indígenas, como fue el caso de la mayor parte de los capitanes de Cortes con nobles tlaxcaltecas. La historia de Pocahontas tuvo cientos de antecedentes hispanos casi un siglo antes. Muy al contrario que la Corona española, la inglesa no promovió los matrimonios mixtos y en los Estados Unidos, una vez independientes, el mismo no fue legal en todos los estados hasta los años 60 del pasado siglo.
Por otra parte, España integró administrativamente a la corona los territorios que fue conquistando y a los que nunca se les denominó colonias. El esclavismo en el virreinato fue siempre inferior al 1 % y las leyes de indias fueron profundamente adelantadas a su época. Lo que le llevó a von Humboldt a afirmar que «los indios están protegidos por las leyes españolas que son en general sabias y humanas».

La herencia española recibida

De hecho, los territorios hispanos estuvieron más adelantados en algunos aspectos, no solo en comparación a las colonias inglesas, sino que gran parte de los países europeos, incluyendo la propia metrópoli. Frente al tópico del español explotador, la realidad es que los mineros mexicanos eran los mejor pagados del mundo con salarios entre seis o siete veces superiores a un minero alemán. España revertió en América gran parte de lo allí producido, creó ciudades siguiendo los mismos patrones peninsulares, creando más escuelas, universidades, hospitales y misiones que ninguna otra potencia europea con una inclusión sorprendente para los no españoles. Tal fue el caso de la precursora Santa Cruz de Tlatelolco, fundada en 1536, escuela preparatoria para la Universidad y destinada a los indígenas.
Es cierto, además, que la Nueva España mexicana estuvo mucho más desarrollada que la Nueva España estadounidense, pero existía una explicación para eso. Los territorios de México fueron los primeros en ser conquistados y en los que se heredó poblaciones estables, muy numerosa, para la época y con un alto grado de civilización. Los territorios estadounidenses, al contrario, tenían densidades de población muy bajas y en muchos casos eran pueblos nómadas con parámetros culturales mucho más sencillos. Pero en ambos casos se aplicaron las mismas leyes. Junípero Serra, ahora denostado por algunos movimientos radicales, fue curiosamente un gran defensor de los indígenas. Fundó un total de nueve misiones en donde no solamente educaba a los mismos, sino que les enseñaba a gestionar sus tierras. Por supuesto que también aquí hubo conflictos militares, pero el western español fue más humanitario, justo y menos sangriento que el de Estados Unidos. A las estadísticas me remito. Hace 200 años, cuando se produce la independencia de México, heredero entonces de la mayor parte del virreinato, el 50 % de la población era indígena. En el México actual lo es alrededor del 15 % y en Estados Unidos menos del 2 %. En consecuencia, al menos en derechos humanos para los pueblos originarios, la etapa virreinal fue, con diferencia, claramente más respetuosa.
Pero lo paradójico de la situación es que las críticas posiblemente sean más injustas proviniendo precisamente de México, que en la época virreinal no solamente era capital del más extenso de todos los virreinatos españoles y el que posiblemente gozase de mayor autonomía, sino que era además la ciudad más cosmopolita y una de las más adelantadas de todo el planeta. A la capital de la Nueva España «acudían españoles procedentes de la península Ibérica, italianos, flamencos, alemanes, esclavos venidos de las colonias portuguesas en África: Guinea, el Congo, Mozambique; gente de Asia: chinos, filipinos, hindúes, vietnamitas, camboyanos, muchos de ellos habían llegado también como esclavos y habían comprado su libertad», señala el historiador mexicano Antonio Rubial, quien añade que «para muchos la colonia es sinónimo de Inquisición y la presencia de España en América es vista como una invasión extranjera que, por traumática, debe ser olvidada. Pero a estas alturas ya no es posible sostener esa postura a la luz de los estudios realizados desde el siglo XIX».
El México virreinal llegará a ser no solo una ciudad compleja y cosmopolita, sino también prospera debido, no solo al dinamismo de su sociedad, sino también por el comercio en el pacífico con Asia a través del «galeón de Manila» y del atlántico con Europa, una ciudad arquitectónicamente sorprendente y en donde se produce una explosión en todos los géneros de la cultura, el arte y la ciencia. La lista de escritores, pintores, músicos, científicos resultaría un tanto inabarcable, personas de la altura de Alarcón, sor Juana Inés de la Cruz o Luis de Sandoval, tan solo por citar un breve ejemplo en el campo de las letras.
Tras la independencia, nacerán múltiples estados insulares y centroamericanos en el antiguo Virreinato y los territorios al norte de Río Bravo les serán arrebatados por Estados Unidos. Por otro lado, el nuevo país entrará en una dinámica de inestabilidad política y de declive económico, (inestabilidad política que, durante el siglo XIX, aunque por razones muy distintas, también sucederá en la antigua metrópoli). Es en estas circunstancias en la que se produce esa mezcla de glorificación prehispánica y crítica. Como hemos visto, tanto lo uno como lo otro, tienen que ser muy profundamente matizados.
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